DOMINGO 21 DE MAYO DE 2000
Ť La CIA y Pinochet actuaron de la mano para eliminar opositores chilenos
Días decisivos, en la investigación del asesinato de Prats
Stella Calloni, corrresponsal/I, Buenos Aires, 20 de mayo Ť La visita oficial del presidente de Chile, el socialdemócrata Ricardo Lagos, coincide con un momento clave en la investigación del asesinato aquí del general Carlos Prats y su esposa Sofía Curthbert, en septiembre de 1974, crimen considerado como un accionar típico de la Operación Cóndor, coordinación criminal de las dictaduras del Cono Sur para detener, extraditar en secreto y también eliminar a opositores políticos.
Aunque todo lo que hoy se maneja como novedad con relación a las recientes declaraciones de Michael Townley, ex doble agente de la chilena Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) y la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA), obtenidas por la jueza argentina María Servini de Cubría en Estados Unidos, nada en este esquema es novedoso.
Ya Townley habló en 1995 en Roma sobre este caso y también lo hizo el ex general Manuel Contreras, ex jefe de la Dina, la policía política del dictador Augusto Pinochet, quien desde la cárcel en Santiago acusó directamente a la CIA y mencionó al ex presidente George Bush y a grupos de cubanos terroristas de Miami.
Precisamente el grupo de cubanos que actuó en el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y su secretaria Roni Moffit, en septiembre de 1976 en Washington, por el que varios resultaron condenados, acompañó a Townley y la Dina en varios crímenes en la región.
"El afán de la junta militar (de Chile) de perseguir a los exiliados, reprimirlos en cualquier parte en que se encontraran, en América Latina o fuera de sus fronteras, vino de perlas a Estados Unidos, que tenía el proyecto de armarse una filial de la CIA al sur que estuviese en condiciones de internacionalizar el terror contra los círculos progresistas del continente", escribió en 1985 el periodista ruso Valentín Mashkin en su libro sobre este plan siniestro.
Agregó que cierta coincidencia de intereses entre Washington y Santiago pasó a ser parte de los esfuerzos conjuntos de la CIA y la Dina para la creación del proyecto Cóndor, y cuando comenzó a funcionar el consorcio de las dictaduras terroristas, la policía secreta de Pinochet ocupó el papel de subalterno principal de los servicios de espionaje estadunidenses.
Un "objetivo" claro era Prats, quien había sucedido el general René Schneider, asesinado en octubre de 1970 en Santiago, en un intento estadunidense por impedir el ascenso al poder del desaparecido presidente Salvador Allende.
Asilado en Argentina, Prats conocía la participación de Washington en el golpe, e incluso denunciaba que ese país había silenciado la desaparición y tormentos de ciudadanos estadunidenses a manos de la dictadura pinochetista.
Pero el "general constitucionalista", como se le conocía en círculos de las fuerzas armadas de su país, también tenía seguidores silenciosos en el ejército chileno.
Había escrito a varios amigos, entre ellos a la viuda de Allende, Hortensia Bussi, que estaba asilada en México, dándole cuenta de que era seguido por "espías" y que se intentaba denigrar su figura.
Conocía el general que los "soplones" chilenos eran apoyados aquí por la paramilitar Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), protegida por servicios de seguridad locales y la CIA, como aparece en la documentación que utilicé en el libro Los años del Lobo: Operación Cóndor.
La Triple A asesinó en dos años a 2 mil disidentes de izquierda (la mayoría peronista) y amenazó a miles de argentinos y extranjeros refugiados aquí.
El 14 de septiembre Prats fue alertado sobre el atentado que se preparaba, pero no podía salir de Buenos Aires porque el consulado de la dictadura de Pinochet le retenía su documentación y ya tenía datos de cómo la CIA trabajaba con los servicios chilenos y grupos ultraderechistas argentinos para asesinarlo.
En la noche del 29 de septiembre, el general Prats y su esposa salieron a cenar con un grupo de amigos chilenos.
En la madrugada del 30 --al llegar al edificio donde vivía y cuando bajó para abrir el portón de entrada-- sus asesinos activaron un mecanismo de relojería haciendo explotar la bomba colocada debajo de su automóvil Fiat, como sucedió dos años después con Orlando Letelier en un barrio de Washington y con la participación del mismo grupo de criminales.
La esposa de Prats murió en el acto, él unos minutos después, y tanto la dictadura chilena como el gobierno de Estados Unidos negaron cualquier participación en el atentado, pero nadie tuvo dudas de quienes eran los responsables.
Poco tiempo después la causa se cerraba, pero ya en 1983 las hijas del matrimonio Prats-Curthbert --Sofía, María Angélica y Cecilia Prats Cuthbert-- denunciaron que por los antecedentes recogidos en Argentina, "por las actitudes que hemos visto en Chile, por la información obtenida en Estados Unidos, estamos convencidas de que el crimen fue cometido por personal de la entonces Dirección de Inteligencia Nacional y que ahora es la Central Nacional de Informaciones. El autor material del asesinato es Michael Townley".
Reabierto el juicio en los últimos años, el 18 de enero de 1996 fue detenido aquí (por orden de la jueza Servini de Cubría) Enrique Lautaro Arancibia Clavel, ex agente de la Dina y uno de cuyos nombres de "guerra" era Felipe Alemparte, al considerar que el asesinato de Prats y su esposa no había sido una acción individual sino que involucraba a ese organismo chileno.
En agosto de 1995, inexplicablemente el gobierno democrático de Chile rechazó una solicitud de la jueza requiriendo antecedentes sobre el asesinato de Letelier, para ayudar a esclarecer el del general Prats.
Pero la jueza recurrió a otros testimonios. El 19 de mayo de 1995 Townley, ex agente de la CIA y la Dina, con el rostro cambiado por una operación de cirugía plástica y con una nueva identidad como "testigo protegido" de Estados Unidos, se presentó ante un juez italiano que investigaba el intento de asesinato del ex vicepresidente demócrata cristiano chileno Bernardo Leighton y su esposa Anita Fresno, ocurrido el 6 de octubre de 1975 en Roma.
El doble agente imputó entonces al general Contreras, ex jefe de la Dina, al coronel Eduardo Iturriaga Newman y al ultraderechista italiano Giulio Crescenzi, que junto con Stefano delle Chiaie trabajaron conjuntamente con anticastristas de Miami en todos estos atentados.