DOMINGO 21 DE MAYO DE 2000

Recuperar la izquierda

 

* Néstor de Buen *

LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN en noviembre de 1989 ha sido considerada como el acontecimiento que marca el final de la experiencia socialista, obviamente con la notable excepción de Cuba y, supongo, de Corea del Norte. Y, de paso, se ha atribuido al régimen soviético la comisión de todas las barbaridades clasificables, de tal manera que el comunismo tendría que equivaler a las fuerzas del mal como el pésimo actor que fue Reagan, discípulo consentido de la Thatcher, lo llegó a calificar.

Con ese motivo la izquierda, como queriendo romper con el pasado tenebroso, se apunta hacia la moderación más que sospechosa de la socialdemocracia, aquella que inventó el aristócrata Ferdinand de Lasal, discípulo rebelde de Marx, enamorado permanente y al que en la Crítica al Programa de Gotha, Marx puso en su lugar. Y como en todo lo demás, Marx tenía razón.

De las barbaridades que se cometieron en la Unión Soviética, que son más que evidentes, aunque quizá menos bárbaras que el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, los últimos acontecimientos atribuibles ya al neocapitalismo ruso (Chechenia, de manera particular) me hacen pensar seriamente que fue el estilo eslavo y no el comunismo el que las provocó. En ese inmenso mundo que fue la URSS, en donde la lucha por la vida no resulta fácil, entre otras cosas por viejos prejuicios religiosos y climas extremosos, las medidas de fuerza parecerían naturales. Habría que estudiar el tema.

Pero en el otro extremo de Europa, con la excepción de España y ahora Austria, la socialdemocracia ha tomado el poder. Y yo me pregunto si se trata de una democracia social o en rigor, con las vías terceras de Gidden y Blair, de un centrismo profundo que empieza a hacer agua. Ya vemos cómo el Partido Laborista ha perdido la alcaldía de Londres, precisamente a manos de un laborista expulsado y que hoy reivindica una actitud más hacia la izquierda que la muy moderada del señor Blair. De centro-centro hablamos, por supuesto.

En España pasaron cosas parecidas. En pleno gobierno del PSOE se produjeron movimientos de huelga de la Unión General de Trabajadores (antigua aliada sindical del PSOE y Comisiones Obreras y viejo amigo sindical del Partido Comunista) por falta de entendimiento con el gobierno calificado de socialista. Lo paradójico es que esas mismas centrales, gobernadas por dirigentes que no se pueden reelegir más de una vez (tomen nota, sindicalistas dependientes e independientes), se han entendido mejor con el señor Aznar. Y las recientes elecciones en España, con un ausentismo dramático, me temo que expresan una crítica al socialismo, simplemente, porque no lo fue.

Nuestro esquema electoral no da muchas alternativas: dos partidos revolucionarios, uno institucional (maravillosa contradicción) y otro democrático; enseguida un PAN que ya no es PAN sino FOX, que se ha quedado desadoctrinado y trata de navegar entre democracias sociales e Iglesias revividas, con sus no al aborto de por medio; un centro democrático que por ser centro me despierta sospechas; un PARM que ya perdió al líder (y mi admiración permanente por Porfirio, aunque pueda discrepar políticamente de sus puntos de vista actuales) y una democracia social que deja muchas dudas. En otras palabras, no hay izquierda.

Nunca pensé que la salida del PRI de Cuauhtémoc Cárdenas y su grupo, que tuvo muy poco de espontánea y fue más bien despido (bastante idiota, dicho sea de paso), fuera la antesala de un partido de izquierda. Y de hecho a través de mecanismos que ya olvidó, la verdadera izquierda renunció a sus banderas y se incorporó, pienso que con pocas exigencias, al que es ahora el PRD. Pero sus antiguas ideas, que para mí siguen siendo vigentes y válidas, hoy palidecen frente a un concepto mucho más conservador.

Parecería que todos pelean por el centro. Sobre las ideas predominan las exigencias de la economía. No estaba tan loco Fukuyama cuando predecía, hace algunos años, el fin de las ideologías.

Voy a votar por el PRD, por supuesto. Pero ya desde ahora, en una posición individualista y sin cómplices, me manifiesto por la recuperación de las viejas ideas sociales. No con la dictadura del proletariado, que nunca tuvo el proletariado el poder, sino con un socialismo sin concesiones, reivindicador, que mantenga la propiedad estatal de los principales energéticos, que recupere la seguridad social y que reconozca los derechos de los trabajadores y campesinos, cancelando el corporativismo fascista, en el marco de una economía que acepte el valor de la iniciativa empresarial pero sin tolerar explotaciones. En definitiva, que devuelva a nuestro pueblo el nivel de vida que merece y que ha perdido entre el centrismo y el neoliberalismo que padecemos. Hagamos un movimiento de izquierda que no se avergüence de reconocer que es de izquierda. *