SABADO 20 DE MAYO DE 2000
Ť EL ECO Y LA SOMBRA
La ley del tiempo
Gusto de una frase cuya cursilería advierto: la poesía es la madre de las artes, pero la maestra es la música. No dudo que ello quiera decir entre otras cosas que mi percepción más hecha está a lo temporal que a lo espacial. Querámoslo o no desde hace tiempo nos hemos acostumbrado a la idea de que la poesía asunto es de escritura, gráfico, espacial. Ignoro qué ocurra en el caso de los músicos no líricos pero en general la idea que nos hacemos de la música no es propiamente la pautada, vista, sino la oída, ejecutada.
Vicioso podrá ser lo que diré, mas imagino que todas las artes en realidad son artes temporales, que sin un sentido del tiempo que se parece mucho a lo que solemos denominar sexto sentido, el arte, las artes, nomás no existirían. En teatro, en danza, en cine, en -claro- música, tal aserto es una banalidad. Pero funciona también si aplicado a la arquitectura, la pintura, la escultura y desde luego el diseño editorial. De otro modo dicho arte no hay que, de modo ya secreto, ya más bien obvio, no se muestre como arte del tiempo.
Arte del tiempo, arte de los tiempos. A decir verdad no creo que en lo que a quien esto escribe se refiere haya mejor aspiración que acceder a ese logro. La poesía, regresemos a lo que de manera parece que fatal suele ocuparnos, es primordialmente inmergirse en las leyes de tan difícil arte. La ley del tiempo, propongo, es la única a observar no sólo en lo que a poesía, sino en lo que a todo (y la totalidad del todo, Ƒqué otra cosa es sino poesía?) hace.
No hay rito o ritual sin sentimiento del tiempo. Y ceremonia tampoco que no se deje ver bien como complejo de culpa, bien como ocultamiento de la decisión de no ocuparse eficientemente en relación con susodicha tarea, la de sentir el tiempo ''los tiempos''. El arte, se ha dicho múltiples veces, tiene un origen ritual, sagrado. Tal vez para el humano, es cuestión de sentirlo, nada haya más sagrado que el entendimiento, precisamente escrito: la comprensión, porque morimos, de lo sacro del tiempo.
Verbo es palabra, pero también acción. Y en ambos casos, tiempo. En el principio había tiempo, pudiéramos decir. Esa nostalgia padecemos, de ese pie cojeamos los ahora sí que sí contemporáneos de todos los hombres. ƑY si posible fuera regresar al principio, al principio de los tiempos? Bueno, de eso curiosamente se trata el mundo, han dicho algunas voces autorizadas.
El mito del paraíso recobrado o en busca del tiempo etcétera. El paraíso, y eso es algo a lo que no se le ha hecho caso en la denominación de Tomás Moro, no es un lugar, sino un tiempo, el tiempo en el que hay tiempo para todo, el tiempo en el que hay tanto tiempo para todo que incluso nos permite comprender, de veras comprender, el paso, que no es paso sino flujo, del propio tiempo. Por lo demás no tiempo sino en efecto eternidad.
Hemos dicho ''en efecto'' porque en efecto la eternidad es, luego de sentimiento, el primer, primigenio sentimiento del tiempo que tenemos, resultado después de un trabajo consciente, obra. La eternidad es obra de un trabajo. Y buena muestra de ello han dejado algunas obras de arte, unos cuantos artistas, pero consideremos que unos cuantos muchos son, o mejor, suficientes, si de eternidad es que se habla.
Ť Ricardo Yáñez Ť