Espejo en Estados Unidos
México, D.F. viernes 19 de mayo de 2000
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Editorial

LOS MIGRANTES EN LA BINACIONAL

SOL En el marco de la reunión de la Comisión Binacional México-Estados Unidos en Washington -el último de estos encuentros durante las presidencias de Ernesto Zedillo y de Bill Clinton- el tema de los inmigrantes mexicanos en el país vecino se constituyó en el punto más problemático de la agenda y ha opacado otros asuntos capitales como comercio y lucha contra el narcotráfico. Ha de recordarse que, además del notable refuerzo de las medidas estadunidenses de persecución policial contra los indocumentados, éstos han debido enfrentar, en tiempos recientes, la criminal fobia armada de rancheros de Arizona resueltos a practicar, sin ninguna autoridad que lo impida, la cacería humana.

Estas prácticas indignantes -que ya han cobrado víctimas fatales y que se realizan en una nación autoproclamada defensora de los derechos humanos y guardiana de la democracia occidental- han dado lugar a una expresión oficial conjunta de "profunda preocupación" por parte de ambos gobiernos que, a la luz de las circunstancias, resulta débil e insuficiente para frenar la barbarie civil y policiaca que se cierne sobre los connacionales que se internan en el país vecino en busca de oportunidades de trabajo.

Sin embargo, la mención misma del tema por parte de la delegación mexicana, encabezada por la canciller Rosario Green, provocó una mal disimulada molestia en los círculos gubernamentales estadunidenses, los cuales consideran que los granjeros de Arizona están en su derecho de cazar a los mexicanos cuando éstos se internan por sus ranchos.

De hecho, las autoridades federales, estatales y locales de Estados Unidos no han mostrado disposición a prevenir, juzgar y sancionar las violaciones a los derechos humanos de los indocumentados por parte de las corporaciones policiales y, a últimas fechas, también de particulares armados.

La titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores aludió en su intervención al fondo del asunto, que no es de carácter policial, sino económico, al pedir que se reconozca "la existencia de mercados laborales transfronterizos". En efecto, la migración de mexicanos a Estados Unidos obedece a la asimetría económica, difícilmente superable, entre ambos países; mientras que en el nuestro el trabajo es el peor pagado de los insumos de las cadenas productivas, en la nación vecina existe un déficit de mano de obra que se acentúa en periodos de expansión económica como el actual; mientras que Washington mantiene una política de promoción y subsidios a sus agricultores, los gobiernos mexicanos, de 1982 a la fecha, han sumido al campo en una severa crisis y han colocado a millones de campesinos ante la perspectiva obligada de abandonar sus tierras.

Es necesario, ciertamente, presionar a Estados Unidos para que reconozca que los trabajadores mexicanos son necesarios y benéficos para su economía; es obligado, también, combatir a las mafias criminales que lucran con el comercio de seres humanos -los llamados polleros- en ambos lados de la frontera. Pero la solución de fondo al flujo migratorio, costosísimo en términos de sufrimiento humano y deterioro de los tejidos sociales, pasa obligadamente por reorientar la política económica y ponerla al servicio del bienestar de la gente, y no para buscar resultados estéticos en las gráficas de los indicadores macroeconómicos.


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