JUEVES 18 DE MAYO DE 2000
ƑLos universitarios contra el congreso?
* Sergio Zermeño *
LA OPINION PUBLICA debe pensar que los universitarios, después de tantas mortificaciones, ya nos volvimos locos: primero queríamos diálogo, pero terminamos horrorizados por el doble monólogo en espacio único; después luchamos por un congreso de reforma universitaria, pero estamos llegando a la conclusión de que la reforma que se avecina irá en contra de amplios sectores que componen nuestra comunidad, y también estamos dudando de la conveniencia de llevarla a cabo.
Todo comenzó con unas demandas estudiantiles y la exigencia de dialogar en torno a ellas. Con grandes dificultades, durante el primer año de huelga, las autoridades aceptaron sentarse a la mesa del diálogo pero, cuando por fin lo hicieron, las comisiones encargadas de establecer el protocolo se pelearon y el conflicto se estancó nuevamente. El sector académico creyó que su hora había llegado y apoyó decididamente la demanda de llevar adelante un congreso de reforma en donde participaron todos los actores universitarios y no sólo la rectoría y el CGH. Los altos círculos de la institución se opusieron y, debido al empantanamiento que eso provocó, hubo de ser relevado el rector Barnés por De la Fuente. Este llegó con la convicción de que era necesario dialogar y también llevar adelante el mentado congreso que le diera predominancia al sector de profesores e investigadores de la UNAM. Sin embargo, apenas consideró que éstos habían tomado alguna fuerza, suspendió las pláticas con el CGH (cuyas posiciones aparecieron extremadamente inflexibles, es cierto) y, llamando a un plebiscito que por razones obvias le daba todo el apoyo para reabrir las instalaciones, intentó llevar adelante una estrategia gordiana: imponer una nueva hegemonía apoyado en la fuerza policiaca para, inmediatamente después, hacer bascular el eje político hasta colocar al sector académico de excelencia en el centro de la escena.
Este ''divide y vencerás'', esencia de la política, llevada al extremo por los Estados fuertes y al paroxismo por el mexicano, adoleció de fallas profundas en el caso que aquí nos ocupa: la institucionalidad universitaria dejó ver demasiado rápido que le era imposible, por la fundamentalista ortodoxia neoliberal de Zedillo, resolver las demandas centrales del movimiento estudiantil, en particular las referentes a la gratuidad, la ampliación de la matrícula y el aumento al subsidio de la educación superior. Esto quedó claro en los diálogos de enero en Minería, pero se ha evidenciado hasta el hartazgo en los diálogos de este mayo. La comisión de rectoría recibió una orden inequívoca: todos los puntos discutidos (no nada más los centrales), deberían turnarse al futuro congreso universitario. Entonces, en efecto, Ƒpara qué el diálogo? Como lo repitió Del Val todavía este martes: ''nosotros no pretendemos imponer cuotas, hay un Reglamento General de Pagos y una Ley Orgánica...'' que sólo pueden ser modificados por el Congreso de la Unión. Qué le costaba decir que, al lado de los universitarios, el rectorado luchará por mejorar los recursos de la UNAM (pero claro, eso demeritaría su elegibilidad como dependientes de confianza).
Las cosas, en efecto, se han vuelto extremadamente burdas: dado el fracaso inminente del ''diálogo'' con el CGH, la rectoría dio la orden de llevar adelante mesas de discusión en todas las dependencias, exigiendo entregar conclusiones en torno a los puntos en conflicto (el ejercicio se realizó en la mayoría de los casos con auditorios semivacíos). Junto a esto han comenzado a ser renovados los órganos institucionales de la UNAM (consejos internos, técnicos y universitario), echando a andar la ingeniería de reforzamiento de las candidaturas leales y desmantelamiento de las independientes. El problema es que se ha pintado una raya tan nítida entre los de afuera y los de adentro, que los propios colegios académicos e infinidad de profesores e investigadores han caído en la desconfianza y hasta en el rechazo.
Hoy estamos pues ante la paradoja de que importantes voces que se alzaron hace unos meses pidiendo la realización de un congreso, terminen desconfiando de ese ejercicio y hasta oponiéndose a él. Los ''diálogos'' han puesto en evidencia que lo que se ordena en Los Pinos se respeta en el Pedregal. Pero algo que podría ser no sólo irónico sino patético es que, después de julio, este mismo equipo rector de la UNAM tenga que decir y hacer exactamente lo contrario (y es que qué pasaría si quien gana las elecciones decide cumplir con su promesa de gratuidad y ampliación del subsidio y los Blancos, los Del Val, los Narro... tienen que argumentar al revés).
En el marco de esta ética es comprensible que no sólo el Consejo General de Huelga, sino todos, generemos y nos sumerjamos en una cultura de la desconfianza. *