JUEVES 18 DE MAYO DE 2000
José el soñador
* Jean Meyer *
Supo explicarle a Faraón su sueño de las siete vacas flacas y horribles que subieron del Nilo a devorar las siete vacas gordas. En consecuencia, Faraón lo nombró supersecretario de Agricultura, Ganadería, Recursos Hidráulicos y Semarnap; ese nombramiento salvó a Egipto de la hambruna y permitió a Thomas Mann escribir para nosotros una maravillosa historia.
A México no lo amenaza la hambruna, pero las siete vacas flacas están a la vista, por más que minimice cierta secretaría la gravedad de la sequía, ya que de ella se trata. Unos 10 estados se consideran gravemente afectados; de Aguascalientes para arriba las presas están vacías, los bosques arden gracias a la "sabiduría ecológica" de nuestros campesinos y ganaderos: hoy le toca al noroeste de Chihuahua; a ese paso, pronto no quedará nada de la biosfera de Montes Azules en Chiapas (me perdonará el EZLN), y todo esto en la indiferencia nacional y gubernamental.
El historiador (vean el libro de Enrique Florescano sobre la sequía en México) sabe que el problema no es de hoy, ni de un gobierno, ni sólo de nuestro país. Ciclones, inundaciones, terremotos y volcanes son taquilleros, la sequía no lo es porque, a diferencia de los otros desastres naturales, es lenta y sutil. Tarda en hacer sentir sus efectos.
En este año los efectos acumulados de varios años secos se hacen sentir en toda América del Norte. En Estados Unidos, todo el sur, de Arizona a Florida, está afectado, así como el centro y la región de los grandes lagos. El nivel de los lagos Michigan y Hurón es el más bajo desde 1965, y el de las mucho más pequeñas lagunas mexicanas es tristemente bajo. A los apocalípticos les gusta invocar el "efecto invernadero" y la responsabilidad del hombre moderno en el calentamiento del planeta; habría que añadir la del hombre pre-moderno que desmonta, tumba y quema con una bestialidad muy eficiente en todo el tercer mundo, como en nuestro México.
Sin embargo, el historiador del clima sabe que el fenómeno es recurrente y que en los seis últimos milenios la sequía ha progresado, dejando en Africa, Asia y América desiertos donde antes había más humedad (Sahara, Asia Central, Árido-América). Se sabe de una prolongada sequía de 100 años hace 3 mil 500 años en lo que hoy son las Californias; una larga sequía pudo contribuir a la caída de Teotihuacán, al colapso de las ciudades mayas y de varias culturas preincaicas. Más cerca de nosotros, el siglo XVI americano sufrió una muy larga sequía; de manera frecuente, América del Norte ha conocido ciclos de 7 a 10 años de sequía: 1760's, 1820's, 1850's, 1860's, 1910, los 30 en Estados Unidos, los 50, los 80 y los últimos años. En el verano de 1988 la sequía destruyó la mitad de las cosechas en el corazón cerealero de Estados Unidos (Nebraska, Iowa-Illinois), bajó el nivel del Mississipi a tal punto que imposibilitó la navegación: en este terrible año se incendió el famoso parque nacional Yellowstone.
Así que la sequía es un fenómeno demasiado "natural", estructural en nuestro continente. ƑPor qué, entonces, no le damos la atención que merece? Porque su carácter rampante hace que no llame la atención de un público ávido de muertes espectaculares; porque nuestra sociedad urbanizada en 70 por ciento, si no es que más, ni ve, ni sufre sus efectos (por cierto, en el norte del país, como en los vecinos estados de Arizona, Nuevo México, California y Texas, la abeja africana huye del campo demasiado seco para buscar agua, flores y miel... en las ciudades). Para el incendio, la inundación, incluso para el sismo, se puede instalar un sistema de alarma; Ƒpara la sequía? Cuando uno se da cuenta, las presas Abelardo Rodríguez o Calles, las lagunas de Cuitzeo o de Chapala están secas o moribundas. En ese momento no se puede hacer nada.
No creo que se haya calculado lo que la sequía ha costado al país en los últimos años. Seguimos gastando, despilfarrando alegremente el agua en las ciudades. Es tiempo de trabajar a corto, mediano y largo plazos, ya que el recalentamiento del planeta no va forzosamente a poner fin a un fenómeno milenario. Nuestra sociedad debe controlar y planificar la conservación, el uso y el reciclaje del agua, debe desarrollar cultivos más resistentes a la sequía y proteger los suelos, en lugar de favorecer su erosión como lo hacen los agricultores pirómanos. Una tarea titánica nos espera. La de José el soñador. *