JUEVES 18 DE MAYO DE 2000

 


* Leonardo García Tsao *

La esperada Dancer in the Dark

Si algún título creó expectativas en el 53 festival de Cannes fue Dancer in the Dark, del impredecible danés Lars von Trier. Con reportes de filmación que mencionaban el uso simultáneo de 100 cámaras, sumado a las rabietas de la cantante/actriz Björk, quien intentó renunciar a medio rodaje, la película había acumulado tanto poder publicitario que la gran sala Lumière estaba llena faltando veinte minutos para su estreno esta mañana. El desengaño se midió en la misma proporción.

La cinta no es otra cosa que un trillado argumento melodramático ųuna obrera en vías de quedarse ciega es acusada de un asesinato que no cometióų puntuado por rutinarios números musicales, derivados de las fantasías de la protagonista. Comparado con las innovaciones hechas al género por el inglés Dennis Potter ųo Kenneth Branagh, incluso--el trabajo de Von Trier es poco imaginativo. ƑY para qué usar un centenar de cámaras, si una sola le bastaba a un director como Vincente Minnelli para conseguir números mucho más dinámicos y vitales? Exagerando un poco, Dancer in the Dark puede verse como el remake no oficial de Víctimas del pecado, del Indio Fernández, con la diferencia de que no tiene ningún baile comparable al sabroso boogie woogie ejecutado por Rodolfo Acosta.

Ciertamente fue un mal día para la competencia. La oleada de espléndido cine asiático encontró su excepción en la coreana Chunhyang, del director Im Kwon-Taek. Adaptada de una leyenda popular contada en un pansori ųasí se define una forma cantada de narración oral--la película cuenta cómo un noble es separado de su cortesana amada, por los designios de un malvado gobernador. A un estilo visual plano y soso, se añade el irritante de que una voz estrangulada nos va describiendo en canto lo que estamos viendo. Para insistir en el equivalente mexicano, imaginen una adaptación cinematográfica del corrido de Juan Charrasqueado, acompañada en cada secuencia por los gritos descriptivos de Alex Lora, por decir algo.

Por otro lado, Así es la vida, la segunda película mexicana en Cannes, tuvo hoy su primer pase a la prensa. Dado que Arturo Ripstein es el director nacional de presencia más constante en este festival, la calidad de su obra ya no es sorpresa, (como ocurrió con Amores perros). Sin embargo, en su última realización consigue reinventar su estilo, gracias a las ventajas técnicas del video. El inventivo guión de su compañera Paz Alicia Garciadiego adapta la tragedia griega de Medea a un contexto muy mexicano ųun vecindario de arrabal--para escenificar otra versión de esos amores condenados por el tiempo y el destino.

La película adapta los elementos originales de la tragedia con mucho ingenio (por ejemplo, un lamentable trío de boleros hace las veces de coro griego), y a menudo los personajes reconocen la presencia o intrusión de la cámara. Ripstein alude al hecho mismo de la representación como una forma de distanciamiento, aunque eso no disminuye la perturbadora carga dramática de la secuencia final. A un reparto de actores constantes en la obra del director, se suma ahora Arcelia Ramírez con la interpretación más intensa de su carrera.

El hecho que el video digital se pueda transferir de manera impecable a celuloide sin perder nada de calidad (al contrario, le ha añadido una textura especial a sus ásperas imágenes), abre una posibilidad muy promisoria para el cine mexicano.

Cabe reportar que hoy también fueron reconocidos los colegas Alexis Grivas y Tomás Pérez Turrent, por cubrir el festival de Cannes desde los tiempos en que el cine en blanco y negro era predominante. En una breve ceremonia, ambos recibieron una medalla por la veteranía de sus estimables servicios.