La Jornada miércoles 17 de mayo de 2000

Leonardo García Tsao
El regreso de Nagisa Oshima

Cannes, Francia. Una de las atracciones de la edición 53 de Cannes fue el regreso al cine de Nagisa Oshima, el controvertido realizador japonés, autor de El imperio de los sentidos, entre otras obras importantes. Con Gohatto (Tabú), Oshima ha hecho una excepcional incursión en el llamado jidai-geki, el género de los samurai. Por supuesto, no se trata de describir acciones heroicas como en las cintas de Akira Kurosawa o Masaki Kobayashi, sino centrar el conflicto en la afeminada figura de un joven samurai que desata la atracción homosexual en sus compañeros.

Debe tratarse de la primera película en explorar el lado gay de esos disciplinados guerreros que, según Oshima, era bastante común y tolerado hasta cierto punto, mientras no fuera escandaloso. A pesar de la novedad del tema, Gohatto se desenvuelve de manera bastante fría en una intriga de pasiones ocultas y asesinatos. A su favor, la cinta es de una gran belleza estética, puntuada por la sugerente música de Ryuichi Sakamoto.

La película de época sigue siendo un género asociado a un concepto cuestionable de calidad. Un tercio de los títulos vistos hasta ahora en la competencia se han situado en tiempos pasados, y no han sido los más memorables. Hoy el cineasta francés Olivier Assayas nos asestó un costoso ladrillo llamado Les destinées sentimentales (Los destinos sentimentales), adaptación de una novela de Jacques Chardon que transcurre en las primeros 30 años del siglo XX. Si alguna vez Assayas fue considerado un heredero legítimo de François Truffaut, ahora puede decirse que ha caído en lo que éste calificó como "una cierta tradición de calidad", basada en el prestigio literario; o sea, el cine de papá, o más bien del abuelito. Que Claude Berri filme Jean de Florette o Germinal no tiene nada de raro. Pero Assayas estaba asociado con ambiciones menos tradicionales.

Un buen número de espectadores no nos esperamos al final de Les destinées sentimentales, para poder entrar a la función de prensa de Crouching Tiger, Hidden Dragon (Tigre acechante, Dragón escondido), la más reciente realización del taiwanés Ang Lee, a exhibirse fuera de concurso. Como se sabe, el cineasta había emigrado a Hollywood desde Sensatez y sentimientos, y esta producción china marca su regreso a los temas orientales. Igualmente, los actores Michelle Yeoh y Chow Yun Fat vuelven a hablar chino, tras sus contrataciones gringas. Lo que nadie esperaba era una espectacular cinta de artes marciales, como las producidas por Run Run Shaw en los años 70.

Construida en torno a la pérdida y recuperación de una célebre espada, el Destino Verde, la película es una gozosa demostración de que Lee no le pide nada a John Woo en eso de filmar secuencias de acción con virtuosismo y elegancia. En comparación con las diversas coreografías de fulminantes golpes y patadas literalmente voladoras, los momentos similares de The Matrix se ven casi anémicos. Después de la seriedad temática de The Ice Storm y Ride With the Devil, (ambas sin estrenar aún en México), el realizador necesitaba un proyecto como este, para ejercer la caligrafía y soltar la mano. Como la buena comida china, resultó muy fácil de digerir.