MIERCOLES 17 DE MAYO DE 2000
Ť Algunas consideraciones acerca del dolor /I Ť
Ť Elena Poniatowska Ť
Hace 12 años una queridísima amiga supo que tenía osteoartritis, dolor en las articulaciones por desgaste de cartílago. Se trata de una enfermedad progresiva y degenerativa que produce dolor, rigidez e inmovilidad. Cada movimiento ocasiona un espasmo agudo e impide que puedan realizarse las actividades de la vida diaria de manera normal. El único momento en que se sentía mejor era tras la ingestión de medicamentos; inyecciones, ungüentos, masajes, acupuntura, pero al poco tiempo volvían las punzadas, los calambres, el martirologio. Lo que mejor la sacó adelante fue la fisioterapia y la rehabilitación. ''El peor dolor es sentirme limitada; me deprime y me lastima sicológicamente".
Con frecuencia escuchamos a amigos y amigas hablar de migrañas que los sumen en la desesperación (mi muy querido y nunca bien ponderado Monsiváis las sufrió durante años), de dolor del trigémino que es tan poderoso que hace que se piense en el suicidio, del dolor de espalda que impide caminar, sentarse o dormir, de los dedos de las manos que van deformándose por la artritis-reumatoide hasta llegar a tormentos de una magnitud tal que sólo el opio y la morfina pueden calmarlos como en el caso de la pintora Frida Kahlo al final de su vida, quien escribió para consolarse: ''šPies para qué los quiero si tengo alas para volar!".
La voluntad de mi amiga por no dejarse vencer por una cochina enfermedad influyó grandemente en su recuperación; ese descomunal afán de vida con el que ha enfrentado un padecimiento que a otro lo habría condenado a una silla de ruedas. No sólo tomó la decisión de caminar, sino posteriormente de volver al gimnasio que había abandonado, es decir, de seguir viviendo no sólo para ella, sus hijos y sus nietos sino para ayudar a otros en la misma situación. ''No tienes que vivir con el dolor, tienes que mitigarlo y no dejarte vencer por la enfermedad, cualquiera que ésta sea".
Me habla continuamente: ''Elena, Ƒsólo estás aplastada frente a la máquina o haces ejercicio?".
El caso de mi amiga de infancia es el del dolor causado por enfermedad, pero como lo declaró el premio Nobel de Literatura José Saramago, millones sufren otro tipo de dolor que se ven obligados a aguantar toda su vida, y tanta miseria endurece al ser humano. Saramago dijo textualmente:
''Recientemente, la Iglesia católica reconoció públicamente que no existía el infierno; yo creo que en realidad se dieron cuenta de que el infierno está aquí."
ƑEs el dolor el infierno en la tierra?
El dolor siempre ha estado pegado a la humanidad como la miseria al mundo. Desde tiempos prehistóricos se encontraron en la tierra, fosilizadas, secuelas de fracturas, osteomelitis, tuberculosis ósea y otros padecimientos, señales de dolor dental en las mandíbulas del hombre del Neolítico y huesos con artritis. El aceite fue el primer bálsamo para el alivio del dolor y las heridas que antes nos dejaban con la lengua de fuera porque el único remedio a nuestro alcance era lamer nuestras heridas como hacen los animales.
Vinieron los chamanes, sus ritos y sus encantamientos, la aplicación de ventosas y las sangrías, el vapor y el uso de plantas medicinales que siguen siendo casi las mismas (ramas, hierbas, flores y frutas) que hoy usan los curanderos -eucalipto, romero, pirul- cuando recurrimos a una limpia. También se utilizaban los enemas que limpiaban los intestinos y vaciaban el cuerpo de malos espíritus.
Hoy la tradición naturista ha alcanzado un auge inmenso (el esoterismo está a la orden del día) y son muchos los que creen en los productos naturales y en los antiguos remedios de las abuelitas al ver que las medicinas en múltiples ocasiones provocan nuevas enfermedades o, como se dice popularmente, ''descomponen otra cosa" porque órganos antes sanos y salvos quedan afectados a veces de por vida.
Aristóteles definió el dolor como ''una pasión del espíritu" y muchísimos años más tarde Dostoievski habría de considerarse un ser aparte porque sufría del ''gran mal", la epilepsia que lo distinguía sobre todos los hombres. Su pérdida del sentido y su regreso posterior a la vida, en cierta forma, lo sacralizaban. Era un poseído, así lo escribió y su genio está ligado a su terrible enfermedad. Muchos males tienen algo de sagrado: hubo una época en que la tuberculosis resultaba romántica.
Quizá fue Thomas Mann con su libro La montaña mágica el responsable de esta creencia como lo fue desde luego La dama de las camelias que las mujeres envidiaron. El suicidio también puede ser una enfermedad contagiosa. Con su Werther, Goethe suscitó una epidemia de suicidios entre adolescentes al grado de que en Alemania se le llame ''el síndrome de Werther".
Según los sicólogos, el ser humano se rige por el principio del placer. La paradoja es que los hombres sufren desde que nacen. Sufre la madre al parir, sufre el hijo al nacer y sigue sufriendo en la medida en que tiene conciencia de ello porque a diferencia de los animales que no saben que sufren, el ser humano sí lo sabe, piensa en las causas y no siempre conoce el remedio.
El mundo sólo ha tenido 13 días de paz
El ser humano vive en sociedad, de ahí que unos hagan sufrir a otros. En un inventario o catálogo de guerras, publicado en años recientes, se llegó a la conclusión de que el mundo en su totalidad sólo ha tenido trece días de paz desde que hay registros históricos. El hombre sufre principalmente porque otros hombres lo dañan o pretenden dominarlo, llámese esclavitud, explotación o guerra. Desde Sigmund Freud cada vez es más sofisticado el dominio que ejerce un ser humano sobre otro. Para evitarlo se han dictado leyes desde siempre, en todos los países, pero las leyes no funcionan por sí mismas; hace falta la actitud del ser humano, la de respetar al prójimo y sus derechos.
A propósito de guerras, los ejércitos sólo se beneficiaron de la penicilina a partir del descubrimiento de ésta en 1943 y no llegó a las trincheras sino hasta 1945. Las infecciones se atendían con sulfatiazol y arsénico. šQué extraño curar a los hombres con un poderoso veneno como la administración de arsénico en la química humana aunque fuera en muy pequeñas dosis! Por cierto, muchos soldados, además de sus heridas, adquirían sífilis y de eso morían.
Los derechos humanos
En 1999 vino a México la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mary Robinson, y encontró gravísimas violaciones a los derechos humanos. Ha sido necesario que venga un alto funcionario internacional de Derechos Humanos para que se acepte lo que dijo la desaparecida Conai (Comisión Nacional de Intermediación, que presidía don Samuel Ruiz). Se prohíbe la tortura, la violación, la explotación de menores, el lenocinio, el fraude, todas las conductas que dañan al ser humano en su dignidad y en su integridad física y sicológica. Lejos de avanzar en ese camino, cada vez se añaden nuevos delitos a los códigos, que en muchas ocasiones quedan en manos de una burocracia corrupta: magistrados, jueces, agentes del Ministerio Público, policías, ejército y gobierno.
La crueldad de las masas
Del otro lado de la moneda, las masas siempre han gozado con el sufrimiento. Desde el circo romano en que los leones destazaban a las víctimas, los esclavos, fueran o no cristianos, hasta el día de hoy en que los espectáculos de sangre son los favoritos como el box y la lucha libre. Así como los cristianos alimentaron muchas funciones en el Coliseo, México es aficionado a los toros, un espectáculo que las sociedades de protección a los animales condenan. Lo mismo en los gallos que en los palenques son de las diversiones más sanguinarias.
De las barriadas más pobres de México, de Tepito, de la Guerrero o de la Bondojo salen los boxeadores, los ''Santos" y ''Blue Demons" de la lucha libre, los campeones sin corona, la carne de cañón que va a saciar los instintos de la multitud que grita al igual que en el tiempo de los romanos: ''Sangre" y ''Mátalo".
En nuestro país, la indiferencia ante el dolor va del brazo de la pobreza y también de la ignorancia. En las grandes ciudades, la indiferencia se agudiza. En el Distrito Federal, cuántas veces pasamos al lado de un hombre tirado en la calle y no lo auxiliamos, al cabo ''šes un borracho durmiendo la mona!" y nos seguimos de frente. Lo que en cualquier otro país sería un escándalo, aquí constituye la norma.
Los niños de la calle son hoy por hoy nuestro paisaje urbano. Las Marías que en la esquina blanden sus chicles o sus kleenex también son pinceladas de color, sobre todo las mazahuas con sus trenzas tejidas de colores y sus niños en brazos, la cabeza cubierta con un vistoso gorrito de olanes.
No sólo en Chiapas la gente muere de enfermedades curables como lo dijo el subcomandante Marcos; en toda la República son pocos los que tienen acceso a los hospitales del Estado (y mucho menos a los privados). Por la falta de medicamentos específicos en estas instituciones, muchas veces los médicos suministran placebos. Recuerdo a una paciente de siquiatría a quien se le daba en la noche para dormir una ''concha", un pan generoso de cubierta blanca y cuadriculada que hizo las veces de tranquilizante. No había Valiums o Paxils y ningún antidepresivo resultó más eficaz que la ''concha", bendita entre todos los ansiolíticos.
El dolor en los niños es quizá el más angustiante de todos porque el infante no sabe decir qué le duele y dónde exactamente le duele, mucho menos cómo le duele.
Las cuatro preguntas básicas: ''Dónde, cómo, cuándo y por qué" quedan sin respuesta. El niño cree que el adulto por el solo hecho de serlo puede quitarle su sufrimiento, y para nuestra desgracia, se equivoca. Seguramente no hay nada más difícil de sobrellevar que ver a un niño claveteado de sondas en terapia intensiva.
El amor
El dolor nunca es totalmente físico, todo ser que sufre se siente aislado. Hubo un experimento de niños abandonados en Italia, en dos salas. En una sala, aunque se alimentaba y se cambiaba de ropa a los bebés y se les mantenían aseados, no se les hablaba ni se les acariciaba, no había contacto físico. En la otra sala, se les besaba, cantaba y manifestaba cariño. Los niños no acariciados comenzaron a morir y las autoridades suspendieron el experimento.
Muchos aprueban la idea de que el dolor es aprendido. Las mujeres obreras y campesinas aguantan mejor el dolor porque están acostumbradas a trabajar muy duro en comparación de las ricas, según informaciones dadas en hospitales y maternidades. Las indígenas acostumbran acuclillarse y recibir ellas mismas al hijo que cae entre sus manos, en esa misma postura expelen la placenta y todavía cortan el cordón umbilical. En cambio las ''rotas" o ''catrinas" aúllan como si las llevaran al matadero. Muchos ginecólogos saben menos que las parteras por su experiencia y su sentido común.
Las parteras de Juchitán, Oaxaca, por ejemplo, son extraordinarias porque logran a base de masajes en el vientre de la madre poner de cabeza al niño ''que viene sentado" y facilitar el parto.
Sobre estas parteras se han escrito libros en México y en Estados Unidos.