Bernardo Bátiz Vázquez
Los sótanos de la política
EN 1978, MARIO GUERRA Leal escribió un libro extraño, una especie de confesiones al estilo Rousseau o San Agustín, con un nombre muy descriptivo: La grilla, los sótanos de la política mexicana. En esa obra escrita en la cárcel, Guerra Leal, con una combinación de ingenuidad y cinismo, difícil de discernir en qué proporciones, relata con sumo detalle incidentes diversos de la política mexicana de los que fue actor o al menos testigo muy cercano.
Entre los varios grupos y partidos en los que anduvo se encuentra el PARM, Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, del que fue secretario general cuando era su presidente el general Juan Barragán.
Muchas de las bajezas políticas que relata se refieren a este partido político, sus ligas con la Secretaria de Gobernación y los usos que de él hacía el gobierno.
Verdaderamente los sótanos de la política nacional, dinero para la subsistencia del supuesto partido y sus dirigentes, rendición de cuentas sobre actividades supuestamente de oposición a funcionarios menores del gobierno, actas falsas para acreditar supuesta militancia y otras lindezas por el estilo.
Pues bien, es a ese partido político -resucitado por obra y gracia de su creador, el gobierno- que fue a dar Porfirio Muñoz Ledo, político destacado digno de mejor suerte que fue, al final de su larga carrera en la vida pública del país, a dar con sus huesos en los sótanos de la política que son, como lo dice Guerra Leal, lo peor de lo peor, puesto que la política de por sí no es muy oreada ni saludable en las plantas altas, menos lo ha de ser en las que están en el subsuelo.
El Partido Auténtico de la Revolución Mexicana fue en su momento empleado por el presidente Adolfo Ruiz Cortines para complacer a su amigo el general Jacinto B. Treviño; después recibió el regalo de Gustavo Díaz Ordaz de los diputados de partido, a pesar de que no alcanzó 2.5 por ciento de la votación que se exigía para tener derecho a curules en el Congreso; durante años, se enviaban descontentos que no tenían cabida en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para que fueran candidatos por el PARM.
Un verdadero partido nunca lo ha sido, no podemos decir que haya obtenido alguna vez legítimamente su registro, puesto que cada vez que lo ha perdido y lo ha recuperado ha sido con el apoyo abierto o secreto de la Secretaría de Gobernación.
En 1988 tuvo un destello de independencia al postular a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para presidente de la República, pero pronto se distanció de este dirigente, perdió el registro nuevamente y volvió a sus malos pasos.
Porfirio Muñoz Ledo, que tan brillantemente inició la 57 Legislatura federal como dirigente del grupo parlamentario del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fue descuidando su relación con sus colegas, actuó como le gusta a él, por su cuenta y para su propio lucimiento, y se olvidó -a pesar de que muchos se lo trataron de recordar- de que era además de un tribuno brillante, el dirigente de un equipo; esto último nunca lo asumió plenamente.
Es una pérdida para la política nacional que, por fallas de personalidad, talentos como el de Porfirio Muñoz Ledo, y en su momento como el de Mario Guerra Leal, vayan a parar al cuarto de los trebejos políticos.
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