JUEVES 11 DE MAYO DE 2000
Almas en venta
* Soledad Loaeza *
EL DIABLO ESTA disfrutando la campaña electoral mexicana más que nadie, y es probable que sea uno de los grandes ganadores si no es que el único. Sin comprometerse con ninguno de los tres candidatos que tienen más probabilidades de ganar, Francisco Labastida y Vicente Fox, la Presidencia de la República, y Andrés Manuel López Obrador el gobierno del Distrito Federal, en estos momentos el único problema que tiene el diablo es decidir cuál de las tres almas en venta le gusta más: uno le ofrece pecadores empedernidos, otro, nuncios, obispos y amplia variedad de palios y sotanas, y el tercero un pueblo anónimo que trae bajo el brazo el autoritarismo de siempre, el mismo que le conocimos a Luis Echeverría.
La prueba contundente de que la competencia electoral en México es una realidad es que cada uno de estos tres candidatos ha recurrido a lo peor de su propuesta o de su partido con tal de ganar, y medidas extremas como estas sólo pueden ser el resultado de una evaluación extrema de la situación. Los últimos cambios de estrategia o actos de campaña ųque bien podrían ser espasmos de desesperaciónų de Labastida, Fox y López Obrador, revelan que cada uno a su manera ha concluido que no tiene la victoria al alcance de la mano: el priísta y el panista están disputándose los puntos de diferencia que pueden corresponder a votantes indecisos, y el perredista en el Distrito Federal está tratando de imponerse a una ley que si se aplica podría costarle la candidatura.
Es interesante que estos candidatos crean que su resto está en movimientos que si se miden con criterios democráticos serían más bien su talón de Aquiles . La credibilidad del voto por Francisco Labastida es un rehén de la mala reputación de mucho viejo priísta que ha sido llamado a filas recientemente; Fox ha arrojado sobre sus promesas de un país sin autoritarismos el tenebroso manto del México ultramontano, que tanto trabajo le costó sacudirse al PAN; y López Obrador ha recurrido a los llamados a la extralegalidad, tan caros al PRI del que proviene, que han sido una y otra vez utilizados por el PRD en nombre de una democracia popular que ya no se entiende más que como grito y manotazo; sin importarle demasiado que este recurso nutra el arraigado cinismo hacia la ley que queremos superar.
Lo más alarmante del giro que han tomado estas campañas y sus candidatos es que dice más de ellos mismos que de los votantes. Es decir, es de suponerse que los consejeros de Labastida, Fox y López Obrador hayan indicado a cada uno de ellos que ha llegado el momento de apelar a los instintos básicos del electorado; ahora bien, lo que han hecho es poner en juego lo que cada uno de ellos cree que son estos instintos básicos y al hacerlo han dejado al descubierto la condescendencia o el desprecio que les inspiramos los ciudadanos. El que no nos ve como una colección de amnésicos, cree que obedecemos las instrucciones de obispos que no se han distinguido ni por su inteligencia ni por su sabiduría; y el tercero considera que estamos dispuestos a dejarnos gobernar por alguien que considera que la ley le estorba. Esta consideración también presupone que somos una colección de amnésicos, porque la historia del México autoritario es una de decisiones que se toman por encima de la ley y en nombre de los intereses superiores del pueblo o de la nación. Baste recordar como ejemplo de este desafortunado hábito el argumento detrás del concepto del ''fraude patriótico''.
Ante la perspectiva de la derrota López Obrador, Fox y Labastida están radicalizando su mensaje y su propuesta; su objetivo es atraerse más votos, pero esta estrategia no está libre de riesgos: por una parte, es probable que afiance la decisión del votante duro de cada partido que de todas formas ya sabe por quién va a votar; por otra, en cambio, puede ahuyentar a los moderados y a los indecisos que preferirán optar por partidos más pequeños cuyas perspectivas de triunfo son menores, pero que han logrado sustraerse a la polarización que está devorando a los partidos más grandes. La radicalización de los candidatos del PAN, del PRD y del PRI también está creando condiciones propicias para el abstencionismo, pues habrá votantes que quieran escapar a las tensiones que genera una atmósfera política crispada y preferirán quedarse en su casa, bien porque no les gusta ninguno de los candidatos más fuertes, porque no quieren sentirse responsables de un resultado riesgoso o porque creen que no tiene caso votar porque la polarización ha inutilizado su voto. Lo peor para los candidatos sería que a cambio de su alma el diablo les entregara una mayoría de ausentes y desertores. *