MIERCOLES 10 DE MAYO DE 2000
Falleció Pita Amor, musa y reina solitaria
El nombre de la poesía
César Güemes Ť Reina solitaria de un medido castillo de palabras, sonetista, rigurosa decimera, musa de pintores cuando en el mundo las había, se limitó a decir, desde el trono que conformaba una silla de madera al centro de la sala de su casa: "La poesía soy yo".
Pita Amor, por nombre de pila Guadalupe, falleció la noche del pasado lunes por un revés de sus pulmones aquejados de neumonía.
Pero antes, con su característica certeza, caminó desde muy joven por las calles de México, en la que nació el 30 de mayo de 1918. No es difícil descubrir en su etapa formativa, en colegios católicos de esta ciudad y de Monterrey, la relación que guardaba con su particular dios y cómo lo llevaba a su trabajo poético: "Dios, invención admirable,/ hecha de ansiedad humana/ y de esencia arcana,/ que se vuelve impenetrable./ƑPor qué no eres tú palpable/ para el soberbio que vio?/ ƑPor qué me dices que no/ cuando te pido que vengas?/ Dios mío, no te detengas,/ Ƒo quieres que vaya yo?". La duda metafísica, que pocos alcanzaron a ver en ella, la definiría para sus casi 82 años de existencia.
Hubo un lapso de su vida que portó, como toda arma, un paraguas que llevaba perpetuamente cerrado. Pero eso fue después. Antes, a los 26 años, dio a conocer el libro que sentaría la base de su trayectoria literaria, Yo soy mi casa. A él le siguieron otros poemarios: Puerta obstinada, Círculo de angustia, Poesía, Décimas a Dios, Otro libro de amor, Todos los siglos del mundo, Las amargas lágrimas de Beatriz Sheridan, Sonetos y La manzana de Mar-tha Chapa, que edita justamente 60 años más tarde del que fuera su libro incial.
Fue el ánima de toda su generación en la escuela de Mascarones, donde entonces la UNAM impartía la carrera de filosofía y letras. Los que la conocieron entonces, los que la retrataron a mano o con cámara fotográfica, dejaron constancia de una mujer con mirada y sonrisa cómplices, el rostro diseñado a partir de sus enormes ojos y el cuerpo de modelo, modelado a mano, en un tiempo en que hablar de "aerobics" era tan hilarante como hablar de los marcianos que no llegaron nunca salvo en un chachachá.
Sin temor a las palabras, en el México apenas posterior al cardenismo, enarboló sin saberlo muchas formas de lo que después se llamaría, ya en aras de distintas causas, liberación femenina. A mitad del patio de Mascarones varios de sus contemporáneos la recuerdan con su grito de guerra, que al paso de pocos años llegaría a ser santo y seña de los cines de tres por una: "šYa llegué, cabrones!".
Pero no sólo era ésa Guadalupe Amor. Había otra, secreta y silenciosa, que armaba con paciencia y con Quevedo y Góngora y Sor Juana en el hombro, sus cuidados textos.
Asoledada, ella que tantos y tantos amigos tuvo, bajó la cortina de su cotidianeidad y se amuralló en su departamento de la colonia Juárez. Hasta ese sitio de regular iluminación trasladó el reino que una vez fue de carne y hueso para convertirlo en un palacio imaginario. Es verdad que sus tantos y tantos amigos comenzaron a dejar de verla por razones que no vienen al caso, pero que mucho tienen que ver con la madurez en firme de una firme belleza y un innegable talento para el verso.
Escribió, como una suerte de presagio, sobre un hecho conocido e inevitable: "No creo en ti, pero te adoro./ šQué torpeza estoy diciendo!/ Tal vez te voy presintiendo/ y por soberbia te ignoro./ Cuando débil soy, te imploro;/ pero si me siento fuerte,/ yo soy quien hace la suerte/ y quien construye la vida./ šPobre de mí, estoy perdida,/ también inventé mi muerte!". El presagio la llevó este martes al Panteón Francés, mientras su obra espera el homenaje que se prepara ya para finales de mayo en Bellas Artes.
Y hubo un tiempo en que Amor paseaba por las calles de la Zona Rosa, ya una señora de edad, el pelo recogido en una pañoleta, una bolsa de mano al mejor estilo de los años 50 colgando de su antebrazo izquierdo, con un atuendo multicolor, espantando demonios a paraguazo limpio. No la verán más las rosadas calles. Caminarán a sus anchas los demonios que jamás consiguieron franquear los torreones y el foso con educados caimanes que la resguardaban.
Ť Biógrafo de la poeta y autor de La undécima musa
La muerte de Pita Amor, luto para todo México: Schuessler
Ť Ojalá ahora sí se le haga justicia a esa figura nacional, dice
Ť Bañuelos: muchos volverán los ojos a las formas clásicas
Arturo Jiménez Ť Con Pita Amor muere una de las más grandes poetas mexicanas del siglo XX y, a la vez, una de las más olvidadas, a decir de su biógrafo Michael Schuessler, especialista en literatura latinomericana, quien agrega:
''La verdad, debería ser como un día de luto para todo México. Y ojalá, como ha sido siempre en ese país, por lo menos después de su muerte se le haga justicia. Es lo mismo que pasó con Frida Kahlo, con Tina Modotti y con tantas grandes mujeres mexicanas", señala desde Los Angeles.
Schuessler (Bloomington, Indiana, 1967), quien estudia becado en la Universidad del Sur de California pero vive en la ciudad de México desde hace varios años, es autor de La undécima musa. Guadalupe Amor (Diana, 1995).
''Todo México -continúa- debería lamentar el deceso de esa gran escritora. Los mexicanos deberían hacer buena memoria, ser honestos y no apreciar u odiar al personaje de Pita Amor, sino respetar, estudiar y, más que nada, leer su obra literaria."
Ella, dice, ''fue una figura muy controvertida porque no se dejó, como muchas mujeres mexicanas. Siempre luchó por ser fiel a sí misma. Por fortuna, tuvo el apoyo de grandes escritores mexicanos, como Alfonso Reyes. Tuvo también que combatir contra otros, como Salvador Novo, quien hablaba de ella en algunos sonetos que mucha gente conoce".
Confía Schuessler: ''Estoy muy triste de haberme enterado de su muerte, aunque sí vivió una vida muy larga y, como me dijo una vez: algunos viven la vida y otros la muerte, a mí me tocó la suerte de entrar por la salida".
El biógrafo cuenta anécdotas, como la de que Pita tuvo un programa de televisión, ''donde declamaba la poesía de San Juan de la Cruz con un escote que le llegaba hasta el ombligo, lo cual despertó el horror de la Liga de la Decencia, que trataba de censurar la emisión''.
Y destaca: ''Pita Amor, en cierto sentido, fue víctima de su propio personaje, que ella misma creó. Por lo mismo, fue en algún modo ninguneada por el mundo intelectual. Aunque también tuvo admiradores, como Reyes, quien dijo: nada de comparaciones odiosas, aquí se trata de un caso mitológico.
''O José Gaos, quien le escribió unos versos muy halagadores. De modo que, si no ha sido así, ahora es el momento de volver la vista atrás y de leer con cuidado la obra de Pita Amor.''
El eco de su poesía
También los poetas comentaron sobre la muerte de Pita Amor. Juan Bañuelos, por ejemplo, dijo que la trató un tiempo, junto con Rosario Castellanos. "Ella era muy joven, íbamos a su casa, era una persona que dominaba la métrica, la versificación, y dejó libros bastante estimables.
''Con su lamentable fallecimiento, muchos poetas volverán los ojos a las formas clásicas, pero dándole una visión contemporánea. Ella fue de las primeras mujeres que practicó la libertad, fue de las primeras en ejercer la libertad sexual. Estuvo en contra de la mojigatería de los años cuarenta y cincuenta."
Ricardo Yáñez, por su parte, resume: ''Se sentirá la ausencia de un personaje nacional. Es uno de los más importantes y representativos de una época de la cultura nacional. Eso es muy claro. Y lo otro es que a mí lo que me gusta de Pita Amor son sus décimas."