La Jornada miércoles 10 de mayo de 2000

Arnoldo Kraus
Frontera norte

Por el sur nos penetra México. Hacia el norte, ni geografía, ni historia perdonan: el Tercer Mundo es nuestro habitat. Somos, hacia abajo, pero no muy abajo, digamos Guatemala, cabeza de ratón. Hacia arriba, Ƒcola de león? Que cada quien se cuente su historia. Desde la de líderes en tratados de libre comercio y signatarios de todos los acuerdos de derechos humanos hasta las historias de la operación Guardián. Sí: que cada quien invente y narre su historia. Total, a los guatemaltecos refugiados les entregamos constancias de ciudadanía, mientras que a los mexicanos, los obligamos a emigrar.

Un migrante es un gran compatriota. Es una buena causa. No importa que se les obligue a malvenderse ni que contraigan síndrome de inmunodeficiencia adquirida durante su estancia en Estados Unidos. Tampoco inquieta que arriesguen, al cruzar la frontera, lo único que les pertenece, su vida. Un migrante, forzado, expelido, es un mexicano que no produce problemas: envía dinero, carece de seguro, es incensable, el hambre y la miseria no lo llevan a cometer violencia en su país, ni procrea, no existe. Son mexicanos no contaminantes. No en balde se aboga por ellos: así lo atestiguan los discursos de la señora Green.

Es difícil saber la esencia de la operación Guardián y sus propósitos reales. Las mentiras saltan a la vista: a la economía estadunidense le beneficia la mano de obra mexicana y la economía nacional requiere del dinero, por más desangrado que llegue, de los trabajadores migratorios. Entonces, Ƒcuáles son los objetivos de la operación Guardián? Puede jugarse con varias hipótesis. Ninguna responde.

Cleansing es un término demasiado racista y crudo que no corresponde a un Estado multiétnico, en cuya guardia fronteriza, sin duda, laboran no pocos descendientes de mexicanos. Buena fe, esto es, evitar que los indocumentados intenten llegar a EU, es irrisorio. La depauperización de las mayorías en nuestro país salta a la vista: bien vale arriesgar la vida en los desiertos californianos o en el cauce del río Bravo con tal de dignificar y permitir la supervivencia de la familia. El desempleo en EU ha alcanzado su índice más bajo en los últimos cincuenta años y los mexicanos ilegales suelen realizar trabajos no gratos para los oriundos, por lo que esta no es una explicación satisfactoria. Tampoco convence limitar la ilegalidad, a pesar de que la comunidad latinoamericana ha crecido numéricamente y su influencia es cada vez más importante.

Es, en suma, complejo, saber por qué se instrumentó este dispositivo y los motivos por los cuales las protestas de nuestro gobierno han sido tan débiles. ƑComplicidad soterrada?

Lo que es claro, en cambio, es que la operación Guardián en California y acciones similares, han obligado a los trabajadores migratorios a buscar rutas más peligrosas para ingresar a EU. Desde hace tiempo, los rotativos han dado cuenta de muertes por congelamiento, deshidratación o asfixia, todas ellas, producto de la desesperación de los connacionales empobrecidos y consecuencia de las políticas antimigratorias de nuestros vecinos. Los decesos no notificados -los trabajadores migratorios pueden ser transparentes- deben encontrar el fin por rutas terriblemente dolorosas.

Según Claudia E. Smith, directora del Proyecto Fronterizo (La Jornada, mayo 6), a partir de 1995, en California, "las muertes se incrementaron en 400 por ciento durante los últimos cinco años". Smith también anota que "en 1995, la Patrulla Fronteriza pronosticó un descenso marcado en las detenciones al final de cinco años. Pasó todo lo contrario. Los cruces simplemente cambiaron de sitio. Estadísticas liberadas por la Patrulla Fronteriza demuestran que de 1995 a 1999, las detenciones a lo largo de la frontera suroeste aumentaron en 57 por ciento -aproximadamente 500 mil arrestos más".

La miseria y la desesperación han generado polleros, traficantes de seres humanos y una política ciertamente deshonesta y amoral por parte de Estados Unidos, pues a la vez que orillan a la muerte a indocumentados, los contratan en condiciones no siempre competitivas en infinidad de oficios. En la mayoría de los estados sureños, la mano de obra mexicana se ha vuelto imprescindible y es factor indispensable para llevar a cabo la cosecha de frutas y verduras en Florida, Texas y California.

Sin embargo, ni los dobles estándares morales de los estadunidenses, ni los polleros, son el corazón del problema. El brete fundamental es el mismo de antaño, agravado por el paso del tiempo: nuestro gobierno no sólo ha sido incapaz de emplear a sus connacionales sino que es inepto en defenderlos o evitar sus muertes. Mientras que por el sur nos penetra México, hacia el norte exportamos seres que se convierten en divisas o en cadáveres.