Bernardo Bátiz Vázquez
De presos a presos
En el penal de Ciudad Netza-hualcóyotl se impidió el paso a varios legisladores federales que pretendían visitar al general del Ejército Mexicano, José Francisco Gallardo Rodríguez, preso por haber propuesto el establecimiento de un defensor de los derechos humanos en las fuerzas armadas. Como si los militares no tuvieran derechos humanos, al estilo del gobernador del estado de México, quien declaró que los delincuentes no tenían garantías básicas, se le persiguió imputándole diversos delitos, unos después de otros, de tal modo que si se libraba de unos, lo tenían encarcelado por otros.
Quien no permitió la visita al general, considerado en realidad como un preso político, fue el subdirector de Readaptación Social del estado de México, a pesar de que los diputados visitantes acreditaron su interés, por ser parte de una comisión de la Cámara, investigadora de violaciones a derechos humanos.
El incidente, propio de un gobierno autoritario, encabezado por un gobernador proclive, como lo mostró desde su campaña al menosprecio de los derechos de quienes no considera "humanos", hace un claro y chocante contraste con el trato que se les da a otros presos, con más buena suerte o con mejores "contactos" que el general Gallardo.
A la joven Paola Durante, acusada por la Procuraduría del DF de complicidad en el homicidio de Francisco Stanley, a pesar de que su caso y declaraciones de inocencia son usadas para golpear al gobierno citadino, se le permite que la entrevisten los reporteros de televisión, prácticamente sin restricción alguna y siempre después de peinarse y pintarse.
A otro involucrado en ese mismo asunto, al testigo de apellido Valencia y conocido con el sobrenombre de El Flama, se le permitió en una cárcel poblana, declarar ante un notario y ante cámaras de televisión, sin que para ello hubiera dificultad oficial alguna, como si lo que a él se le toleró, permitió o quizás exigió, fuera la práctica cotidiana con otros procesados.
Pero el contraste más radical lo encontramos en el mismo estado de México, en la cárcel de Almoloyita, en donde se pudo celebrar una boda de un familiar del presidiario Raúl Salinas de Gortari, con todo y cura, banquete, invitados y no sé si (pero no lo dudaría) con músicos y baile.
La diferencia no podemos dejarla pasar sin este comentario: para el gobierno del estado de México, que tiene bajo su custodia al digno general Gallardo y al hermano del ex presidente, los presos no son todos iguales, el trato es evidentemente disparejo y por tanto injusto; al crítico del gobierno, nada, que no se le visite, ni siquiera por diputados federales; en cambio, al sentenciado por la muerte de Ruiz Massieu, al que usaba diversos nombres para sus innumerables cuentas, al que aprovechó su cercanía con el presidente para grandes negocios y fabulosas empresas, todo lo que pida.
ƑQué dirán los demás presos de Almoloyita?, quizás nada, porque han de estar convertidos en sirvientes del preso potentado, pero qué dirán los demás presos de todas las demás cárceles, Ƒhay justicia? Ƒhay trato igual? o Ƒhay de presos a presos? Como le atribuían a un presidente liberal del siglo pasado, "a nuestros enemigos, justicia, a nuestros amigos, justicia y gracia". No hay duda, para donde se voltee la cara, algo anda mal; el cambio por un México mejor es cada vez más apremiante.