La feria de las mentiras a tambor batiente viene bajando, si no por las calles sí por las pantallas. Ilusión tras ilusión, el triste "voto útil" gana adeptos entre quienes teniendo vocación democrática y progresista, ven la forma en vez del fondo. En el mismo tenor, el espejismo de la recuperación policiaca de la unam en huelga, podría quedarse chiquito ante el nuevo ensayo de embaucamiento a las buenas conciencias: la "recuperación" militar y policiaca de los Montes Azules, y de paso la totalidad de la Selva Lacandona.
Ya empezó el desfile de abajo firmantes en defensa del pulmón tropical, confundiendo los árboles con el bosque. En la feria de las mentiras, entre el humo y el miedo, los tontos útiles tienden a crecer en número, y decrecer en discernimiento crítico. La inconsciencia social se adormece y tranquiliza con el auxilio de una aparente conciencia ecológica, académica o legalista.
Tras la maleza del apantallamiento, las plazas de centenares de pueblos en Guerrero, Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, Puebla, y no sólo Chiapas, un día sí y otro también son ocupadas por tanques artillados apuntándoles a los indios. Aunque no salga en los periódicos, o salga pero sin contexto.
El miedo se refugia en lo que parece principio de orden y deja la justicia en segundo plano, si alguno. Mas como dice un corrido fronterizo: "Ténle miedo al cobarde". Es el más destructivo.
La boyante industria de complicidades mezcla chantajes morales, manipulación mediática e información disfrazada. El sistema político vigente, con tal de conservar el poder, está dispuesto a perderlo en manos de la derecha civil y eclesiástica, la militarización y/o el crimen organizado de los narcos y los bancos. De todos modos, la patria está en venta. Ese es el negocio que cuidan.
El problema no son los árboles que se queman o talan, ni las rebeliones de los de abajo sino, de tan obvio duele decirlo, las condiciones que hacen posible que eso suceda.
Los destructores de las selvas no son los indígenas, sino los buscadores de oro (o sea petróleo, uranio y maderas preciosas). Los verdaderos destructores del orden no son los pueblos que se rebelan, sino el sistema que los aplasta, los mata, los expulsa y los explota.
Para quién, y para qué, se "recuperan" en
el México del pri a-como-dé-lugar las cosas y los lugares.
La "protección" de los caminos, la enseñanza pública,
los recursos naturales propiedad del pueblo mexicano, y de una democracia
que está por verse, en su trampa lleva los ingredientes de nitroglicerina
que alimentan esta feria de las mentiras.