LUNES 8 DE MAYO DE 2000
Ť Octavo padecimiento de primavera
Pésima lidia a fuerte encierro de La Misión masacrado en varas
Ť Dóddoli no redondeó Ť Llaguno, gravemente corneado Ť López Chávez, detalles
Lumbrera Chico Ť Tan desacostumbrado está el público de la Plaza México a ver salir por toriles reses con edad y trapío, gracias a la connivencia de la delegación Benito Juárez con la empresa, que en cuanto salta a la arena un toro normal, es decir, con la presencia de los cuatro años y las astas íntegras, se desgrana la ovación de los pocos despistados que, todavía, asistimos al desolado coso.
Ya podrá el veleidoso cartelito que la empresa coloca sobre la puerta de chiqueros anunciar cuatro, cinco o más años de edad, que el astado que esté siendo lidiado (?) exhibirá por sí mismo la edad y los problemas que ésta trae consigo, independientemente de la bravura y el estilo que acuse.
Y como entre la torería mexicana se ha perdido la costumbre de enfrentar toros, en cuanto éstos salen los problemas se multiplican, no tanto por la fiereza relativa de los bureles cuanto por las limitaciones técnicas que entraña lidiar exclusivamente novillos, trátese de matadores o de subalternos -ayer mal bregando y peor banderillando, a excepción de un par de Alfredo Acosta- quienes de inmediato acusan los efectos de tan nefasta costumbre.
Si a lo anterior se añade la cantidad de corridas toreadas que traen los diestros que han tenido oportunidad de venir a la México, de milagro no hemos visto un percance más serio que el de Juan Pablo Llaguno en lo que va de tan absurdo serial.
Seriedad para los modestos
Es una verdadera pena que la afición capitalina no pueda ver -gracias a los criterios empresariales que están acabando con el espectáculo taurino en el país- a las figuras frente a corridas como la de La Misión, que podrán ser bravas, mansas, ásperas o sosas, pero que por su edad exigen un desempeño torero de otro nivel.
Así, como al primer espada Francisco Dóddoli apenas el martes pasado le notificó la empresa que toreaba el domingo y que además debía confirmar, por el mismo sueldo, las alternativas de sus alternantes, decidió sustituir la tauromaquia por los recursos peores en varas.
Dos de los tres toros que enfrentó -por el percance de Llaguno- fueron alevosamente picados, barrenándolos y tapándoles la salida luego de multipuyazos con la descomunal puya aprobada por las inefables autoridades.
ƑEl resultado de este abuso? Que Dóddoli se quedó sin toros, al rodar por la arena, semimuertos, luego de dos o tres muletazos. Las reses -segunda y quinta- conservaron calidad pero escasas fuerzas por el tremendo castigo recibido.
Juan Pablo Llaguno, de origen sevillano pero nacionalizado mexicano, ya con 32 años, y cuatro toros toreados en un año ocho meses de matador, estuvo empeñoso y valiente pero sin decir nada, rasgo que lo caracterizó desde novillero.
El que abrió plaza, Copetes, abierto de cuerna y con 470 kilos, llegó a la muleta regateando las embestidas, por lo que Llaguno decidió ponerse allí, donde los toros con sólo estirar la cabeza prenden al torero. Al intentar un natural fue cogido aparatosamente por la chaquetilla y zarandeado hasta ser despojado de ella.
Sin verse la ropa y sobre todo sin ver el sentido que el toro había desarrollado por el pitón derecho, Juan Pablo volvió a intentar, sin mayor fruto, el toreo en redondo. Se tiró a matar y tras sepultar todo el acero fue nuevamente prendido en el embroque, ahora por la ingle derecha, donde recibió una fuerte cornada penetrante de vientre.
El tercer espada y segundo alternativado fue el español Domingo López Chávez (Salamanca, 01.06.77), quien al igual que la mayoría de sus paisanos exhibió técnica y oficio, así como un buen toreo de capa al ejecutar la verónica. Inició muy bien la faena a su primero con trincherazos y de la firma, para luego dejar que se perdiera en detalles sin hilación. Menos aún fue lo que pudo hacer con el sexto, pésimamente lidiado, por lo que algún maloso comentó: "Lo que la México no da, Salamanca no presta".