La Jornada domingo 7 de mayo de 2000

PAGINA 9 Ť Lourdes Galaz
Cárdenas cambió el ánimo

Ť La Alianza por México, en la contienda real Ť El ejército aliancista se prepara para la guerra Ť Los generales regresaron al frente Ť La directiva del PRD, fuera de la campaña

Dicen que Cuauhtémoc Cárdenas releyó a Sun Tzu y días después llegó al encuentro con los presidenciables en el WTC a dar muestras de que tiene conciencia clara de sus objetivos y que sabe cómo replicar al enemigo. Cuentan que el candidato de la Alianza por México entendió que existía confusión en el ejército de perredistas y sus aliados, que se había equivocado en la elección de quienes tenían el mando de oficiales y tropa, que el avance hacia la victoria requería de un ejército con la moral alta y de generales competentes... El arte de la guerra es un clásico de la ciencia política muy de moda en tiempos electorales. Cárdenas cambió el ánimo y modificó la estrategia. No más ir y venir de pueblo en pueblo. "El tlatoani no anda en campaña... anda de despedida", se decía en mítines y reuniones del presidenciable, corría la versión por todo el país. Y en el PRD la directiva se desentendía, se evadía en viajes por el país y al extranjero, se enfrascó en luchas internas por el poder. Ante el previsible hundimiento de la campaña cardenista, hasta los más cercanos se alejaron y las ratas comenzaron a abandonar el barco. Con todo, el partido que surgió luego de la guerra electoral de 1988, celebró sus once años siendo gobierno en la cuarta parte del país. Es primera o segunda fuerza electoral en 14 estados del país, y con alianzas locales y de partidos nacionales tiene el poder en Tlaxcala, Baja California Sur, Zacatecas, Nayarit y en la administración de la ciudad de México, la más grande del mundo. Tiene ganados 286 ayuntamientos, 14 escaños en el Senado, 116 curules en la Cámara de Diputados y decenas de lugares en los 32 Congresos estatales.

ilustraci—n central El perredismo no es poca cosa como fuerza política en escala nacional, con todo y los 12 años de acoso -los primero seis, en el salinismo, los más difíciles-. Los golpes más duros al PRD han sido internos. El cambio de directiva el año anterior, cuando el relevo de Andrés Manuel López Obrador, escindió, desmoralizó, deterioró y deslegitimó al partido y toda una década de lucha por la democracia. Ahora mismo la dirigente nacional, Amalia García, reconoce que la controvertida elección interna de hace un año afectó severamente al partido. No acepta, claro, que el mismo Cárdenas, López Obrador y Ricardo Monreal intentaron imponerla como presidenta nacional. Hay evidencias, pruebas de aquellos errores que todavía no están del todo superados. Y el perredismo con Cuauhtémoc Cárdenas llegó a la campaña electoral del 2000 como un ejército fatigado, sin pertrechos y con la moral baja... sin fuerza para la guerra. Tres años antes, en las elecciones de 1997, el PRD sumó 7 millones 548 mil 986 votos, 26 por ciento de la votación nacional, y con Cuauhtémoc Cárdenas ganó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Rosario Robles, la hoy gobernadora, coordinó a un ejército de miles de cuadros partidistas que con las brigadas del sol cubrieron todo el país. Ciertamente las cosas han cambiado en la contienda actual. Cuauhtémoc Cárdenas es el candidato de una coalición y el PRD no ha sido el eje central de la Alianza por México. Hasta hace unas semanas, Cárdenas y su equipo cercano (Adolfo Gilly, Julio Moguel, Pedro Etienne y en los últimos tiempos Paco Ignacio Taibo II e Imanol Ordorika) hicieron la campaña presidencial que, por decisión personal del candidato, coordinó Lucas de la Garza, amigo cercano de la familia. A 60 días de la elección, con las encuestas en contra, con un partido en crisis, sin acuerdos en la directiva nacional, con fisuras por todo el país luego de las convenciones para sacar las listas de candidatos a diputados y senadores, sin consensos con las organizaciones que dieron su aval a la Alianza por México, Cárdenas decide con su equipo de campaña reunir a los cuadros y líderes del perredismo y organizar la estrategia sumando todas las fuerzas.

La Alianza por México toma el control operativo de la campaña de su candidato presidencial. Tiene la responsabilidad en la organización electoral y de promoción del voto. Se decide entregar la coordinación y el mando al perredista Jesús Ortega (candidato al Senado por la vía plurinominal) y al ex priísta veracruzano Dante Delgado (también candidato a senador de mayoría), dirigente de Convergencia por la Democracia. Con la nueva estrategia, anunciada en el gran mitin del Zócalo capitalino para apoyar a López Obrador y celebrar los 11 años del perredismo, Cárdenas y su equipo intentan levantar la moral del ejército de militantes que le aseguran a la alianza 20 por ciento de votos duros (18 por ciento del PRD y 2 por ciento de sus aliados) y aprovechar el desconcierto que se advierte en las filas del PAN y del foxismo ante el embate del PRI-gobierno. Los aliancistas emprendieron ayer, con buen éxito por cierto, la Jornada Nacional de Propaganda. La meta es movilizar a un millón de activistas en seis semanas, que lo mismo coloquen mantas y calcomanías por las calles que realicen promoción del voto casa por casa en las 64 mil secciones de los 300 distritos del país. En 1997, el empeño de las brigadas del sol aumentó en 10 por ciento la votación a favor del PRD. En el 2000, los estrategas de la alianza estiman que el trabajo de los brigadistas colocará a su candidato presidencial en posición equiparable a la de los adversarios que las encuestas y la publicidad ya dan como ganadores. Colateralmente al trabajo de organización electoral y de promoción del voto, la nueva estrategia incluye un cambio radical en el programa de trabajo del presidenciable y en la publicidad de la campaña. Se presentará a Cárdenas en grandes mítines, en auditorios de universidades, lo promoverán fuera del país y los mensajes publicitarios fortalecerán ante los electores potenciales la personalidad del candidato... En El arte de la guerra se lee: "la organización, la autoridad, la promoción de los oficiales al rango conveniente, la vigilancia de los recursos y el cuidado de las necesidades esenciales del ejército... son la doctrina de un general. Quien la domina, gana; los que no, son vencidos".

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