DOMINGO 7 DE MAYO DE 2000
* Concierto del grupo ibérico en su segunda visita al país
Café Quijano resolvió la paradoja
* El público se prendió, pese a su parcial conocimiento de los músicos; sólo se sabía La Lola
Ericka Montaño Garfias * Y sin embargo prendió. La paradoja de los hermanos Oscar, Manuel y Raúl Quijano la resolvieron hasta los despistados que llegaron el viernes al Hard Rock Live sin saber qué era Café Quijano y sin conocer las letras de sus canciones, excepto la que suena en la radio, La Lola, aquella a la que ''le fue muy mal, de mano en mano, de boca en boca, de cama en cama''.
Su reciente disco, La extraña paradoja del sonido Quijano, incluye desde el bolero y el country hasta la rumba, la salsa y el son cubano, ritmos con el toque perfecto que le da el violín en las manos del cubano Guillermo Corujo.
Aunque abrieron bien, fue su segunda canción, En algún rincón, la que empezó a despertar el cuerpo. De ahí, un bolero dedicado a las Falsas promesas sacudió los corazones rotos, por aquello de "si me vas a jurar amor hasta el final procura demostrar que en tus palabras existe la verdad". Amor y desamor. Esperanza y desilusión.
Entre canciones todos gritaban, pedían y casi suplicaban por La Lola, que finalmente hizo su aparición después de que las guitarras derramaron Lágrimas de miel y trataron de descubrir lo que ella tiene: su piel morena o su Sangre negra, una sabrosa salsa caribeña-españolada.
Enfundados en un elegante traje de un color que para los daltónicos osciló entre crema, helado de vainilla y amarillo pollito, los Quijano dieron la bienvenida a La Lola junto con cientos de gargantas que siguieron la letra de principio a fin moviendo todo lo sacudible del cuerpo.
En esta visita a México, la segunda, el grupo presentó tres canciones (sentidas y sufridas) de su disco anterior, Cómo no, Café Quijano, y que es prácticamente desconocido en nuestro país. A pesar de eso, para los Quijano el público mexicano ''es, sin engaños, es el mejor que hemos encontrado hasta ahora''.
Café Quijano contó secretos destilados en sus canciones dedicadas a la mujer y que los llevó a pedir perdón "por ser tan románticos".
El concierto llegó al final, pero gracias a los gritos de "otra, otra", que no llegaron al "ulero, ulero", Café Quijano regresó y después de dos boleros... adiós.
Lo intentó, pero no pudo. La Lola se impuso de nuevo a pesar de que la altura de la ciudad de México comenzaba a causar pequeños estragos en los cuerpecitos de estos hermanos originarios de León, donde hace cuatro años comenzaron a mezclar ritmos caribeños y afroantillanos.
Catorce canciones, casi dos horas, y llegó el fin.