ƑPAZ "DE LOS BRAVOS" EN EL ULSTER?
Cuando el general Charles de Gaulle -que era un conservador pero también un gran estadista pues poseía cultura histórica y realismo- comprendió que no había una solución militar a la terrible guerra contra los independentistas argelinos, y firmó con ellos lo que llamó ''paz de los bravos'', desafiando así a los altos mandos militares y al terrorismo de los ultraderechistas franceses que incluso atentaron contra su vida, reafirmó el principio de que, si ''la guerra es la continuación de la política por otros medios'', como decía Von Clausewitz, la política es la única solución a una guerra demasiado costosa y sin esperanzas para ambos contendientes.
Ahora el primer ministro británico, Anthony Blair, derrotado de modo humillante en los recientes comicios municipales, se acaba de encontrar con su colega irlandés, Bertie Ahern, para dar nueva vida al proyecto de paz en el norte de Irlanda. La resolución de restaurar el 22 de mayo próximo el gobierno autonómico y la Asamblea Legislativa, y otras instituciones gubernamentales de Irlanda del Norte parte, sin duda, de la comprobación realista por Londres de que el autonomismo y el independentismo no sólo no pueden ser aplastados por la fuerza en esa región sino que, además, están triunfando en Gales y en Escocia. Asimismo, se basa sin duda en una nueva claridad, después de la victoria izquierdista en Londres, de que el liderazgo de Anthony Blair en el partido laborista y su gobierno mismo están en peligro y de que sería estúpido agregar a la protesta social una guerra colonialista en Irlanda, o sea, en las islas británicas mismas. Por su parte, la resolución del Ejército Republicano Irlandés, bajo presión de Gerry Adams y de su partido legal independentista, de dejar de lado las armas, refleja también un loable realismo. Dejar las armas, en lugares y condiciones que la comisión internacional de paz pueda controlar, no equivale a entregarlas al ejército de ocupación inglés ni mucho menos a sus adversarios unionistas: la conservación de las armas renunciando a utilizarlas no sólo responde, en efecto, al deseo de paz de la gran mayoría de los nordirlandeses cualquiera sea su posición política o religión y refuerza así políticamente el consenso de que goza el Ejército Republicano Irlandés, sino que también marca las distancias de las minorías terroristas extremistas y racistas y favorece la creación de un terreno propicio para la negociación logrando, de paso, la retirada en breve de una parte importante del ejército inglés (es decir, el debilitamiento de los paramilitares protestantes que en éste se apoyan). Fue muy importante para este nuevo triunfo de la razón y de la paz la actitud de la izquierda laborista (y de los expulsados del partido, como el nuevo alcalde de Londres, Ken Livingstone) que no cejaron en su acción en pro de una solución política a la cuestión del Ulster, así como la valentía y la tenacidad del líder irlandés Gerry Adams, que desafió a los ultras militaristas y terroristas en el bando independentista. Nuevamente de Irlanda viene una señal para otras regiones, como el País Vasco, por ejemplo, donde la acción de las fuerzas armadas sólo sirve para agravar la situación política y social dando alas, por el contrario, con su represión y supresión de los derechos democráticos, a la intransigencia ciega de los elementos con menor conciencia política del campo adversario. El presidente francés Georges Clemenceau, El Tigre, vencedor de la guerra de 1914-1918, decía que "la guerra es algo demasiado serio para dejársela a los militares". Las guerras -de alta o de baja intensidad poco importa- deben tener cuanto antes una solución política. Corresponde por tanto a los políticos tener el valor suficiente para proponer la ''paz de los bravos''.
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