DOMINGO 7 DE MAYO DE 2000

* Recibió apoyo de Hillary Clinton y Ethel Kennedy


Confía esposa de ecologista preso que fructifique la ayuda desde EU

* En Washington demandó la liberación de Montiel y de Cabrera

Blanche Petrich * Ubalda Cortés Salgado, esposa de Rodolfo Montiel, uno de los dos campesinos ecologistas presos en Guerrero, es una mujer viajera, pero sus andanzas la llevaban por brechas o caminos de terracería de la Sierra Sur de Guerrero, siempre a bordo de la motocicleta de tres plazas que solía conducir su marido. Como gitanos, vendían colorida ropa a bajos precios por rancherías dispersas. Cuando muy lejos llegaban hasta Acapulco o Chilpancingo.

Pero el pasado 13 de abril la vida ųque tantos vuelcos daų la llevó hasta Washington, para recibir el premio de la Fundación Goldman, en representación de su esposo.

De ahí directamente a la Casa Blanca. En la sala de recepciones diplomáticas, fue recibida por la primera dama de Estados Unidos, Hillary Clinton, quien atentamente escuchó su breve relato sobre el caso de Montiel; de cómo fundó en su comunidad la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán, en defensa de los bosques; de cómo él y otro paisano, Teodoro Cabrera, fueron detenidos y torturados ilegalmente por soldados del Ejército y acusados de sembrar mariguana, y de cómo pasan sus días en una cárcel en Iguala por un proceso basado en declaraciones arrancadas bajo tortura.

La señora Clinton se interesó e hizo algunas preguntas a través de una intérprete. Y Ubalda, confianzuda y segura de sí misma, manifestó su preocupación por los riesgos que entraña, para su marido y su familia, en el Guerrero bronco y militarizado, la campaña de denuncias sobre el caso que se ha desplegado internacionalmente. Le entregó a la señora Clinton una carta donde solicita su protección. Conmovida, la esposa del presidente estadunidense le preguntó a la guerrerense si consideraba que la publicación y difusión de una fotografía de ambas pudiera ser útil para este caso, que compromete seriamente al Ejército Mexicano en una nueva historia de tortura.

ųPudiera ser ųrespondió Ubalda Cortés. Y la fotografía se tomó y se difundió.

 

Hasta oídos de Albright

 

Madre de seis hijos y abuela de uno, a pesar de contar apenas con 35 años, Ubalda, que en su pueblo, El Duraznal, se dedica a hacer enchiladas para vender, se admiraba paso a paso: de los aviones y las aeromozas, del febril ajetreo de los aeropuertos, de los paisajes y el idioma, el clima, los sabores. Extrañó las tortillas, eso sí. Se codeó con el clan Kennedy, hizo lobby con miembros del Congreso y habló el día 19 de abril ante Cámara de Representantes.

"Les solicito ųdijo en el Congresoų su apoyo para que los campesinos de Guerrero podamos continuar con la lucha a favor de la protección de nuestros bosques y del futuro de nuestros hijos sin temor a la represión del gobierno y Ejército mexicanos".

El día 22, durante una concurrida ceremonia por el Día de la Tierra, recibió de manos del señor Goldman, presidente de la fundación premiadora, un cheque por 125 mil dólares, que dicho sea de paso ya están destinados para la creación de un fideicomiso que se dedicará a proteger los bosques de la sierra de Petatlán y Coyuca.

En la arbolada colonia residencial de Sierra McLean, en Virginia, fue invitada a un lunch en casa de Ethel Kennedy, la viuda del extinto senador Bob Kennedy. Había muchos invitados: los otros cinco premiados de la fundación, funcionarios del Departamento de Estado, representantes de diversas ONG y diplomáticos. Ubalda se sentó a la vera de la señora Kennedy y ambas platicaron cálidamente, intérprete de por medio. A la hora de las despedidas la anfitriona le ofreció:

ųYa sabes, lo que necesites, si puedo ayudar, cuenta conmigo.

Al día siguiente del lunch, a las oficinas de la secretaria de Estado, Madeleine Albright, llegó una carta membretada con el nombre de Ethel Kennedy exponiéndole su preocupación por el irregular proceso que se les sigue en Iguala a Montiel y Cabrera, y solicitándole su intervención en el asunto.

Una conversación similar sostuvo la señora Cortés con el secretario del Interior de Estados Unidos, Bruce Babbit, ex gobernador de Arizona. El funcionario tenía antecedentes del tema y se comprometió a que continuaría "la comunicación pública y privada con autoridades mexicanas y estadunidenses para procurar la inmediata liberación" de los ecologistas presos.

Entre los contactos legislativos, destacó la reunión con Richard Gephardt, presidente de la fracción demócrata de la Cámara de Representantes, quien prometió mantenerse al pendiente del caso de Montiel y su compañero Teodoro Cabrera, y con Nancy Peolosi, líder de la fracción demócrata del subcomité de operaciones internacionales, que determina el otorgamiento de fondos a programas internacionales, incluyendo algunos de asistencia militar.

Hubo varias reuniones más, briefings, como les llaman allí cuando son informativas: con funcionarios del Departamento de Estado, de la Oficina Nacional para el Control de las Dorgas y con la prensa internacional. Y un encuentro, si bien protocolario y de prisa, con el vicepresidente Al Gore.

Ya en el vuelo de regreso, con turbulencias para los sustos de la campesina novata en materia de aviones, comentaba admirada de la amabilidad con la que fue recibida. Y esperanzada: "De todo este esfuerzo y de todas estas promesas... algo bueno tiene que salir".