JUEVES 4 DE MAYO DE 2000
Cambio con rumbo
* Sami David* *
IMPULSAR UN MÉXICO sin afrentas, sin revanchismos, sin odios, un México pleno, con necesidades satisfechas es el desafío que tiene el candidato del PRI a la Presidencia de la República. Francisco Labastida Ochoa sabe que algunos sectores de la sociedad mexicana se sienten agraviados, por lo que de ninguna manera ofrece falsas promesas ni adopta el tono mesiánico, caudillista, de la oposición.
Cierto: algunos partidos se autoerigen en los dueños de la democracia, mientras que el Partido Revolucionario Institucional proporciona nuevas vías de expresión política y busca presentar una fuerza social a través de la ciudadanía, de la gente, para que esta voluntad se transforme en programas de gobierno.
México, evidentemente, no puede "inventarse" cada seis años. Aunque México tiene muchos pendientes, materias que aún no se logran superar, también es prudente reconocer que hay un trabajo sólido, persistente, institucional; una tarea de conjunto que los mexicanos hemos realizado.
En tiempos electorales es válido postular un país ideal, un México con programas sociales sólidos, con la seguridad social al alcance de todos.
Pero tampoco es posible descartar los alcances, los logros conseguidos.
Cierto: la injusticia, la desigualdad, son referentes reales, pero la violencia de ninguna manera puede conseguir lo que el diálogo y la energía social de la gente. La violencia armada provoca más desasosiego y más miseria.
Pero la transformación del país empieza elevando el índice de la calidad educativa; este aspecto es vital. La propuesta educativa de Francisco Labastida Ochoa involucra, desde luego, a los maestros: mejores salarios, mejores expectativas que contribuyan a mejorar su calidad de vida.
Ello se traducirá en un esfuerzo adicional para que los educandos sean mejor atendidos. No obstante, algunos candidatos presidenciales creen que México puede ser inventado cada seis años.
Olvidan la pluralidad que se vive, que la sociedad mexicana ha alcanzado madurez, es más crítica por lo tanto y exige propuestas concretas, claras.
No la metamorfosis en el discurso, no el engaño como oferta política. O una declaración ahora y mañana una contrapropuesta, contradiciéndose, oponiéndose a esta misma opinión. Y todo ello invocando el nombre de la democracia.
Acción y pensamiento coinciden en política. Sin embargo, parece ser que ahora no siempre es así. Voltaire señalaba con justeza: "Es en la práctica donde el hombre debe probar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. La discusión sobre la realidad o irrealidad del pensamiento, aislada de la práctica, es puramente escolástica".
Algunos candidatos debían recordar este juicio. De lo contrario, que con su PAN se lo coman.
Epítetos y adjetivos no pueden superar la oferta política. Tampoco es posible que atribuir defectos, incluso físicos, al oponente político sea prudente en una sociedad, en un proceso electoral a todas luces harto competido.
Descalificar al contrario antes de formular ideas es una práctica que a nada conduce, más que a la diatriba o a bajar el nivel de la contienda.
Labastida propone un cambio cierto, con rumbo, lo cual será clave para estos comicios. *
* Senador de la República