JUEVES 4 DE MAYO DE 2000
* Astillero *
* Julio Hernández López *
Es muy temprano para precisar el perfil que habrán de asumir en sus nuevas funciones tanto el nuncio Leonardo Sandri como el obispo Felipe Arizmendi.
Ambos provienen de cargos en cuyo desempeño han hecho lo suficiente para ir vislumbrando sus características esenciales (cargado a las élites y a la pomposidad el argentino que ahora es representante papal; prudentemente sensible hacia las causas populares el mexicano que ha relevado a Samuel Ruiz). Con tales antecedentes, los indicios van apuntando hacia una consolidación del papel oficialista, protocolario y conservador del sucesor de Justo Mullor, y hacia un cuidadoso y creciente compromiso con la paz y la justicia social del más reciente obispo de San Cristóbal de las Casas.
No son muchos los elementos disponibles para aventurar estas caracterizaciones iniciales, pero algunos de ellos resultan especialmente significativos, como ha sido la actitud del nuncio Sandri, quien luego de asistir a la ceremonia de instalación de Arizmendi, en San Cristóbal de las Casas, se refugió en la percepción sensorial para pretender eludir una realidad que no necesita de ojos para ser captada y entendida. "Lo que yo vi fue muy poco (...) dicen que hay movimientos, que parecen a veces conflictos. Pero yo no los percibí", dijo Sandri, advirtiendo que era poco lo que físicamente había alcanzado a ver en el trayecto del aeropuerto a la catedral coleta, y que lo visto en tal ruta le había parecido "pacífico y tranquilo".
La recurrencia del nuncio a los ojos como mecanismo fundamental de la percepción podría llevar a situaciones equívocas como las que, por ejemplo, se desprenderían del boato con el que se apareció en Palacio Nacional al otro día de su visita a San Cristóbal. No sugerían vocaciones de pobreza y humildad, ni las ropas de protocolo con las que iba vestido el nuncio, ni su manera de entenderse con el poder terreno, ni el crucifijo de oro con piedras brillantes que lucía en el pecho.
Arizmendi, por su parte, ha transitado de Tapachula a San Cristóbal con un notable conocimiento (no sólo ocular) de la realidad de miseria, injusticia y explotación que reina en aquellas regiones. No es (ni tiene por qué ser, y seguramente no será) una segunda edición del tatic que por 40 años trabajó con denuedo con los indígenas de la demarcación signada por el recuerdo de Fray Bartolomé. El obispo Felipe ha ido caminando con tiento, aferrado al sentido básico de la función pastoral y, en ese contexto, a la obligación de ser solidario con los pobres y los humillados, que son inmensa mayoría en aquella zona.
Temprano es, como se apuntaba al principio de estos párrafos, para delinear con firmeza el perfil de estos dos nuevos personajes del retablo del poder católico en México. Pero los indicios ya van permitiendo la elaboración de algunos bocetos confiables, usando los ojos para ver e incluso sin ellos.
šAl ataque mis valientes!
Hubo días en los que de manera consecutiva Vicente Fox aportaba los platillos a degustar en las mesas del chisme político que pomposamente algunos llaman columnas o análisis. Ahora es Francisco Labastida quien parece empeñado en producir diariamente la dosis adecuada de ese material mediático. Ayer, para no ir tan lejos, el sinaloense dio a luz su nuevo grito de guerra: šVamos por todo y con todo!, dijo a la hora de explicar las razones por las que ha modificado su equipo de campaña e incorporado a los más emblemáticos representantes del Parque Jurásico como lanceros del Rey.
Por todo y con todo. Así dijo don Francisco, en una versión moderna de la vieja consigna tricolor del carro completo y la aplanadora. Tales consignas bélicas no pueden ser escuchadas sin sobresaltos en el contexto en el que ocurren: los gobernadores priístas obligados a capitalizar a favor del PRI los programas sociales clientelares; Manuel Bartlett convertido en el persecutor de oficio de Vicente Fox y en el responsable de sacar buenas cuentas electorales (sean reales o no) a favor de Labastida en los 10 estados donde el PRI no tiene el poder; los priístas que son diputados federales salientes, designados informalmente como delegados especiales de Labastida para garantizar triunfos electorales en los distritos que representan; control mediático creciente y dinero sin control para apoyar la campaña. Por todo y con todo.
ƑY el joven Esteban?
Ronda en el ámbito tricolor la duda respecto del futuro real de quien hace pocas decenas de horas era considerado todavía el hombre más importante del equipo de Francisco Labastida, el de mayor confianza, el resucitador de la languideciente carrera del sinaloense, el eventual relevo, el joven del gran poder.
Esteban Moctezuma, en efecto, ha aparecido de pronto en una situación que no encuentra explicación rápida. No quedó en las listas de candidatos a diputados plurinominales, una de cuyas circunscripciones encabezaría, presuntamente para ser el futuro líder de la bancada tricolor en San Lázaro. Y, para colmo, de un plumazo le ha sido quitada la coordinación general de la campaña que con tanto celo ejercía. En su lugar, para que no haya malos entendidos, se ha instalado Labastida, quien ha dicho que él será el mismísimo coordinador general de su propia campaña.
En cambio, al joven ex secretario de Gobernación y de Sedeso se le ha asignado ahora la coordinación de "la agenda" del candidato, en un mismo segundo nivel en el que, por ejemplo, ha quedado quien hasta hace poco era su persistente pero escurridizo competidor, Emilio Gamboa, quien sigue sacando provecho político de sus relaciones con cierto segmento de la prensa electrónica y escrita, área esta en la que continuará como coordinador de "medios".
No está de más recordar que el descenso de Moctezuma se ha dado a la par del ascenso de Manuel Bartlett, un político cuya proverbial dureza de comentarios y acciones no se ha dado sólo contra adversarios partidistas, sino también contra correligionarios suyos como el propio joven Esteban. El único que le gana al poblano a hablar mal de Moctezuma es otro político de reconocida dureza: Roberto Madrazo.
Un dulcecito antes del manazo
Ayer surgió un dictamen que debe verse con cuidado. El Tribunal Electoral del Distrito Federal aprobó, por cuatro votos contra uno, la imposición de una multa al PRI por haber utilizado instalaciones públicas en un acto proselitista realizado en noviembre de 1999 por Jesús Silva Flores (luego llamado oficialmente Herzog). La sanción es al partido y no al candidato, y equivale a 350 salarios mínimos, es decir, unos 13 mil 265 pesos.
Tal pretensión de castigo ya había sido desechada por dos órganos institucionales anteriormente. En marzo el Instituto Electoral del Distrito Federal acordó, por seis votos contra uno, declarar infundado este recurso que había presentado el PRD contra el PRI, por considerar que el acto denunciado había ocurrido cuando todavía no se iniciaba la campaña formal del ex secretario de Hacienda. En abril la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, a través de su fiscalía para delitos electorales, tampoco encontró elementos para actuar en el sentido demandado por el PRD.
Ahora, sin embargo, el tribunal electoral capitalino encontró culpable al PRI a partir de la ponencia presentada por el magistrado Rodolfo Terrazas Salgado, a quien los análisis simplistas consideran cercano a los intereses del tricolor.
La de ayer es la última decisión que tomará ese tribunal antes de resolver las impugnaciones contra Andrés Manuel López Obrador. Tan bello y oportuno sentido justiciero hace temer a algunos que se esté gestando una maniobra de presuntas compensaciones, en la que hoy se le dé la razón al PRD en un asunto menor, para mañana darle un gravísimo golpe al candidato de ese partido.
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