MIERCOLES 3 DE MAYO DE 2000
Ť En concierto, el 4 y 5 de mayo en el Salón 21
Cesaria Evora, la diva cantante traviesa de la morna y coladeira
Ť Reina del amor o de los pies descalzos, "me da igual; como quieran llamarme mis fans", afirmó
Resistencia a prueba de menosprecios
Ernesto Márquez Ť Esta mujer de 58 años de edad trae en su voz no sólo la música de su pueblo, sino la veracidad de su palabra y el ejemplo de una resistencia a prueba de menosprecios y olvido.
Hija de la privación permanente y de una bohemia casi impuesta, Cesaria pasó de ser una cantante de tugurios y barracones marineros de su isla, cantando hasta altas horas de la madrugada por un vaso de ron y unas cuantas monedas, a una superestrella internacional.
Originaria de un minúsculo compendio de islas africanas olvidadas en el mapa y conocidas en su conjunto como Cabo Verde, Cesaria vio con sorpresa cómo su vida cambiaba justo cuando ya no esperaba que sucediera gran cosa con ella. En menos de diez años se instaló como la vendedora de discos más importante de Francia: una actuación consagratoria en el Olympia de París, un viaje a Nueva York y un cúmulo de admiradores que van desde Caetano Veloso a superestrellas del rock como Madonna o Sting contribuyeron a lo demás.
Cesaria fue dada a conocer fuera de Cabo Verde por sus compatriotas en el exilio, que no sólo le animaron a grabar un disco en Europa, sino que se lo patrocinaron. El fervor que entre los suyos despertó su primera producción musical llamó la atención de los demás, culminando con el descubrimiento por la prensa francesa.
En el álbum La diva aux pieds nus (Lusafrica-Nonesuch), producido por José da Silva, un joven francés de ascendencia caboverdiana (su mánager en la actualidad), Cesaria presenta pequeñas historias de una "tierra pobre llena de amor y morna". Historias de poco más de tres minutos, que aprendió a pergeñar, entre ritmos y armonías en las desérticas islas de Cabo Verde.
La elegancia de las interpretaciones y su estremecedora veracidad le merecieron de inmediato el encumbramiento por parte de un público --sobre todo aquel atento a la música brasileña o a la cancionística portuguesa--, que la escuchaba extraña y familiar a la vez. Y es que en su voz purísima, capaz de conmover profundamente sin apelar a la retórica del dramatismo, se escuchaban otras formas del mundo lusófono. En sus versiones fieles, despojadas, casi literales del folclor creole se daban resonancias nunca amortiguadas de los fados de Amalia Rodriguez y los sambas de Noel Rosa y Cartola. De ahí que a lo suyo le empezaran a llamar erroneamente "fado tropical" o "samba africana" y no morna o coladeira, que es el verdadero sentir musical de Cabo Verde.
Aunque viéndolo bien, la confusión era auditiva, ya que estos tres géneros --morna, fado y samba-- comparten un tronco común que es el lumdum africano originario de Angola y cuya esencia rítmica subyace en la estructura tonal de cada uno pero, que no basta para igualarlos o confundirlos. Cada género es autónomo y posee su propia identidad musical.
Se dice también que la morna es el blues de Cabo Verde y aquí hay que acotar que si ambos géneros tienen algo en común es el trauma de la esclavitud. Y de eso Cesaria tiene el legado de sus ancestros, humillados y explotados por el conquistador portugués del que lograron desprenderse hace tiempo. Ahora ella vive en un país en el que la música no le canta a la tristeza, sino al gusto por la vida. En ese sentido, la morna es un blues, sí, pero un blues filosófico que, si es deseado, genera alegría, pero si no, es sinónimo de pérdida y de pesar.
La sodade expresa el sentimiento de aquellos que parten, pensando en los que se quedan, y anticipando al mismo tiempo el hipotético rencuentro. Y a eso aluden las canciones de Cesaria. Es decir, ella encarna el sino del expatriado, del inmigrante que hace del mundo esa isla desértica y pobre que es su propia patria. Esté donde esté --incluso en su querida Mindelo--, sus mornas son las canciones del inmigrante: Oh mar, oh mar azul:/ déjame tornar a mi pequeñito San Vicente./ Regrésame a mi madre, al beso de los míos./ Oh mar, los años han pasado/ y siempre estoy lejos de mi país... (Mar azul.)
Ella es muy buena abriendo vías sentimentales y muy buena representando a la mujer que sufre y a la mujer que viene de regreso. La mujer frívola baila cha cha chá./ Su marido la corrige a cinturonazos; / pero ella sigue bailando cha cha chá./ Y es que la cintura de ella tiene el gusto de la miel...(Cinturao tem mele.)
Y aún gozando, la voz de Cesaria tiene espacio para el comentario político: Los humildes cristianos se callan la boca/ y la justicia para el pueblo se queda siempre muda./ Desde tu peñasco. insultas y blasfemas aún de Dios,/ pero bajo este cielo, hay un límite para todo. / Tu poder no es infinito: aqui está Cabo Verde. (Tudo tem se limite.)
Cesaria busca en las canciones "una poco de alma y sentimiento". Repantigada en la amplia estancia de su casa en Mindelo recibe a todo aquel que le lleve alguna morna o alguna musiquinha que le remueva algo. "No puedo explicar el proceso, pero busco letras con sentimientos fuertes y melodías que complementen ese sentimiento". Se pasa larga horas platicando con los amigos, familiares y vecinos del lugar, tomando grogue (ron) y comiendo catchupa --platillo a base de maíz y alubias--; "no se cuida la voz", acusa Da Silva, "Se rompe las cuerdas vocales a fuerza de darle al palique, comentando las cosas que ha vivido o las artimañas de unos y otros".
Cesaria está en México. "šPor fin!", exclama y se le ve la dicha. Julio Solórzano nos había comentado que antes que su representante consintiera sus actuaciones en nuestro país y revisaba su apretada agenda de trabajo ella dijo: "sí, sí. Quiero ir a México y cantar Bésame mucho".