SABADO 29 DE ABRIL DE 2000
Ť Eliseo Alberto y su novela convocaron a una multitud en el teatro Lídice
La fábula de José edifica una gran ficción que apacigua a los enemigos
Ť Lilia Aragón, Julieta Egurrola y Gabriela Roel, entre otros, recrearon personajes de Lichi
Ť La música de fondo, de contrapunto y protagonista estuvo dirigida por Ernesto Anaya
César Güemes Ť Desde mucho antes reina el son montuno, el baile cruzado, la
más vieja trova santiaguera. En este caso, un clásico de Francisco Repilado, más conocido como Compay Segundo, que allá en sus mocedades se dio el lujo de componer Chan Chan y que dice, no más o menos así, sino palabra por palabra en su primeros 20 compases: ''De Alto Cedro voy para Marcané/ Llego a Cueto, voy para Mayarí". El teatro Lídice es fiesta, rumbosa reunión, prefacio de un acto que se espera multitudinario.
Allá, rodando de grupo en grupo, Lichi, alter ego de Eliseo Alberto, recibe abrazos, parabienes y saludos. Viste como lo haría en La Habana por estas fechas: pantalón holgado, mocasines, guayabera y una sonrisa que no se le gasta. Si no fuera de Cuba, sería de la mexicana Ciudad del Carmen, para ser consecuente con la campechanía de ambas ínsulas.
Hace una pausa el guaguancó a fin de dar paso a los actores que le ponen voz en vivo y en directo a una parte de su nueva novela, La fábula de José (Alfaguara), una peculiar historia sin moraleja pero con tesis, un ensayo narrativo en donde campean ardillas, orangutanes y un varón que ve
transcurrir la vida desde el interior de la jaula de un zoológico.
La noche de este jueves Lilia Aragón, Julieta Egurrola, Gabriela Roel, Evangelina Sosa, Patricio Castillo, José María Yaspik y Roberto Sosa se transformaron momentáneamente en otros tantos personajes creados por Eliseo Alberto.
El asunto fue, francamente, una puesta en escena, una pieza de teatro breve que mantuvo al respetable sin moverse de su asiento a lo largo de por lo menos 50 zoológicos minutos. La música, a veces de fondo, en ocasiones de contrapunto, en otras protagonista estuvo a cargo de una paradoja que sonaba más que bien: el maestro Ernesto Anaya se las arregló para conformar un grupo que sólo por esa noche lo sería, que tan breve fue su existencia que la sonora compañía de Anaya duró sólo lo que la presentación. Quizá después de esa noche en que Anaya y su gente salieron del Lídice vestidos de aplausos sea otro su musical destino.
No hay presentación sin comentaristas.
Ya sin música por fuera, Sealtiel Alatriste, Rafael Rojas, Jordi Soler y el propio Lichi enfrentaron en repleto aforo del teatro para decir por ejemplo, en palabras de Rojas, que al leer La fábula de José se percibe una especie de aturdimiento, mucho colorido, diversidad cultural y desde luego música.
Fascinación por los circos y los zoológicos: Rojas
Sostuvo y argumentó Rojas que es una fábula, sí, pero de la deshumanización, una tragicomedia hilarante que resulta divertida pero a ratos se vuelve sórdida y terrible. Para el comentarista fue clara ''la fascinación del autor por circos y zoológicos".
(En un aparte, Eliseo Alberto le confía a este reportero que escribe una nueva novela en la que, de una vez por todas, los hechos transcurrirán en La Habana).
Rafael Rojas, en su momento, hizo ver que La fábula de José implicó la creación de una ciudad utópica panamericana, con un poco de suerte cercana a las urbes reales de Estados Unidos, como Los Angeles o la idealizada Miami Beach. Esto es, una ciudad carnaval, que casi es decir un zoológico. La conclusión de Rojas es que La fábula... edifica una gran ficción que apacigua a los enemigos.
Periodista y locutor, Jordi Soler no pudo evitar hacer conjunción y dijo: Elián el balserito, como José, son objetos de observación y encima se apellidan igual. O sea, mutatis mutandi de Soler, la realidad es tan buena novela como las novelas buenas. La fábula de José, bajo la lectura del
periodista es ''una de las prosas más sugerentes, envolventes y calientes que
he leído". Es una fábula de esas que no dejan dormir, dijo sin ambages, y dio cita a una de las frases más citables de la obra: Dios quiera que exista Dios.
Eliseo Alberto, perfectamente culpable y absolutamente inocente, en cuanto
abrió la boca hubo de pagar el precio de su extrema bizarría. Mirando al público con sus ojos líquidos y la misma sonrisa que tenía desde que salió del jardín de niños, aceptó: ''Me siento en una jaula", la intervención de Lichi fue, por decir lo menos, breve, y versó sobre lo que después de todo y antes que nada es la tesis central de su nueva novela: lo mal que nos queremos los seres humanos. Ave, al fin y al cabo, ave tropical, Eliseo Alberto, hijo del
enorme y viejo y sabio Eliseo Diego, cerró la noche segundos antes de que
cinco tambores rompieran como un cristal el silencio. La referencia personal de Lichi tuvo que ver, desde luego, con su propia obra, ante el micrófono, con una media sonrisa, prólogo de los rones y los vinos dijo: ''Agradezco a mi mujer, Patricia Jara, quien me abrió la jaula". De esa forma quedó en libertad y siguió la fiesta.