Recibió Cristina Pacheco la Medalla al Mérito Ciudadano
Me culpo de robar rostros y palabras
Gabriela Romero y Raúl Llanos * Cristina Pacheco se declaró ayer ''culpable'' ante los diputados locales. Culpable de robar las palabras que escucha al pasar por las calles, de robar ciertos rostros, ciertos lugares, ciertos nombres a los cuales después les pone cuerpo, y los convierte en personajes de Mar de historias. Pero aclaró: "ni el acto de mirar o de escuchar es impune".
Es la escritora, la periodista, la mujer de la intensa soledad que ayer sedujo con un improvisado y breve mensaje a propios y extraños, testigos todos de la entrega de la Medalla al Mérito Ciudadano que le hizo la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
A su lado, en el presidium, Martí Batres, presidente de la Comisión de Gobierno de ese órgano legislativo; más allá la jefa de Gobierno Rosario Robles; y frente a ella, Elena Poniatowska, Yolanda Montes, Tongolele, Celeste Sáenz, funcionarios, diputados y gente que alguna vez se ha visto reflejada en sus historias, en sus cuentos o entrevistas.
Y fue el recinto de Donceles y Allende, al que también definió como ''una escollera donde todos los días se revientan las olas que forman los coros de la gente, gente que pide, gente que reclama, gente que protesta, gente que confiesa sus necesidades, gente que en el fondo nos está contando sus sueños, sus sueños jamás insatisfechos, que nos lleva a los lugares de la miseria y a los lechos donde todas las noches se suicida el amor".
Sólo que a diferencia de los representantes populares, Pacheco se ufanó de tener una relación distinta con esa ciudadanía, que llega a la "complicidad, al hablar de tú a tú, porque soy parte de esa gente".
No se limitó a hablar de las historias que a diario construye, sino también hilvanó ante el público parte de la suya:
"Mi padre, que no fue a la escuela ni tuvo ningún poder de ninguna especie, era un hombre sabio de la Tierra y de la vida, un hombre con honor que decía algo muy sencillo: todas las noches al terminar tu día, hayas logrado algo o no, detente un ratito y vuélvete y mira.
"Mira de dónde vienes; no te inventes una historia para ti, inventa muchas historias, las que quieras, pero tuya no; tú eres hija de un campesino, de una mujer que nunca fue a la escuela y que era dueña de todas las palabras. Recuerda quién eres; a donde llegues tienes que pensarlo, porque de esa manera seguirás siendo tú misma y nunca traicionarás la patria que te dimos".
Sus recuerdos navegaron los pasillos y las corraletas de la Asamblea: "Cuando hablo de mis padres no lo hago con tristeza. ƑSaben por qué? Porque son parte de la vitalidad de esta ciudad. Eran dos viejos apasionados, sabios, solos, cómplices, conversadores a morir. Eran vendedores ambulantes. Si ellos vivieran seguramente habrían estado en alguna de las muchas manifestaciones que los señores diputados han visto a las puertas de este tan noble recinto.
"Pero también creo que después de estar aquí un buen rato ella le hubiera dicho 'Antonio, vámonos' y se hubieran ido caminando, como siempre lo hacían, conversando, conversando, conversando...
"ƑDe qué habrán hablado mis padres tanto tiempo? No lo sé, es un misterio, es su historia, pero yo creo que lo que hicieron toda su vida fue contarle su vida de amor y su vida de lucha a esta inmensa ciudad", selló la escritora, mientras de pie los asistentes le prodigaron una emotiva y prolongada ovación.
Soy una mujer
bastante solitaria
Terminado el acto, la escritora, en plática con reporteros, se declaró como una mujer "bastante solitaria, a pesar de que vivo rodeada de gente'', pero ese es uno de los precios que ha pagado por la profesión que le apasiona.
Ese precio "es duro, es no estar tanto tiempo, como yo hubiera querido, con mi familia. Eso es duro, muy duro, sobre todo cuando pasa el tiempo. No haber podido atender a mis amigos y haber faltado a la sepultura de una persona que tanto quise... precisamente por razones de trabajo, pero él lo entiende. Era Fernando Benítez.
"El me hubiera dicho: hermanita vete a trabajar, déjame aquí hecho un fiambre, como él diría, (pero) él está siempre conmigo; fue muy atento y generoso, pero me duele no haberle acompañado, pero tenía trabajo y hay que hacerlo".