VIERNES 28 DE ABRIL DE 2000
* Mujer leyenda de la que hoy se cumple el centenario de su natalicio
Antonieta Rivas Mercado erigió un silencio que sólo el tiempo horadó
* Con su suicidio, ocurrido en París, consagró su tránsito al mito, escribió Fabienne Bradu
* Profusos estudios sobre la mecenas aún son insuficientes para esclarecer el misterio de su vida
Angel Vargas * La mañana del miércoles 11 de febrero de 1931 Antonieta Rivas Mercado decidió dar cumplimiento a las palabras que cierran su diario: ''Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen, crucificado... Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre Dame. Me sentaré para tener la fuerza para disparar".
Y así, en torno al ruido de una detonación, se extinguió una vida de tres décadas y comenzó a erigirse un silencio que sólo el devenir del tiempo logró horadar. Un suicidio en París fue la génesis de una leyenda, un mito acerca de una mujer que este viernes cumpliría cien años.
Pocas son las mujeres célebres en México que, como Antonieta Rivas Mercado, pueden prescindir del apellido para ser identificadas. Frida Kahlo y Tina Modotti se incluyen en ese privilegiado caso de popularidad, subraya Fabienne Bradu, quien a finales de los años ochenta y principios de los noventa emprendió la tarea de escribir la biografía de aquella mecenas de artistas e intelectuales de los albores del siglo XX mexicano, luego de que el teatro y el cine habían recuperado una imagen más cercana a la explotación del mito o la proliferación de la leyenda.
Inmolarse por la pasión amorosa
''La inquietud inicial provenía de la certeza de enfrentarme a un mito fascinante e inasible que me obligaba a sopesar todas sus facetas. Su muerte trágica la hizo entrar en un reino preciado por el imaginario nacional: el de los derrotados cuyo sufrimiento no está exento de dignidad y de cierta grandeza. El sacrificio final consagró su tránsito al mito. Pero la vida de Antonieta también es tierra fértil para la mistificación. Por su múltiples y variados episodios, da pie a que cada quien, según sus intereses y creencias, transforme una sola de sus facetas en un reflejo de todo el cuerpo", escribe Bradu en la introducción del libro Antonieta (FCE, 1991).
''Así, como si se le viera a través de un caleidoscopio, aparecen sucesivamente una Antonieta ferozmente antiyanqui; una declarada opositora al régimen político del Partido Nacional Revolucionario ųantecedente del PRIų; una mecenas al estilo de Victoria Ocampo o de Anna de Noailles; una vanguardista o, presumiblemente, feminista; o una suicida inmolada por la pasión amorosa. El imaginario colectivo rechaza las contradicciones y prefiere parcializar y hasta mutilar una vida, en lugar de reintegrar las tensiones que le dieron forma".
Pero, Ƒquién es en realidad este personaje que Miguel Capistrán define ųen el suplemento Sábado de Unomásuno, 28/02/1981ų como ''una de las mexicanas más extraordinarias de todos los tiempos" cuya existencia logró insuflarle ''pasión a la aldeana vida cultural mexicana de las postrimerías de los 20"?
Andrés H enestrosa la recuerda en el libro María Antonieta Rivas Mercado (Miguel Angel Porrúa, 1999), cuya primera edición sirvió para que al mediar los años ochenta Carlos Saura filmara Antonieta:
''El último crepúsculo del XIX se prolongaba en el primero del XX. En ese preciso lindero nació María Antonieta Valeria, los tres nombres con los que fue bautizada. María Antonieta alude vagamente a una desventurada y extraordinaria mujer, al propio tiempo que contienen el nombre de su padre; el otro, Valeria, corresponde a la fecha de su nacimiento: 28 de abril, día de San Valerio. Bien pronto redujo su nombre a uno solo, aunque al de Valeria volvía de cuando en cuando: sus primeros escritos, sus primeras cartas familiares con ese nombre los firmó. Y uno de los últimos, México en 1928. Crónica de la campaña vasconcelista, lo firma en su primera edición, Valeria".
Fue la segunda de cuatro hijos del arquitecto porfirista Antonio Rivas Mercado ųdiseñador de la Columna de la Independenciaų y Matilde Castellanos Haff.
Henestrosa tuvo cercanía con Antonieta. De hecho, ella fue la editora de su libro Los hombres que dispersó la danza y él la presentó en 1928 con José Vasconcelos, de quien se enamoraría y apoyaría febrilmente su carrera en pos de la Presidencia.
Antes que Bradu, pero posterior a Isaac Rojas ųquien compiló 87 cartas de amor y otros papeles (Universidad Veracruzana, 1980), libro que recoge la correspondencia de Antonieta con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, así como cuatro cuentos inéditos y un fragmento de novelaų, Luis Mario Schneider decidió armar en los años ochenta el rompecabezas que entrañaba la mecenas. Y apareció el volumen Obras completas de Antonieta Rivas Mercado (SEP y Oasis, serie Lecturas Mexicanas, 1987).
En entrevista con Adriana Malvido (La Jornada, 11/II/ 1991), el investigador dijo que la inquietud de Antonieta se reflejó en una actividad diaria, desesperada, cuya intención era que México se actualizara dentro de la nueva cultura internacional. Realizó por ello una labor de gran mérito, abundó, que se tradujo en el surgimiento del teatro experimental ųcon Villaurrutia y Novo fue artífice del Teatro de Ulisesų y en el patronato que fundó la Orquesta Sinfónica de México (la actual Sinfónica Nacional):
''Ella se manejaba dentro de un mundo intelectual sin prejuicios, pero no le fue fácil, su familia la frenaba mucho; tuvo una existencia muy crucificada consigo misma y porque la sociedad colaboró a esa crucifixión. Es una mujer sumamente necesitada de cariño y aceptación. Sufre una crisis, sola, exiliada, escondida en Francia. Y elige una muerte teatral, así como fue su vida; se sabía célebre, necesitaba la fama y su Diario es patente en esto; por eso, como en una obra dramática, dirige toda su vida e inclusive, su suicidio."
Alma que condicionaba al destino
Lo ocurrido en Notre Dame aquel febrero de 1931, señala Isaac Rojas en el colofón de 87 cartas de amor..., fue relegado a una ''conspiración del silencio", tanto en los ámbitos parisienses como en los mexicanos. Incluso, la noticia le fue dada un año después a su hijo único, Donald Antonio, como éste lo confirmó cinco décadas adelante al reportero Luis Enrique Ramírez (La Jornada, 28/08/1995).
En la familia Rivas Mercado el tema del suicidio se impuso como tabú. Sólo pudo ser sorteado con el tiempo por la esposa de Donald A. Blair, Kathryn S. Blair, quien lo abordó en la novela A la sombra del Angel (editorial Patria, 1995).
Salvo lo escrito con posterioridad al suceso por Vasconcelos, Novo y Rodríguez Lozano, entre otros contemporáneos de Antonieta, la figura de ésta permaneció inadvertida durante lustros.
Se puede decir, ahora, que las líneas dedicadas a ella se han desbordado, pero aún resultan insuficientes para desentrañar completamente el halo de misterio que envolvió su corta existencia.
Y es que, como dijo Schneider en la mencionada entrevista, ''hay gente que nace propiciadora de leyendas y que por más que se rastreé, se conozca, se llegue a la veracidad de ciertas cosas, va a mantener siempre la leyenda, el mito".
Prueba de ello es la investigación que realiza Juan Ruiz Cárdenas, quien desde hace casi una década hurga en la vida de este personaje, con el fin de hacer un libro. Porque, como lo escribió Vasconcelos, Antonieta era de esas ''almas que ponen condiciones al destino".
(Antonieta Rivas Mercado será objeto hoy, a las 12:00 horas, de un homenaje del Instituto de Cultura de la Ciudad de México en el parque en que antes estuvo su casa, entre las avenidas Insurgentes, Alvaro Obregón y Monterrey. Y el 9 de julio, el CNCA la recordará con una mesa redonda en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.)