La Jornada domingo 23 de abril de 2000

José Antonio Rojas Nieto
Petróleo y electricidad en el debate

Es indudable que en el debate del próximo martes habrá preguntas y temas esenciales para conocer un poco más -asunto a veces nada fácil- a los candidatos a la Presidencia. Empleo, bienestar social y seguridad son unas de las más sentidas y preocupantes. Pero también los seis candidatos que debatirán este miércoles en la tarde del horario de verano deberán presentar con nitidez su posición frente a la controvertida discusión sobre el hoy y el mañana del petróleo y la electricidad. A Manuel Camacho sólo se le han escuchado algunas formulaciones generales en torno a la pertinencia de conservar para la Nación las industrias petrolera y eléctrica. Cuauhtémoc Cárdenas ha sido más enfático y definido en cuanto al control integral de estas industrias por el Estado en beneficio de la Nación, aunque no ha precisado bien y a veces ha sido un tanto ambiguo en qué sentido acepta o promueve la participación privada en petróleo y electricidad.

Vicente Fox ha temido hablar de electricidad avalando implícitamente la reforma gubernamental actual, y se ha centrado en el petróleo, el que un día está dispuesto a vender y otro a conservar. La ratificación del control nacional del petróleo por Francisco Labastida, como en su momento lo hicieron Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, no dice nada o casi nada, como lo demuestran las acciones desnacionalizadoras y desintegradoras de los dos últimos sexenios con los que, a pesar de todo lo que ahora diga, él participó y se identificó; y la ambigüedad de sus opiniones en electricidad no hacen sino confirmar su línea nítidamente continuista. Porfirio Muñoz Ledo ha sido enfático acerca del control nacional de petróleo y electricidad. Y a Gilberto Rincón Gallardo casi nada se le ha escuchado, aunque se esperaría defienda el carácter nacional.

ƑQué tenemos, entonces? Al parecer dos grandes posiciones que merecen y exigen especificaciones y aclaraciones oportunas. La primera se agrupa con las posiciones del gobierno actual: alentar las reformas en petróleo y electricidad con creciente pérdida del control nacional (anacronismo, reza el credo gubernamental de hoy) y mayor participación, manejo y control privado nacional y extranjero, dejando al Estado la actividad reguladora para garantizar -se insiste hasta el juramento- el funcionamiento de un mercado de energía de crudo, gas natural, gasolinas, turbosinas, gas licuado, petroquímicos y, desde luego, electricidad en un mercado spot con monopolios regionales "abiertos" y grandes usuarios calificados. Y en la segunda hay una posición francamente alternativa, que no admite componendas: aliento a una reforma y una modernización petrolera y eléctrica que parte del control nacional de la renta petrolera y de los notables desarrollos de las industrias integrada del petróleo y su química, y eléctrica, permitiendo una participación coadyuvante, que no subordinante, del capital privado, para garantizar una presencia eficiente, productiva y competitiva en un mercado que obliga a más autonomía de gestión de Pemex y CFE, por lo que nunca deberán abandonar su carácter nacional.

No hay que diluir las diferencias. En el primer grupo están Fox y Labastida, acaso diferenciados por una semana electorera que no hace diferencia en su tamaño social y político. En el segundo sólo Cuauhtémoc Cárdenas y todos los demás, quienes a pesar de sus diferencias discursivas se unifican por un reclamo social de alternativas. Cuauhtémoc Cárdenas tiene la obligación de precisar este martes sus posiciones conciente de que la única salida frente a la regresión gubernamental y oficialista en curso es la renacionalización y la reintegración de nuestras industrias petrolera y eléctrica, para hacerlas capaces de asumir el reto de un mundo cada vez más competitivo e internacionalizado -globalizado gustan decir los primeros- para enfrentar esas nuevas e ineludibles características, sin dejarse atrapar por sus tendencias subordinantes. Y para ello se cuenta con una sociedad que se moviliza; y, a pesar de la presencia constante de la corrupción en personeros públicos y privados, se cuenta con personas y grupos sociales solventes y honestos que podrán fortalecer las instituciones nacionales nobles y capaces: Pemex y CFE, sin duda.