DOMINGO 23 DE ABRIL DE 2000
Paulina /I
Ť Elena Poniatowska Ť
María Elena Jacinto Rauz, la madre, nunca pronuncia la palabra violación. Lo llama "eso". Janet, la hermana mayor y testigo del atentado, tampoco lo nombra, al igual que su madre lo llama "eso". Humberto Carrasco, el hijo mayor en quien María Elena se apoya, habla de "eso" o de la "grosería".
Eso
"El sábado 31 de julio de 1999 a las tres y media de la mañana, dormíamos mis dos hijos, uno de uno y otro de seis, aquí están, mírelos, ese es, el del pañal, el otro por allí anda, y mi hermana Paulina, que se vino con nosotros porque hacía mucho calor y yo tengo un 'cooler' muy ruidoso pero de algo sirve -cuenta Janet llorosa-. Dormíamos todos en la misma cama y desperté con el filo de una navaja en el cuello''. 'Levántense, hijas de su pinche madre'. El ladrón tenía la cara tapada con una mascada azul. Buscaba qué robar dentro de la vivienda. A mí y a mis hijos nos amarró boca abajo en la cama, a Paulina, de 13, con una patada la levantó y la estuvo picando con su navaja y diciéndole muchas groserías. 'Voy a matar a los chamaquitos'. A Paulina la violó en la misma cama donde estábamos amarrados". 'ƑDónde tienes el dinero, hija de la chingada?', gritó. Le tuve que decir dónde guardaba el que me había mandado mi marido. Rompió la chapa del ropero, lo encontró, nos robó un celular Motorola y los mil pesos en efectivo.
''Y se fue.
''Pude soltarme y desamarrar a mis hijos. Aterrada, miré a Paulina, estaba como muerta, toda ensangrentada.
''Lloramos mucho''.
(Todavía hoy, Janet llora y Paulina limpia las lágrimas que resbalan por sus mejillas redondas. Las limpia como niña, con toda la palma de la mano).
Mamá, me violó ese hombre
''Apenas íbamos a hacer un año en Mexicali -dice la madre María Elena-, cuando le pasó esta desgracia a mi hija. Faltaban nueve días para el año, cuando nos sucedió esto. Y ahora si que enfrentar todo lo que venía, pues a mí me dolió tanto lo que le pasó a mi hija. Cuando vi a mi hija cómo estaba, me desesperé y pensé que a ese hombre lo podría yo despedazar. Pienso que hasta lo peor podría haber hecho. Mi hija Janet estaba amarrada con sus hijitos y encontré a Paulina con las piernas sucias de sangre: 'Mamá, me violó ese hombre'. 'ƑCómo?', le dije. 'Sí', me dijo. Ora sí que como es una niña, la desgració. Estaba toda su ropa llena de sangre, así la vi, toda ensangrentada.
''Yo busqué, corrí, pasó un carro y le grité 'šsocorro!': 'Oiga, usted trae radio, pida auxilio -le dije-, hable a la policía". 'Sí', me dijo. Yo vi que despegó el radio pero no sabría decir si llamó o no, pero ahí llevaba un pasaje y enseguida arrancó y ya no supe más.
''Por más que grité y les hablé a mis vecinos, nadie, nadie salió. Cuando llegó Humberto, él se encargó de todo, se fue a traer a las autoridades. A cada rato venían, tuvimos mucha ayuda de la policía porque cada que agarraban a un ladrón, nos avisaban y en el transcurso del mes lo detuvieron''.
Cuarenta veces en la cárcel
El violador fue detenido pronto. Las autoridades llamaron a las víctimas, Paulina y Janet, acompañadas por María Elena y Humberto, para que lo identificaran. Apodado El Cuervo, su nombre es Antonio Cedeña Márquez y su ficha policiaca data del 24 de abril de 1986 y cuenta con 40 encarcelaciones previas. Es de religión católica y adicto a la heroína. En enero de 1991 fue detenido hasta tres veces: el 10 de enero por agresión, intoxicado por heroína; el 14, por asalto y golpes, y el 25, por riña en el bar Azteca.
De la Colosio a la Lucerna
(Continúa la madre, María Elena): -A raíz de eso, nos cambiamos con Humberto: 'Vénganse para acá, yo las cuido'. Y no ha dejado de hacerlo. Mi esposo estaba con su barco en el mar. 'Lleva a Paulina a ver a la doctora Sandra', dijo Humberto, y llevé a Paulina con la doctora Sandra Montoya, que es buena y tiene un dispensario.
-Paulina está embarazada -me dijo la doctora.
Añadió: 'Bueno, yo puedo hacer el legrado pero necesito la autorización del Ministerio Público'".
El calvario de Paulina y su madre
El Ministerio Público le pasó el caso al Hospital General de Mexicali. Y a partir de ese momento se inició el calvario de la familia.
Isabel Vericat, licenciada en derecho y abogada en Derechos Humanos que trabaja con GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida) y su segura servilleta viajamos a Mexicali el miércoles 29 de marzo de 2000. En el aeropuerto nos esperaban la abogada de Paulina, Socorro Maya Quevedo, que ha llevado el caso espléndidamente, y Liliana Plumeda. Gracias a ellas, entrevistamos primero al sub-procurador de Derechos Humanos, Federico García Estrada. Fuimos también al Hospital General de Mexicali, un edificio enorme y feo en el que la gente entra y sale como Pedro por su casa: una auténtica romería. Niños, mujeres y ancianos atiborran los pasillos y afuera, como en todos los hospitales de México, pueden comprarse tortas y refrescos. Paulina y María Elena permanecieron la semana sin que les sucediera absolutamente nada.
No me dieron ni agua
(Habla Paulina): ''En estos siete días me trataron mal porque me tenían en ayunas y no me daban ni agua. Me metieron a donde meten a todas las mujeres que van a dar a luz. Esperaban subirme "a piso" para darme de comer''.
-ƑA las demás sí les daban de comer?
-Sí.
''Afuera esperaban mi mamá y mi hermano y nunca los dejaron entrar ni pasarme alimentos''.
-ƑYa le hicieron ''eso" a mi hija? ƑCómo está? -preguntaba mi mamá.
-ƑCómo se llama su hija? -le preguntaban. Mi mamá buscaba el modo de decirles por qué razón estaba yo allí y le daba pena porque había mucha gente. "Pues mi hija esta acá porque le van a hacer un legrado". En la tarde, otra vez lo mismo. Así, a diario. Yo me sentía mal, como si no fuera gente.
(Habla María Elena): -Ella es una niña, no una mujer de edad y a mí me preguntaban constantemente que por qué estaba allí y yo decía: "Por eso". Y me contestaban: "No, no le han hecho nada, allí está".
Allí me dormía yo. Me llevé mi cobija, me dormí en el piso los siete días, en un pedacito en la sala. No me despegué para nada. Cada tres o cuatro horas preguntaba por mi hija a las enfermeras, a las recepcionistas. Nunca me daban razón y nunca le hicieron nada. Preguntaban quién era yo y por qué estaba allí: "ƑQué quiere?". Nos humillaban.
-ƑQuién es Paulina del Carmen? -gritaba una enfermera.
šHabiendo tanta gente y la enfermera gritando! Humberto y yo sentíamos bien feo. ƑQué podíamos hacer? ƑPara qué, pues, gritarlo en esa forma?
Gastamos 6 mil pesos
(Interviene Humberto): ''Nos daban largas, me pidieron un medicamento para dilatarle la matriz, de 400 pesos, una inyección que nunca se le puso. Tampoco se le hizo el ultra sonido. 'ƑSaben qué? No sirve el aparato. Tienen que hacerse los análisis por fuera. Nosotros no tenemos el equipo'. Total, gastamos 6 mil. De hecho uno de los médicos de allí dijo que haría el legrado porque si le hubiera pasado lo mismo a su hija, él se lo hubiera hecho y me pidió un medicamento. Lo compré y ya no vi al doctor. Pasó el viernes, el sábado, el domingo, el lunes... Todo el día preguntaba yo por él, que tiene una operación, está en una junta, anda muy ocupado, no ha salido del quirófano, ya salió. Entraba a las seis de la mañana y salía a las dos. Entre tantas negativas decidí madrugar y atajarlo a las seis en el lugar donde checan los doctores. 'Pues fíjese, doctor, que ya tengo una semana, ya compré el medicamento'. Y me dijo: 'Sí, es cierto, mira, la verdad, no lo voy a hacer'. Le respondí: 'Me habría dicho eso desde un principio para no gastar lo que he gastado y tampoco mi hermana hubiera estado tanto tiempo aquí'. Y se fue y me dejó con la palabra en la boca. Le valió. Me enojé, fui al Ministerio Público y a mi hermana la dieron de alta, sólo para que volviera a entrar el día martes. Resulta que tampoco le hicieron nada. El director del Hospital General, Ismael Avila Iñiguez, nos hizo ver los riesgos que corría Paulina. Nos trataron muy mal y a mí nunca se me va a olvidar.
En el terreno de las convicciones
El doctor Avila Iñiguez nos hace pasar a su despacho a Isabel Vericat, a Silvia Reséndiz Flores y a mí, y de inmediato Isabel lleva la batuta de la entrevista. Lúcida y convincente, Isabel Vericat se crece mientras Avila Iñiguez, que de entrada no me pareció nada antipático porque le encontré un ligero parecido con Manuel Peimbert, se fue desinflando. Joven, nada prepotente (a diferencia del doctor Carlos Alberto Astorga Othón, director de ISESALUD), el doctor Avila Iñiguez respondió a todas nuestras preguntas y sin capote se enfrentó a Isabel, que lo embistió como toro de Miura.
-Paulina llega aquí con una autorización del Ministerio Público para una interrupción del embarazo por violación. Entonces, como directivo de un Hospital General, mi función consiste así, entre comillas, en dar una orden para que uno de los ginecólogos del hospital la cumpliera.
''Aquí nosotros íbamos saliendo de un problema laboral muy serio. Tomé la dirección de este hospital en septiembre luego de un paro de diez o 15 días. El jefe de Ginecobstetricia me dijo: 'Consulté a los médicos de servicio y ellos no están dispuestos a realizar el procedimiento'.
-ƑQué razón adujeron?
-Dijeron que son médicos para preservar la vida no para quitarla. Fue una decisión muy propia del servicio de Ginecobstetricia.
-Un objetor de conciencia es todo lo respetable que se merece, pero a nivel institucional siempre tiene que haber médicos dispuestos a cumplir, porque el aborto por violación es legal según el artículo 136 del Código Penal de Baja California.
-Así es. Cuando nos pusimos a buscar un poquito de antecedentes vimos que era la primera vez que había un caso semejante y enfrenté el primer bloqueo de los médicos. Al día siguiente, yo tenía una especie de motín aquí con los médicos ginecólogos. Dijeron que no estaban de acuerdo y que si era necesario se iban a amparar, porque no había ninguna autoridad que los obligara a realizar algo contra lo cual estaban y para lo cual no habían sido formados. Una pregunta que me exigían los médicos era: "ƑPor qué el Hospital General de Mexicali es el que tiene que resolverle estos casos al Ministerio Público? El Ministerio Público tiene presupuesto para atender a sus judiciales en hospitales particulares''.
-Pero el derecho de Paulina era totalmente legal.
-Los médicos alegaron: "Si es una situación legal, que la haga el Ministerio Público. No tiene por qué involucrar al hospital".
-Oiga, doctor, pero es una operación muy fácil, Ƒno?
-Es el de la extracción manual intrauterina... El problema es que en este asunto se entró al terreno de las convicciones y lo más difícil es obligar a la gente a hacer algo con lo que no está de acuerdo.
'''No, Ƒsabes qué?, yo no estoy dispuesto'. Los médicos sabían que Paulina era menor de edad y que era un aborto por violación. Uno de los médicos me dijo: 'Ninguno de nosotros vamos a realizar el procedimiento. Es más, si tú me presionas yo renuncio', y el doctor Leonardo Garza, jefe de Ginecobstetricia, renunció. Esto sucedió durante el primer internamiento de Paulina, el de los ocho días.
''Ante esta situación, yo le pedí tiempo a la familia: 'ƑSaben qué? Yo tengo un problema laboral'. La niña ya había estado una semana entre los 'ahorita y al rato' de los médicos que no estaban convencidos''.
-ƑY por qué la tenían en ayuno? ƑPor qué no podía comer?
-La situación del ayuno era propiamente para que uno de los médicos que aceptara hacer el procedimiento lo hiciera en cualquier momento.
''Me detuvieron 36 horas en los separos de la Judicial por desacato a la orden del Ministerio Público. Llamé al doctor Astorga Othón: 'ƑSabe qué? Los médicos no quieren hacerlo'. 'ƑSabes qué? -me respondió Astorga Othón-, yo voy a hablar con el Ministerio Público porque soy la autoridad de salud en el estado y por mí debió haber llegado esa orden'''.