DOMINGO 23 DE ABRIL DE 2000

Ť Mañana, última función de la obra, en el CADAC


La cabeza de Apolo, un ritual vacío, define Héctor Bourgues

Ť Su fin, inquietar mediante un maremágnum de imágenes

Carlos Paul Ť Como parte de las actividades por el 25 aniversario del Centro de Arte Dramático (CADAC), se presenta en esa institución un "pastiche teatral", a partir de la tragedia neoclásica en un acto La cabeza de Apolo, escrita por Héctor Azar.

Dirigida por Héctor Bourgues Valles, la abigarrada puesta en escena "no está hecha para que las personas entiendan algo específico. Esta obra es ritual vacío", señala el creador escénico.

La obra aspira "a otra posibilidad de comprensión, que no es entender la historia, sino que luego de presenciar una serie de personajes e imágenes sin ton ni son regresemos a la calle y no seamos tan conformistas frente al caos cotidiano".

Montaje que, añade, pretende inquietar mediante una metralla de imágenes y recordarnos el desorden citadino al que somos arrojados por un individualismo exacerbado.

En ese sentido, Bourgues destaca que cada vez nos cuesta más trabajo un diálogo, en el sentido estricto de la palabra, que provoque un verdadero entendimiento. ''En este caso, estos personajes deambulan solos, su único punto de contacto es la pantalla de un televisor. Situación que de manera metafórica intenta proyectar a ese individuo que se encierra más en sí mismo''.

Puesta en escena por el Laboratorio Teatral de CADAC, que integra a 15 actores, alumnos y ex alumnos de ese centro, el montaje traslada a los personajes de esta tragedia neoclásica a un contexto contemporáneo.

Atassa, la esposa fiel, vestida con un ajustado vestido rojo; una descarada esclava asiria convertida en una joven darki de labios y párpados pintados de negro; la voz de Apolo emitida por un actor vestido de lo que se adivina un smoking; la cabeza de Apolo proyectada en circuito cerrado en un televisor y encarnada por un cuerpo femenino; una actriz que no ve, con un leotardo para hacer aeróbicos; una dramaturga que conforme transcurre la historia de manera permanente hace en escena las acotaciones; dos atenienses vestidas también con ropa deportiva, una voz cantante, una par de boxeadores que también son gimnastas y el chico de Zapping, que sirve de tramoyista, son los disímbolos personajes que interpretan el texto de Héctor Azar, obra que originalmente "nos refiere al dios griego Apolo, cuya cabeza vaga sin cuerpo seduciendo mujeres, que en su loco afán por entablar una relación amorosa con el dios, le otorgan un cuerpo, aunque para ello tengan que decapitar a su propio esposo".

El diseño escenográfico de Karla Rodríguez, de este ''barroco y contemporáneo'' montaje, incluye, entre otros elementos, un piano que no se usa, una licuadora colgada a la mitad de escenario, una pequeña pecera, una serie de estructuras que sirven tanto para crear una reducida celda donde se encuentra la cabeza de Apolo, como para formar una plataforma y una serie de fotografías (colgadas al fondo del escenario) de distintas partes el cuerpo humano.

Muchos de los personajes, puntualiza Héctor, ''son citas o reminiscencias de otras obras de teatro, de películas, incluso de imágenes comerciales, que como generación nos han formado o nos han deformado. En este montaje la 'originalidad' se vuelve un lugar común y un sin sentido". La manera ''irónica'' en la que presentan algunas escenas, intenta ser un reflejo de ''una especie de espectacularidad vacía''. Con este trabajo se pretender evidenciar que en estos tiempos ''importa más decir algo, que lo que tenemos que decir, esto es, lo que importa es llegar al micrófono, a la portada de una revista o ante una cámara de televisión, decir lo que sea y tener cinco minutos de fama''.

(La última función de La cabeza de Apolo se escenifica este lunes 24, a las 20:30 horas, en el CADAC. Centenario y Belisario Domínguez, Coyoacán.)