DOMINGO 23 DE ABRIL DE 2000
Ť Incendian los Judas que caracterizan a personajes repudiados
Arden los Salinas, el Tío Sam y el Diablo
Ť Sergio Andrade, un secuestrador y un banquero beneficiario del Fobaproa, otros quemados
Desde hacía una semana permanecían en el patio central de un edificio de la avenida Pino Suárez para la admiración y el repudio de la comunidad que los condenó, pero como "no hay plazo que no se cumpla", el día de la sentencia llegó y a la hora prevista fueron llevados a la Plaza de la Constitución, la cual se convirtió anoche en el lugar donde se cumpliría el dictamen: la hoguera.
Así, ante una multitud congregada en el Zócalo fueron consumidos por las llamas, en medio del estruendo de los cohetes y la humareda, aquellos personajes que en los últimos tiempos se ganaron la aversión del pueblo, entre ellos los hermanos Carlos y Raúl Salinas de Gortari.
Con ocho muñecos enormes, realizados por el artesano Miguel Linares, el gobierno de la ciudad revivió una de las tradiciones populares de la Semana Santa, que a decir del mismo creador se estaba perdiendo: la quema de Judas.
Iniciada con la evangelización en la época colonial, y que también se realizaba durante el siglo pasado, según escribieron cronistas como Artemio del Valle-Arizpe, la celebración daba comienzo en punto de las 10 de la mañana con el repicar de las campanas de Catedral, después del Gloria in excelsis Deo que anunciaba la resurrección de Cristo. Hoy significa la oportunidad de que se juzgue a personajes "de moda, odiados por el pueblo", explicó Edgar Anaya, uno de los organizadores.
Alejandro Aura, director del Instituto de Cultura de la ciudad de México, rechazó usar el término "rescate" para este acto: "Está más que viva" la tradición, aseguró, "lo único que estamos haciendo es buscarles un espacio público, como en su momento lo hicimos con las ofrendas y el Desfile de la Primavera".
En la representación del traidor que vendió por 30 monedas a Jesús, además de los Salinas, se encontraban el ex representante artístico Sergio Andrade; el Tío Sam; un secuestrador al que algunos identificaron como Andrés Caletri y otros como El Mochaorejas, Daniel Arizmendi; un banquero beneficiario del Fobaproa-IPAB; Judas Iscariote y el Diablo.
A las 10:30 horas, a bordo unos de una camioneta de redilas y otros cargados en hombros, fueron sacados del Museo de la Ciudad de México con las notas de La marcha de Zacatecas, que interpretaba una banda traída de tierras mexiquenses, hacia su última morada: la plancha del Zócalo.
Con dos mojigangas, La Chana y El Juan, que antaño dieran voz a los mensajes del cancionero Picot al frente, bailando al ritmo de la música, los Judas fueron paseados por Pino Suárez y alrededor de la Plaza de la Constitución. Los Salinas otra vez frente a Palacio Nacional.
En el cruce con Corregidora, el cableado de los semáforos quiso adelantarse y cumplir con Raúl Salinas lo que en sus propias manos hiciera el apóstol que traicionó a Jesús, según se escribió en el Evangelio: echarse la soga al cuello.
Pero no le había llegado su hora todavía y el tripulante del vehículo maniobró para librar el obstáculo. Los Salinas y compañía debían aún expiar sus culpas expuestos al público bajo el ardiente sol, antes de entrar a la hoguera.
"šCuídenlo para que lo quemen! šQue muera el traidor!", gritó un hombre cuando metieron tras un alambrado las enormes figuras y a la de Carlos Salinas se le desprendió una pierna.
Judas y mojigangas son producto de tres meses de trabajo de la familia de Miguel Linares, hijo del célebre Pedro Linares, creador de las figuras fantásticas a las que dio el nombre de alebrijes. El y Edgar Anaya elaboraron la propuesta y la llevaron al delegado político en Cuauhtémoc, Jorge Legorreta, quien decidió apoyarlo, con la colaboración del Instituto de Cultura.
Engrudo, diferentes tipos de papel sobre una estructura de carrizo y pinturas acrílicas fueron los materiales básicos de las creaciones, que salieron apenas hace una semana de los talleres de la familia Linares, ubicados atrás del Mercado de Sonora. Los cohetes, finalmente fueron añadidos por artesanos pirotécnicos de Tultepec, estado de México.
Las celebraciones colectivas, señaló Alejandro Aura, previo a la quema de los Judas, estaban "definitivamente desatendidas" y la política del actual gobierno de la ciudad es convocar a la ciudad a participar en estas tradiciones que refrendan nuestra identidad y nos permiten rencontrarnos.
En punto de las 22 horas se prendió la primera mecha y, con un fuerte estruendo, comenzó a arder el Tío Sam, el cual perdió primero las piernas, después los brazos y finalmente la cabeza, sentencia que padecieron posteriormente el secuestrador, el Judas Iscariote, Raúl Salinas, el Diablo, Sergio Andrade, el banquero y, "porque la venganza es dulce", para el final dejaron a Carlos Salinas.
Otro estruendo antes de que tocara al Judas que caracterizó al ex presidente provino del público que clamó: "šDuro! šDuro! šDuro!" Los gritos se confundían con los de "šRatero! šRatero!" y los de "šCulero!", al tiempo que en la Catedral Metropolitana varias personas apostadas en los campanarios hacían sonar matracas por la resurrección de Jesús.
La expectación se prolongó por más de una hora para que la multitud pudiera ver arder al ex mandatario. El maestro de ceremonias preguntaba: "ƑYa nos echamos al orejón?", y bastaron cinco segundos para que el Judas de Salinas quedara esparcido en añicos por el suelo. (Angel Bolaños y Josefina Quintero.)