Guillermo Almeyra
La izquierda de la derecha /I
Primero Felipillo El Pillo González arrastró a su partido, el llamado Socialista Obrero Español, y a la izquierda al desastre; ahora Massimo D'Alema, El Mínimo, construyó pacientemente en Italia un triunfo electoral de la derecha y provocó el naufragio de una "izquierda amplia". En ambos casos, la derecha no ganó votos, sino porcentaje ya que buena parte del electorado de izquierda se abstuvo, al igual que una parte del centro democrático, que está muy desmoralizado. Los de la tercera vía -entre la socialdemocracia y el mercado-, como los "viados" que inundan los mercados de la prostitución en Europa, se dedicaron al travestivismo político y, para no parecer socialdemócratas (šhorror!), se pusieron a la derecha de Blair y de Clinton e hicieron en lo esencial la misma política, o peor, que habría hecho la derecha desde el gobierno. De este modo DƀAlema y los suyos financiaron con el dinero de todos la educación religiosa y prepararon la privatización de la pública, participaron plenamente en la aventura de la OTAN contra Yugoslavia y en la ocupación virtual de Albania, privatizaron lo que pudieron, atentaron contra los jubilados, reprimieron a los inmigrantes, se sometieron a Washington, "reflotaron" a los corruptos y al mismo Bettino Craxi, por cuya residencia en el exilio, como prófugo de la justicia, desfilaron para pedirle ayuda, hicieron una ley sobre los carabineros dictada por el comando golpista de los mismos... ƑEs de extrañarse entonces que una parte del electorado, pudiendo votar por el original derechista optase por su imitación "terceravía" y que otra parte, debiendo escoger entre la derecha de la derecha y la izquierda de la derecha, prefiriese abstenerse, asqueada y desilusionada?
Para colmo, esa gente se aferra al poder. La renuncia de D'Alema la lleva, no a convocar elecciones anticipadas, sino a tratar de mantener, con la actual mayoría parlamentaria basada en el pasado, un gobierno basado en una minoría que se reduce como la piel de zapa. En las eventuales elecciones, en efecto, podría ganar la derecha dirigida por Silvio Berlusconi, el zar de la pésima televisión privada que compite con Tv Azteca por su bajísimo nivel cultural y su carácter ultrarreaccionario, en alianza con los fascistas-peinados-para-ser-potables-para-la-Unión Europea que dirige Gianfranco Fini. Podría pasar así en Italia lo que sucedió en Austria, con todas las consecuencias del caso. Sin embargo, de todos modos, habría un sinceramiento del país político con el país institucional y eso tendría la ventaja de impulsar a la oposición a los sectores democráticos que hoy están en casa. Pero no es fatal, aunque sí muy probable que en dichas elecciones venciese la derecha: ellas podrían ser igualmente la ocasión para una reorganización de una izquierda real, apoyada en un centroizquierda democrático, con una propuesta alternativa a la de la derecha y, por lo tanto, crítica frente a los D'Alema, Veltroni, Amato y Cía, que llevaron el buque a los escollos. Dicho bloque democrático, aunque perdiese por falta de tiempo para demostrar a todos que no es un simple maquillaje de los travestidos del gobierno actual, por lo menos aceptaría las reglas de la democracia, salvaría el honor, prepararía el futuro. En cambio, la sustitución de D'Alema por una solución "de Palacio" que llevase al gobierno a Giuliano Amato, el hombre del capital financiero internacional y ex brazo derecho de Craxi o por gente similar sería un posterior deslizamiento hacia la derecha de la derecha, con el pretexto de ganar gente del centro de la misma.
Es evidente que un demócrata auténtico debe repudiar y condenar a los Blair, González, D'Alema, como en los años veinte los laboristas ingleses debieron repudiar a Ramsay MacDonald antes de tratar de volver a subir la cuesta política. Pero no basta con comprobar la falacia de la "tercera vía" incluso en Europa, donde se nos decía que era posible. El problema verdadero reside en por qué sucede esto, por qué una parte de la izquierda (la "respetuosa") se integra en la derecha, acepta sus valores, comparte su fundamentalismo histórico y de mercado, por qué son escasas las fuerzas que van contracorriente, manteniendo la necesidad de una alternativa a la política del capital, por qué, incluso, para tratar de salvar lo salvable, estas últimas deben dar una mano a cadáveres, que las arrastran hacia el fondo del pantano. Obviamente, eso requiere un análisis especial...