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México, D.F. sábado 22 de abril de 2000
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EXCUSAS TARDIAS

SOL El presidente boliviano, Hugo Bánzer, miembro del "club" de golpistas constituido por Augusto Pinochet, el paraguayo Alfredo Stroessner, los militares argentinos, los brasileños y los uruguayos que ensangrentó el Cono Sur, acaba de pedir un "perdón" tardío "por los disidentes políticos perseguidos y encarcelados" durante su dictadura desde 1971 hasta 1978, olvidando, de paso, las más de 200 muertes de opositores durante ese periodo y los casi mil exiliados. Por supuesto, Bánzer tampoco se autocriticó por la instauración del estado de sitio hace 14 días, el cual causó seis muertes y 82 heridos además de casi 120 detenidos y deportados a la selva amazónica boliviana.

Es evidente que el fracaso de esa medida de fuerza intentada para aplastar la protesta campesina, popular y estudiantil debilitó enormemente al ex dictador y parece haberle despertado -con retraso de casi un cuarto de siglo- una "conciencia democrática" que pocos le reconocen. Aunque "perdonar es divino" es difícil, sin embargo, que el pueblo boliviano no extraiga la conclusión de que fueron las movilizaciones campesinas y los bloqueos de las carreteras y las ciudades (como antes sucediera en otro país andino, Ecuador) lo que obligó a liberar a los presos, devolver a sus hogares a los deportados, anular la privatización del agua, dar tierras a los campesinos, levantar el estado de sitio que había demostrado ser ineficaz como arma de terror y represión e incluso peligroso (ya que en plena represión se amotinaron unidades policiales y cundió el malestar en filas del ejército).

Ahora parece estar de moda pedir "perdón" por el remoto pasado para disminuir la presión en el presente (como hizo el Papa refiriéndose a las barbaries sufridas por los judíos y otros no católicos durante el Medioevo pero sin condenar el apoyo del Vaticano a los nazifascistas durante los años 1930 y durante la Segunda Guerra Mundial), pero parece dudoso que este tipo de arrepentimiento tan parcial y tan poco sincero pueda ser interpretado de otro modo que como una nueva muestra de debilidad de un hombre cuya primera reacción ante una protesta popular fue reprimirla violentamente. Es muy probable, por lo tanto, que el pueblo boliviano, que hizo retroceder al gobierno en sus planes privatizadores y en sus medidas liberticidas, tratará de ensanchar la brecha abierta en el régimen, con nuevas propuestas alternativas y nuevas movilizaciones. Como en Ecuador, se ha visto en efecto que la represión no basta para acallar y desmovilizar a los indígenas y campesinos ni a los estudiantes y maestros, radicalizados por una política económica que les condena al hambre y alentados por el apoyo de la población. Es previsible, por consiguiente, que todo el arco andino -desde Bolivia hasta Perú, que quiere elecciones libres, pasando por Ecuador, donde los sindicatos rechazan las condiciones impuestas por el FMI para conceder un préstamo, o sea, la eliminación de subsidios a los servicios básicos y la privatización de las empresas públicas y harán una gran manifestación el Primero de Mayo- entre en un periodo de ebullición política. Los vientos neoliberales comienzan a hacer retoñar las tempestades sociales.


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