SABADO 22 DE ABRIL DE 2000
* Montaje de Israel Cortés en el Festival Iberoamericano de Teatro
Generosa recepción a Erótica de fin de circo
Renato Ravelo, enviado, Santafé de Bogotá, 21 de abril * Erótica de fin de circo, de Circo Raus de México, con todas sus ambiciones y recovecos recibió del público colombiano una generosa recepción en su segunda función aquí, ya que la primera tuvo algunos incovenientes porque su concepción obedeció a un espacio concreto en el Centro Nacional de las Artes de México, que es desde luego diferente al que se le asignó en Bogotá.
De ahí la reflexión básica de la obra concebida por Israel Cortés, que a sus 26 años sería el director más joven que ha asistido al Festival Iberoamericano de Teatro.
En él hay ambición y recovecos, pero sobre todo un extraño aire de credibilidad. Autodidacta, si eso se puede decir de alguien que ha tomado talleres con Carvine 14, Odin Teatret, Phillipe Genty y Atanor Danza.
Impetu actoral con frescura
Y en la ambición hay arrogancia, al plantear una propuesta escénica que contiene cuadros derivados, de manera obvia, de algunas propuestas como El dormitorio, de Carbone 14, en la que se juega con el hecho de plantear una cama en posición vertical para generar en el espectador el vértigo de que se está en el techo de la escena.
Pero en la ambición también hay cuadros estéticos por los que valen la pena los recovecos, como cuando sobre el trapecio y con los pies se sostiene a una mujer, o el cuadro en el que aparecen dos globos atados a los pezones de dos de las actrices, o el de la escena de unas sandías simbolizando el deseo entre dos hombres mientras en otro plano dos mujeres se abofetean el cuerpo con caricias severas.
Cuentan que uno de los hermanos Atayde vio el espectáculo, poco antes de invitar a toda la compañía a la temporada en la Arena México. Dijo que estaban verdes, pero que tenían una frescura en el ímpetu que ellos, lamentablemente, ya no conservaban.
En la ambición de Israel Cortés caminan Agustín Bernal y Jerildy Bosch, en la música y la coreografía, respectivamente, con lo que se cumple ese principio de que los circos tienen música en vivo. La parte circense está a cargo de Mikhail Shatin Susecove e Iraida Noriega, la cantante, carga por cierto con buena parte del sustento escénico.
Telones que se levantan como capas de cebolla, trapecios, sexo simulado, texto con pretensiones finiseculares, coreografías algunas sorprendentes, otras casi invisibles, reto en iluminación y escenografia que resolvieron con tino Víctor Zapatero y Jorge Ballina, de manera respectiva.
La intensidad en el escenario es vacilante, como una flama de una vela que está por momentos casi a punto de apagarse y, en otros, brilla al punto del vértigo que generan los vuelos.
En todo caso permanece como constante la intensidad con la que se aplican lo mismo la propia Jerildy Bosch, que Rodolfo Jacuinde, Doménico Espinosa, Ramón Solano, Renata Wimer y Diane Ormsby.
Una historia de amor sin palabras de amor, reza la presentación, pretensiosa, finisecular, pero al mismo tiempo descaradamente auténtica. En términos descriptivos, se trata de una serie de cuadros que intentan fabricar relaciones entre el circo y la sexualidad: vistosos, influenciados por las vanguardias escénicas que pretenden la ocupación espectacular de la escena.
''Circo Caos'', se dice en broma, tras bambalinas, del agrupamiento, pero en realidad Erótica de fin de circo es una de las propuestas más ambiciosas de la escena mexicana, y bien vale la pena celebrar sus recovecos y sus ambiciones sin dejar de esperar la redonda exploración del caos.