VIERNES 21 DE ABRIL DE 2000

* El sábado se presentará en el Zócalo


La Charanga Habanera dejó boquiabiertas a las lolitas

Salon 21. Mujers
Dantes charanga
Dantes charanga
Jaime Whaley * Sin que la concurrencia se notase preocupada por los vaivenes del índice general de precios al consumidor o del fondo Nasdaq, en convivio eminentemente antillano, La Charanga Habanera, que obvia decir de dónde procede; el Son 14, cubanos también, y el Son de Merengue, equipo con mixturas en cuanto a nacionalidades pero con raigambre dominicana, pusieron a bailar a un buen puñado de asistentes al ya famoso Salón 21.

Sin demérito de los catorces ni de los merengueros, que tienen lo suyo, indudablemente la noche fue para los charangueros, que por 120 minutos, poco más o menos, lo mismo pusieron a bailotear a los presentes que dejaron boquiabierta a la vasta concurrencia femenina que, gracias a las altas temperaturas que nos atacan, se presentó, en su mayoría, minúsculamente ataviada.

Lola, lolita... Ya se deja escuchar esa fusión de pop, jazz y afro, y bordeando el escenario, en primerísima fila, las habitués del 21, mujeres frescas, candorosas, imaginables lolitas, que se adivinan desinhibidas, empiezan a contonearse ante las rítmicas sugerencias de los charangos: ''te di, te di, Ƒdónde? Donde te gusta a ti''.

Ya Cristina, apoyándose en hombros desnudos, hace gala de fuerza y se trepa, llega ya hasta el mismísimo proscenio, la tierra prometida para ella, y le planta un beso a Dantes, el apolíneo cantante charanguero. Su arrojo es celebrado con un aprobatorio šahhh! por sus compañeras.

Señora, a veces la vida nos lleva hasta la locura... Es Tirso, otra de las voces charangueras, y vienen ahora las tradicionales Capullito de alhelí, Manicero, Lamento borincano y en un solo de sax, Tequila, tonada de los cincuenta.

Invitadas, suben ahora al escenario Diana y Kenia, beldades isleñas, concurso de movimiento cinturil, que deja sin aliento a la población masculina.

Desvanecida la presencia charanguera, queda el bailecito con Laura y su comentario sobre los sentimientos de culpas del jugo de naranja o las relaciones destructivas en que incurre el néctar de manzana, y esto no es por efectos etílicos, no, lo que pasa es que la dama es psicóloga en una embotelladora.

Mañana, sábado, La Charanga Habanera en el Zócalo. Quemará sus propios diablos, pero despertará otros; los más calientes. šAh, qué pinche calor!, diría Javier Molina.