ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Ni siquiera las grandes cadenas de televisión están dispuestas a darle real importancia al falso debate que sostendrán este próximo martes 25 los candidatos a la Presi- dencia de México. Televisa, por ejemplo, difundirá el remedo de polémica a través del canal 5 y no del 2, y Televisión Azteca lo hará por el 7, y no por el 13.
No es para menos el desdén de los genios del rating: los candidatos tendrán derecho a vagar libremente por la pradera televisiva, diciendo lo que quieran, hablando de lo que se les antoje, sin temario compartido ni puntos de divergencia previamente establecidos. No sólo eso: no habrá réplicas, y si alguno de los participantes desea dirigirse en especial a alguno de sus contrincantes, lo deberá hacer sacrificando uno de los turnos de exposición que le corresponderán.
El autismo hexagonal que acordaron los representantes de los candidatos llevará a una mera exposición individual de programas y propuestas, pero no necesariamente a una verdadera confrontación de puntos de vista. El tono precavido que finalmente se pudo acordar, es el requerido por Francisco Labastida para no ser asediado en una auténtica discusión, en un legítimo debate. A pesar de ello, hay temor de que Vicente Fox llegue a idear alguna estrategia de ataque que haga concentrar la atención en los verdaderos contendientes, que son Labastida y Fox (no necesariamente en ese orden o, mejor dicho y de manera clara: no en ese orden), o que concentre un "ataque masivo" de los candidatos no priístas contra el tricolor.
El debate sin debate se realizará en el World Trade Center y, eso sí, los candidatos (Labastida, Fox, Cárdenas, Camacho, Muñoz Ledo y Rincón Gallardo) deberán asistir solos, sin asesores ni familiares, ante las cámaras de televisión. Con ese requisito extremo es posible que ni siquiera esos observadores obligados, los asesores y familiares, vean completa y con plena atención esa batalla virtual que, según las evidencias disponibles, pretenderá ser ganada por el priísmo no en esos momentos de presunto debate, sino en los comentarios inducidos que desde ahora se preparan para ser expuestos en los programas inmediatos de análisis que habrá.
(Por cierto, anótese como un punto a favor de la seriedad republicana y confesional de esta columna el hecho de que no se dedicó a explotar el asunto del banquito que se pondrá al pie de los candidatos de menor estatura para que a la hora del debate sin debate igualen su talla en el respectivo atril a la de algunos de sus adversarios que sean físicamente más altos. Ni un chistecito, ni una bromilla. Seriedad republicana y confesional en esta semana de guardar.)
El mensaje de los Arellano Félix
Se tardó un poquito el fiscal mexicano antidrogas, Mariano Herrán Salvati, en aceptar que la muerte de los tres agentes federales habida la semana pasada en La Rumorosa fue un mensaje de intimidación enviado por la banda de los hermanos Arellano Félix al gobierno federal y sus presuntos esfuerzos contra el narcotráfico.
Desde el primer momento quedó claro para quienes conocieron de cerca los hechos de La Rumorosa, entre Mexicali y Tijuana, que los agentes habían sido asesinados. Ahora se sabe que murieron a causa de golpes contusos, producidos con objetos sin punta y sin filo, como un bat, o un tubo, y que fueron aplastados por un camión de carga de tres y media toneladas. Los médicos legistas afirmaron sin duda alguna que las lesiones provocadas por la caída del automóvil de los agentes federales a un barranco se habían producido en los cuerpos ya sin vida. Sin embargo, el primer reporte de la Policía Federal de Caminos fue bellamente descriptivo de cómo las autoridades pueden mover a su antojo las verdades oficiales (verdades oficiales en cuanto son asentadas en partes y dictámenes que en los tribunales van dando por cierta la versión allí escrita): según eso, dicho en muchas palabras y con descripciones técnicas precisas, el accidente se había producido por el derrape del vehículo, un simple y cotidiano accidente mortal de carretera.
Pero desde entonces se sabía lo que ayer aceptó el fiscal Herrán: los asesinatos fueron el mensaje de muerte que los Arellano Félix han lanzado al gobierno federal. Uno de los muertos, como se sabe, tenía 40 días como comisionado para investigar las actividades de los Arellano Félix y era amigo personal de Herrán, quien lo había invitado años atrás a incorporarse a las filas de la PGR. Otro de los asesinados era un capitán del Ejército que estaba comisionado, con licencia, a la delegación bajacaliforniana de la PGR. Actuar contra un oficial militar ha sido un atrevimiento severamente castigado por la propia milicia, por lo que las bandas delictivas suelen ser extremadamente cuidadosas de no asesinar a personajes verde olivo. El grado de enfrentamiento es tan alto ahora que, sin embargo, se actuó contra ese capitán, y hay un mayor dado por extraviado y presumiblemente en manos de narcotraficantes.
Astillas: El rector de la Universidad de Colima, Carlos Silva Salazar, quien invitó a Francisco Labastida y a un centenar de intelectuales a un acto priísta de campaña en Manzanillo, está a salvo de cualquier duda respecto a que esté actuando por motivaciones partidistas. Tal duda no debe existir, sino una plena certeza, pues el citado rector es ni más ni menos que candidato por el PRI a diputado local plurinominal en Colima. Sin embargo, el señor rector aparenta tanto pudor en su doble faceta, como jefe universitario y como militante priísta, que es candidato suplente a la citada diputación. Pero no es modestia o humildad lo que le lleva a aceptar tal postulación de segundo nivel, sino una maniobra para encubrir su pronta conversión en diputado en funciones y presunto jefe de la fracción parlamentaria priísta. Según eso, el rector está enfilándose desde ahora y desde esa curul a ser el candidato priísta a gobernador, según proyecto del actual gobernador que, antes, fue rector... En Chiapas se viven vergüenzas parecidas: érase que se era un rector de la Universidad Autónoma de Chiapas, quien presuntamente debería dedicarse a la sacra tarea académica, pero he aquí que al prefecto de la academia militarizada llamada gobierno del estado, el sargento Roberto Albores, se le ocurrió sacar al citado rector de la UACH para hacerlo secretario general de Gobierno. El citado rector, Mario Leisceur de nombre, pidió permiso a su encargo universitario y ahora está a punto de renovarlo para seguir sirviendo a las órdenes del sargento Albores. También desea el citado rector dejar mejor a algún encargado del despacho, mientras él sigue atendiendo las instrucciones del clarín alborista... Hay puntos oscuros que hacen a este tecleador ver con reservas el asunto del asalto al diputado panista Juan Marcos Gutiérrez. Según algunas de las versiones periodísticas publicadas, el legislador tijuanense no fue precisamente asaltado, sino que habría dejado subir a su auto a una persona en un crucero evidentemente peligroso, como es el de Francisco del Paso y Troncoso y el eje vial 3. Además, y ese dato no es menor, el asunto habría ocurrido no a las 9 de la noche del domingo, sino casi a las 2 de la mañana. El propio diputado panista se abstuvo de declarar ante autoridades, y los directivos panistas tampoco se han lanzado abiertamente en defensa de quien apenas el jueves anterior fue electo presidente de la sección instructora de la comisión de la Cámara de Diputados que decidirá si se retira la inmunidad al secretario de Turismo, Oscar Espinosa. Juan Marcos Gutiérrez estaba, eso sí, abiertamente a favor de retirar dicha inmunidad, lo que mueve a pensar en motivos mafiosos que pretenderían hacerle a un lado del encargo de intimidar a los sucesores. Pero, además de esas naturales especulaciones, es necesario dejar plenamente esclarecida la índole del incidente del citado legislador...
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