La Jornada martes 18 de abril de 2000

Alberto Aziz Nassif
Perú: Ƒuna referencia lejana?

Hace algunos años que en América Latina no se daba un proceso electoral fraudulento que generara conflictos como el que se acaba de dar en Perú. Esta vez el actual presidente Alberto Fujimori, quien tuvo glorias importantes en el combate a Sendero Luminoso, se sirvió con la cuchara grande. En la búsqueda de un tercer periodo presidencial, una segunda reelección, dejó las huellas de un proceso que no cumple con ningún presupuesto democrático: libertades, equidad, transparencia, confiabilidad. ƑQué tan lejos o qué tan cerca estamos del caso peruano hoy en día en México?

La pregunta no es absurda, sobre todo ahora que el país se enfrenta al proceso más competido de su historia reciente. No hay que olvidar que en México el fraude fue el signo dominante en las elecciones presidenciales de 1988, y la desigualdad y la desconfianza en las de 1994.

Las elecciones en Perú expresan que ese país llegó poco a poco a fortalecer condiciones de un régimen autoritario. Desde el poder se pusieron en juego todas las prácticas necesarias para conservar el poder: guerra sucia y desigual en contra de la oposición, obstrucción en los medios de comunicación para los opositores, uso y abuso de los recursos públicos para reforzar la campaña de la reelección y, para rematar, un fraude abierto en las urnas y en el cómputo de los votos. Casi como una paradoja, la desigualdad de las campañas reventó por lo más delgado, un factor no calculado en la estrategia de gobierno: Alejandro Toledo. Desde finales del año pasado hubo indicios de que los peruanos podían votar en contra de Fujimori, aunque el panorama no estaba claro. Había dos candidatos de oposición aparentemente fuertes, y un tercero más débil: Alberto Andrade, alcalde de Lima, contaba con cierta popularidad; Luis Castañeda Lossio, que había tenido éxito en la mejora de la infraestructura social del país, era otro prospecto interesante. Después de una intensa campaña de guerra sucia ambos candidatos bajaron de forma considerable en las preferencias electorales. Fue cuando se hizo visible Toledo, un economista desconocido cuya imagen creció hasta convertirse en una opción de alternancia para los peruanos. La estrategia fujimorista se olvidó de este rival, gracias a eso Toledo empezó a repuntar y en las últimas semanas mantuvo una subida de medio punto diario; se puede considerar como posible el supuesto que el electorado creó a su candidato (El País, 13/04/2000).

Después de diez años con Fujimori en el poder los indicadores democráticos fueron desapareciendo de manera alarmante: falta de equilibrio entre los poderes Legislativo y Judicial y sometimiento al Ejecutivo; libertad de expresión reducida de forma considerable; control sobre la mayoría de los medios. Un ejemplo que ilustra esta situación es que el día de la protesta en contra del fraude, quizá la mayor crisis política peruana desde el autogolpe de 1992, todos los canales abiertos de televisión mantenían sus transmisiones con telenovelas y series y sólo un canal de cable daba cobertura al conflicto (El País, 13/ 04/2000).

Concluidas las elecciones, Fujimori logró ganar con 49.84 por ciento de los votos y Toledo quedó en segundo lugar con 40.31 por ciento de los sufragios, lo cual garantizó la segunda vuelta (La Jornada, 13/04/2000). Desde el mismo día de las elecciones saltaron a la vista múltiples irregularidades. La oposición salió a la calle a protestar y Toledo anunció que no reconocería los resultados. A unas cuantas décimas de la mayoría para un tercer periodo presidencial, no se logró consumar un fraude que hubiera generado un gobierno impugnado internamente, sin legitimidad y debilitado en el exterior. La presión interna de un movimiento popular y masivo creció de forma rápida y articulada; la oposición tenía un nuevo liderazgo y una causa. La presión internacional fue muy importante: Estados Unidos se apoyó en los datos de la organización Transparencia, cuyos resultados diferían de las cifras oficiales y manifestó su inclinación por la segunda vuelta, al igual que varios países europeos. Ahora la segunda vuelta tendrá que llevarse a cabo con garantías democráticas.

El próximo 2 de julio México pasará la prueba de las urnas. Existe confianza en que el Instituto Federal Electoral pueda sacar adelante un proceso transparente y equitativo. Sin embargo, también hay sospechas de que ante una eventual derrota el partido oficial pueda hacer maniobras para no perder. Esperemos que el caso de Perú se mantenga sólo como una referencia lejana a nuestro pasado reciente y no como una experiencia cercana.