La Jornada martes 18 de abril de 2000

Teresa del Conde
La mirada fuerte
(Segunda y última parte)

Lucien Freud es quizá el más venerado de todos los pintores vivientes (creo que también es el más caro), es inaccesible, concede a veces entrevistas y hay importantísimas publicaciones acerca de sus trabajos. Quienes hemos visto obras suyas, reconocemos hasta los nombres de sus modelos. Fue hazaña del comisario lograr una buena representación suya para México y hará la delicia no sólo de los muchos pintores que hoy día han retomado el desnudo, sino de todos los que aman la pintura sobre todas las cosas.

Decir que es realista no es decir mucho, hay que verlo, puede causar pasmo. A Francis Bacon (1909-1992), amigo suyo por largo tiempo, lo conoce todo el mundo y en un cierto momento (incluso ahora) ejerció fuerte influjo en pintores latinoamericanos. Lo interesante es que está representado con espléndidas obras: en un díptico entregó la corporeidad de dos de sus colegas que aquí concurren: Lucien Freud, bastante animalizado, y Frank Auerbach que fue y es, al igual que Lucien, un hombre muy guapo, tan inaccesible de ser entrevistado personalmente como todos los demás, excepción hecha de Ewan Uglou, a quien sí fue posible visitar en su estudio ubicado en una peculiar edificación de ladrillo al sur de Londres. Uglou, hombre discreto (ningún dios, como lo son nuestros pintores de categoría) es un artista formidable; quizá porque yo no conocía sus obras más que en fotografía, me causaron imborrable impresión. Trabaja con la precisión de un Mondrian y, si cabe la expresión, podría decirse que es un abstracto geométrico rigurosísimo que hace figuración.

Una de sus pinturas se titula La pirámide y es una pirámide -sin dejar para nada de ser un cuerpo femenino sensual-. En Raíz de cinco desnudo plantea una especie de ecuación entre el cuerpo largo, recostado de la modelo, con una pierna flexionada, el vello púbico y el espacio liso de color morado surcado por estratégicos trazos rectos. Uglow tiene tres preocupaciones en la vida: pintar todo el tiempo, excepto el que invierte en impartir sus cursos en la Slade Shool of Fine Arts y el que ocupa en perseguir a sus modelos con objeto de que posen... No se sabe si algo más.

Su cuadro La toalla azul de tan sólo 24 por 25 cm, es una de las joyas de la muestra y produce añoranza de la buena pintura en todas partes siendo, como lo es, una obra totalmente contemporánea. Mostró en su estudio otra maravilla de cuadro (desnudo igualmente, planteado de modo tal que si una parte mínima se modificara, la composición sufriría). Al verlo me preguntaba cómo el antiexpresionismo puede dar lugar a algo tan certero y a la vez tan emocionante. Auerbach es su opuesto, la escalinata de St. Pancras (es una estación de tren) es densa, ''barroca", pastosa y movida.

De Kossoff podría decirse que niega el hecho de que la pintura sea estática. Aunque a ellos dos les repele el término ''expresionismo" no hay modo de eludirlo, pero es expresionismo como vivencia intensa y quizá romántica, nada que ver con el expresionismo que muestra preferencia por lo primitivo de los grupos alemanes.

Michael Andrews, quien nació en 1928 y murió en 1995, es un pintor altamente reconocido en Europa y se prepara una retrospectiva suya en la Tate Gallery. Le gustaba pintar el agua y las rocas, motivo por el cual viajó a Australia para conocer la roca Ayers. Se quedó nueve días, regresó a Londres y pintó por seis años esas configuraciones ''mágicas". Tales cuadros son enormes, intransportables, pero una delicadísima acuarela da cuenta de ellos. También le rindió pleitesía al Támesis, durante la fase postrera de su vida. Yo no sé por qué razón, pero una de sus mejores obras expuestas, El parque de los ciervos, me parece que es el equivalente contemporáneo de Le Dejeuner... de Manet, sin embargo el Estudio para toda la noche, planteado en paralelas (es un bar, hay cinco figuras) me parece mejor pintura. Están representadas varias de sus modalidades en esta muestra: dos de sus grandes cuadros tienen como tema, respectivamente, un avión que sobrevuela la costa y un barco. Las ''fisonomías" (pequeñas composiciones muy briosas que se museografiaron adjuntas a estos cuadros) pueden ser los pasajeros que viajaban en dichas naves.

De William Coldstream (1908-1987) se ofrecen unas muy objetivas pinturas urbanas, como el techado y los arbotantes de la abadía de Westminster, vistos desde un edificio alto, dos estupendos desnudos en el estudio y una naturaleza muerta que hará el encanto de quienes gustan del género (también de Uglou hay una magistral). ƑQué hay, pues, en la exposición?, la oportunidad de analizar, gozar, apropiarse de originales de pintores cuya fama es mundial y la sensación inesperada de encontrarse con muy buena pintura, de algunos autores quizá no tan conocidos, interrelacionada, acaso, por los temas y personalizada al máximo por los modos de hacer. A esto se suman dibujos que en muchos casos son lecciones de lo que un dibujo al carbón puede dar.