La Jornada martes 18 de abril de 2000

CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Velázquez

Ť El operador de Labastida
Ť La suplente de López Obrador

Hace unos días, después de identificar, de dar los nombres de quienes organizaron un complot en su contra, Andrés Manuel López Obrador se preguntaba cuál sería la parte de Francisco Labastida, el candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Bueno, pues el pastel se descubrió. Fue en una reunión a la que asistieron varios políticos de primera línea del PRI-DF. Allí estaban todos escuchando las palabras del operador.

Hombre formado en la izquierda, el operador dijo saber cómo y de qué forma reaccionaría el PRD y su candidato ante una denuncia en contra de López Obrador.

Quienes le escuchaban no estaban convencidos de tal asunto; es más, Oscar Levín Coppel, presidente del PRI-DF, y Fernando Lerdo de Tejada, candidato al Senado, entre otros, manifestaron su desacuerdo.

Allí se dijo que durante algún tiempo se había hecho un análisis de la situación de López Obrador y no se había encontrado elementos para descalificarlo.

Entonces, Jorge Alcocer, el operador, sacó tamaño tambache de supuestas pruebas y las puso en la mesa de discusión. Los otros, los del equipo de Alcocer, sí habían "encontrado" la información para señalar 22 puntos en contra del candidato de la Alianza por la Ciudad de México.

Pero antes se visualizaron los diferentes escenarios en la controversia. Todos los argumentos fueron derrotados por el ex subsecretario de Asuntos Políticos de la Secretaría de Gobernación.

Tenía todo medido. Les aseguró que el PRD caería en la desesperación, que iría cometiendo errores y que, a final de cuentas, López Obrador sería derrotado en la instancia debida: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Y no sólo eso, también se señaló en la reunión quién sería el suplente de López Obrador.

En ese escenario se eligió, por decirlo así, nada más ni nada menos que a Amalia García, la presidenta del PRD nacional. Todo estaba escrito.

Los asistentes a la reunión quedaron convencidos; se armó la estrategia y se lanzó la andanada. No habría marcha atrás y el PRI-DF tendría que defender la orden, y así se hizo.

No hace mucho, en estos últimos días, Jorge Alcocer, el ex subsecretario de Gobernación, apareció en un programa de televisión al lado, como el defensor, de Francisco Labastida, aunque para decir verdad ni lo necesitaba.

Jorge Alcocer era ése de barba bien recortada, que hoy se revela como el puente de enlace entre el gobierno actual y el equipo labastidista.

Y así, queda claro cómo Labastida también metió las manos en ese asunto de ejecutar a López Obrador, y la cosa es seria, se complica, se hace más espesa. Habla a las claras de una jugarreta en la que el perdedor podría ser el operador, su partido y la red de complicidades que se armó desde Los Pinos.

No obstante, hay escenarios no previstos por el especialista en el comportamiento del PRD y que podría quebrar los esquemas manejados hasta ahora.

Imaginemos, por ejemplo, que López Obrador sigue en campaña aunque se le hubiera descalificado y que en los anuncios de televisión aparezca el perredista pidiendo el voto por quien sea su sucesor.

Imaginémoslo de calle en calle, de puerta en puerta, exhortando a la gente a no permitir más atropellos, a ir en contra de sus victimarios: el PRI y el PAN.

Entonces, no descarte usted que la campaña del PRD, hasta el último momento, sea la de López Obrador y que, al final de cuentas, él sea quien tenga en sus manos las riendas del gobierno de la ciudad. Nadie me lo ha dicho, pero imagíneselo, sólo imagíneselo.

Y es que en el PRI más que un festejo de triunfo se empieza a preparar una ceremonia fúnebre. Muy pocos priístas dan como ganador a Silva Herzog, muy pocos piensan en rescatar la ciudad para el PRI.

Por eso desde ahora y desde los frentes conocidos y recurrentes se infla la figura del candidato totalmente palacio Santiago Creel Miranda, que sabe que el gobierno lo aprecia y que él puede ser la clave para garantizar y legitimar el triunfo de Labastida.

Sólo hay un problema en el casi del panista. Los analistas del PRI no saben a ciencia cierta si el candidato totalmente palacio podrá aguantar el aire para el final de la carrera política.