Nuevo bloqueo militar en Amador Hernández
Tala, sobrevuelos, asedio...
Hermann Bellinghausen, enviado, Amador Hernández, Chis., 14 de abril * El Ejército federal bloqueó ayer, durante toda la mañana, el camino real que une esta comunidad con San Quintín. Es la primera vez que esto ocurre, después de que hace exactamente ocho meses se instaló aquí un campamento militar. Desde entonces, la mancha de destrucción que las instalaciones castrenses trajeron no ha dejado de crecer. "Siguen tirando y destruyendo los árboles", informa Roberto, mientras rodeamos el campamento en cuestión, entre las vallas de alambre cortante que circundan el helipuerto y la posición del Ejército federal.
"Ora han traído más tropa. Y unos hay que hablan en inglés y son tipo gringo", agrega Roberto.
En las puertas de la codiciada reserva de la biosfera Montes Azules, los soldados se han adentrado "por un camino que hacen, como unos 600 metros adentro de la selva", según el relato.
Amenazas de desalojo
Uno de los cuatro acompañantes de Roberto, también de pasamontañas, cuenta cómo "impidieron el paso de un compañero que venía con su carga en su mula, y tuvo que ir a dar la vuelta al monte para pasar a la comunidad", hace pocas horas.
Cuando La Jornada visitó el sitio del bloqueo, éste ya había sido levantado. No obstante, pudo observarse cómo ha crecido el espacio de tierras ejidales ocupadas de facto por las tropas federales.
Mientras estas "ocupaciones" en Montes Azules no parecen preocupar a la Semarnap, súbitamente expedita y amenazadora contra campesinos que viven en la reserva, los helicópteros han iniciado sobrevuelos continuos sobre comunidades.
Desde el 10 de abril, varias veces al día, los techos de Pichucalco, Nuevo Pichucalco, Guanal, Amador Hernández, Plan de Guadalupe y otras poblaciones tzeltales se conmueven con los vuelos sumamente bajos de las aeronaves.
Las amenazas de desalojo contra dichas comunidades se han incrementado. Incluso han recibido la visita de judiciales y miembros de la Policía Federal Preventiva, para informarles personalmente de lo que podría pasarles. Tanto las bases de apoyo del EZLN como los miembros de la ARIC Independiente, que en conjunto representan la totalidad de los indios de esta región, han denunciado en días recientes la incertidumbre en que los tienen.
"Nomás andan espantando a los niños con sus helicópteros", dice Roberto.
"Buscamos al EZLN"
El plantón de protesta de las bases de apoyo del EZLN, para contener el avance de los soldados, cumplió ocho meses. Cada día, desde el 12 de agosto de 1999, dos centenares de indígenas, hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos montan guardia y se manifiestan contra el campamento militar. Marchan, gritan consignas, envían mensajes, cantan, muestran mantas. En respuesta, como se sabe, les ponen ópera a todo volumen. Roberto ya no llama a eso música, sino, sencillamente, "interferencia".
En las mismas condiciones precarias, acompañados a veces por la sociedad civil, los indígenas pernoctan casi a la intemperie de manera rotativa. Proceden de incontables comunidades y rancherías del municipio autónomo Emiliano Zapata y de los municipios autónomos circundantes.
Según la relación de Roberto, el Ejército federal cada día se interna más en la reserva de la biosfera y en las tierras ejidales. Interfieren los caminos y puentes de los labriegos, quienes hace pocos días quitaron una hamaca sobre el río Perla, pues los soldados intentaron ocuparla.
También el estanque de un "ranchito", a un kilómetro del campamento, es tomado diariamente por un pelotón, que llega ahí "a bañarse".
Hace dos días, los campesinos toparon con un destacamento de soldados armados en un camino de monte. "Uno de ellos, no vi su grado ųdice Robertoų, nos dijo que andaban buscando al EZLN. Que querían encontrarlo."
Y agrega: "Salen para hacer provocación".
La selva, sitiada
Tras la apariencia de distensión militar en las proximidades de las ciudades chiapanecas, en el interior de la selva y las montañas el acoso militar resulta ahora más tenso y grave. La excitación y la inquietud de los civiles zapatistas en la guardia selvática es evidente. Mientras allá afuera en la civilización parece que no pasa nada, aquí la situación es preocupante.
Vistas desde el aire, las Cañadas muestran la rápida proliferación de carreteras en toda dirección, como avanzada de los puestos militares. En unos meses, las vías de militarización en torno de comunidades en resistencia constituyen una red de "anillos periféricos" apabullante. En pocos meses, el Ejército avanzó más que los indígenas en 30 años de colonización.
En el campamento militar de Amador Hernández, este enviado pudo ver numerosos soldados con hacha y machete (algunos con uno en cada mano) "trabajando" la madera que trajeron de los bosques.
Una alta torre, parapetada con costales de arena, se alza junto a los árboles, controlando el espacio entre los Montes Azules y las milpas. Uno de los dos helipuertos ha estado muy activo, refiere Roberto, "bajando más tropa" de las aeronaves. El otro ha cambiado de funciones. El círculo de alrededor de 150 metros de diámetro, que fue talado para servir de pista, hoy tuvo plantadas en el mero centro dos letrinas de cemento, con asiento y tapa para excusado, y sin ninguna pared. De tal manera, los usuarios pueden tener sesiones panorámicas de defecación, lo cual, además de original, es simbólico.
Los arroyos se ven turbios y contaminados y el olor fecal se extiende alrededor, no obstante la elocuente instalación sanitaria. "Nos lo contaminan todo", comenta Roberto.
El control de los accesos a la selva por parte del Ejército federal incluye ahora también la vía aérea comercial. Esta mañana, un militar, vestido de civil, quien se dijo enviado de la Región Militar, intentó impedir, en Comitán, que despegara la avioneta donde este enviado viajaba a Amador Hernández. Según dijo, no podíamos salir sin que sus superiores fueran notificados.
El vuelo fue vigilado por las bases militares de Guadalupe Tepeyac, San Quintín y, por primera vez, la de Amador Hernández, cuyos controladores aéreos exigieron, lo mismo que en Comitán, que este enviado se identificara.
El otro Roberto
Enmascarada por las giras de buena voluntad del gobernador Roberto Albores (quien anteayer repartió en comunidades de Las Margaritas y Ocosingo un millón 600 pesos de Procampo, y hasta se vistió de tojolabal en el ejido González de León), la ocupación militar de la selva Lacandona parece dirigirse a un punto crítico. Tal vez aprovechando que, al calor de las fiebres electorales, nadie mira hacia acá.
Al despedirse de La Jornada, Roberto (no Albores) y sus acompañantes, rodeados por las muy alertas familias del plantón zapatista que bebían posol y comían tostada dura, se empeñaron en que escribiera en mi cuaderno dos palabras. Después de ocho meses de resistencia, dijo, "seguiremos resistiendo".
"Escríbelo así ųinsistióų. Eso es lo que decimos."