Luis González Souza
El movimiento de los con-dignidad
No todas son malas noticias en el mundo de la globalización. No todo es pasividad ni derrota. También hay episodios de lucha. Y, aunque con altibajos, esa lucha tiende a crecer en cantidad y calidad.
Bien lo ilustra la revuelta internacional de los globalaceados, en sus dos expresiones más recientes y conspicuas: Seattle 1999 y Washington, DC, ahora mismo. Paréntesis conceptual: entendemos por globalaceado toda persona que sin deberla ni temerla, es decir, sin opinar siquiera acerca del mundo deseado, de pronto es alcanzada por una de las multifacéticas balas (desempleo, desnutrición, hambruna, epidemia, abandono, humillación, desmoralización, olvido, desamor, o vil garrote, pues) que, con tanta naturalidad como inmisericordia, todos los días dispara eso que ahora todos llaman la globalización.
En Seattle, como se recuerda, se trató de una revuelta contra la Organización Mundial de Comercio (OMC, sucesora del GATT) en la que sobresalió la procedencia internacional de los manifestantes. Y también sobresalieron acciones típicas de una lucha marcada por la desesperación, o por el vandalismo si se prefiere, pero en todo caso amplificado por la manipulación informativa y, desde luego, inflamado por un espectacular despliegue del aparato represivo.
Ahora en Washington, DC, ese despliegue policiaco es inclusive mayor, lo que no ocurriría si la lucha de los globalaceados fuese menor. Disminuyó la composición internacional de los manifestantes, pero su acción se enfila contra el santo-y-seña de la actual globalización depredadora: las políticas del FMI y el Banco Mundial. "Clausurar sus oficinas" es la consigna abierta de una lucha menos contestataria y más organizada. Y al margen de la cantidad de manifestantes, ahora sí queda por demás claro que la revuelta agarró vuelo dentro del mismísimo país que funge como el Estado Mayor de esa globalización.
Si de Seattle a Washington hay avances, éstos resultan todavía más claros y trascendentes en relación con otras luchas. Hasta hace poco, y en países tanto del Norte como del Sur, la identidad de los luchadores se definía sobre todo a partir de lo negativo, o de las carencias: los sin-techo, los sin-tierra, los sin-empleo (mejor conocidos como desempleados), los sin-escuela (analfabetas), los sin-salud (o seguro médico). En el propio Estados Unidos hoy mismo crecen los marginados que se autonombran ciudadanos "sin viabilidad económica".
Pues bien, en este asunto de la identidad es donde, a nuestro entender, radica el avance profundo en la lucha de los manifestantes de Seattle-Washington... más lo que sigan acumulando éste y los siguientes años, en esas y otras ciudades, ya no sólo de Estados Unidos. Sólo en lo aparente, la revuelta internacional de los globalaceados se identifica con lo negativo, lo contestatario: šNo a la OMC! šNo al FMI y al Banco Mundial! Sólo en la superficie, se trata de personas que carecen de bienes materiales.
En el fondo, la mayoría de esos rebeldes no se están muriendo de hambre. Su lucha más bien obedece a que no toleran las injusticias, ni los insultantes privilegios que a muy pocos surten la OMC, el FMI y el Banco Mundial. Su lucha es generosa y alcanza para demandar la condonación de la deuda para los países más pobres. Su lucha es, pues, desde y para la dignidad. De movimientos como el de los sin-tierra (notable en Brasil), ahora transitamos hacia un movimiento de los con-dignidad.
Cerremos con otro par de buenas noticias. Ese esplendoroso movimiento no es del todo nuevo; ya cuenta con un buen trecho recorrido. Y ese trecho lo tenemos bastante cerca. Si de dignidad se trata, nuestros indígenas zapatistas tienen para dar y para prestar.
Tanto han avanzado al movimiento de los con-dignidad, que ahora los respetan y hasta admiran en todo el mundo. (Exageré: en México, algunos insisten en colocarlos entre la guerra y el olvido. Cosas, no del marxismo-leninismo, pero sí del racismo-malinchismo, al menos en su moderna versión de salinismo-zedillismo).
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