SABADO 15 DE ABRIL DE 2000

Ť Inés Amor me abrió las puertas del mercado del arte, rememora


Coronel: saber hallar la chichita es lo que nos convierte en artistas

Ť Ante la abundancia de la pintura abstracta, mejor me dediqué a buscar el rostro humano, dice

Ť ''Los pintores somos más aventados, más liberales e inquietos que la mayoría de escritores''

Mónica Mateos, enviada /I, Cuernavaca, Mor. Ť A los 20 años, Rafael Coronel quería ser pintor abstracto e hizo unos 300 cuadros bajo ese estilo, algunos de los cuales aún conserva en su taller. Sin embargo, cuando efectuó su primer viaje a Europa y se dio cuenta ''de que todas las galerías y museos del mundo estaban saturados de pintura abstracta, regresé un poco deprimido a México. Pero pensé: soy muy buen dibujante. Entonces, dejé a un lado lo abstracto y me dediqué a buscar el rostro humano, de una manera que se alejara de lo que hasta entonces habían hecho los muralistas; quería pintar lo que había dentro del hombre revolucionario", recuerda el artista.

Así comenzaron a salir de su pincel, rostros y cuerpos con extraños atuendos, imágenes de personas que él llama ''los imposibilitados", seres ''marginales que no pueden resolver sus problemas", gente triste, ausente.

Creador ajeno a la Ruptura

Uno de los primeros cuadros figurativos que realizó Rafael Coronel fue La mujer de Jerez (1952), que pintó con crayolas de cera porque no tenía dinero para óleos o acrílicos. Con ese trabajo ganó una beca anual de 300 pesos y fue la primera vez que una obra suya se colgó en las paredes del Palacio de Bellas Artes.

coronel-rafael-5-jpg ''En esa época nos juntamos muchos pintores que teníamos la inquietud de retratar al hombre mexicano sentado en la banca del jardín o en un bar con su copa. Algo diferente a lo hecho por los muralistas. Muchos periodistas nos incluyeron en la Generación de la Ruptura, pero no tuvimos nada que ver con eso, no nos interesaba.

''Fuimos un grupo de pintores totalmente diferente a lo que estaban acostumbrados en México: Antonio de los Ríos El Corzo, Julio Castellanos, Antonio Ruiz y mi gran amigo Francisco Corzas. El país ya tenía artistas del tamaño de los grandes muralistas, que por cierto equivocadamente creían que el mural era la mayor expresión de la pintura y, no es cierto, una obra maestra puede ser reducida o enorme.

''En la ciudad de México había apenas cuatro o cinco galerías interesantes. Los periodistas empezaban a hacernos caso, ya no políticamente como a los muralistas. Por ejemplo, Elena Poniatowska buscó el lado estético de lo que hacíamos, de cómo vivíamos.

''En 1954 Carlos Mérida, acompañado por María Izquierdo, fue un día a La Esmeralda -de donde me corrieron dos meses después-. Ahí vio mis cuadros y me recomendó con Inés Amor, de la Galería de Arte Mexicano (GAM). Ella me mandó llamar, fui con mi rollo de pinturas, las regué en el piso y cuando las vio me dijo, pues sí, Rafaelito, lo voy a tomar, y dentro de dos años le hago su primera exposición.

''Tomar a alguien quería decir que uno tenía un poco de dinero, para sobrevivir y poder pintar. Los siguientes 20 años trabajé con ella, fue como mi mamá, estaba al tanto de mi vida, de la hora a la que llegaba a mi casa, así fue con todos sus pintores. Con su rollo de pinturas se iba a Estados Unidos para acomodarnos en los museos y galerías; cuando algún coleccionista extranjero venía a México a comprar, el paso obligado era ir a ver a Inés. Era la dictadora en el arte mexicano, sin duda.

''Así empecé a agarrar ritmo y llegué a ser uno de los preferidos de la GAM. Desde que Inés Amor me abrió las puertas del mercado de arte he tenido un ritmo de ventas que me ha hecho poder vivir, pintar y comprar un montón de antigüedades, monos y cochinadas para el museo que tengo en Zacatecas, en eso me gasto todo mi dinero."

-En los últimos 50 años, Ƒse ha dedicado de manera ininterrumpida a pintar o ha tenido algunos recesos?

-He tenido montones de periodos en los que empiezo a dar vueltas como un rehilete o a aullar como hombre lobo por la ventana, por no saber qué hacer, qué pintar. Entonces, me voy al aeropuerto, sin equipaje, nomás con la ropa que traiga puesta y pregunto, Ƒpa' dónde sale un avión ahorita?, Ƒqué pa' Venezuela?, pues écheme un boleto.

''Así le hago, como ya no tengo otros compromisos, me voy cuando quiero. Si ando con alguna chava, nomás le hablo para avisarle que voy por ella, que nos vamos sin velices. Nos bajamos allá, me voy a un museo, a ella la mando a que se compre medias y zapatos. Así me la sigo, se entretiene uno muy bien. Cuando me canso de viajar, después de un mes o mes y medio, me regreso. Y entro, otra vez, como a un confesionario, con mi pincelito, a darle y darle.

''Es decir, no me pongo a llorar cuando siento que no tengo más qué pintar. Viajar me hace pensar en México con claridad, y regreso cargado de gasolina para trabajar. šAh!, pero esto se hace después de 50 años de trabajar. Cuando uno es joven no se puede, tiene uno que estar buscando lana para lo más esencial: primero comer y, luego, comprar colores".

Impulso instintivo

En 1960, Rafael Coronel se casó con Ruth, la hija de Diego Rivera y Lupe Marín. Con ella tuvo a su único hijo, Juan Coronel Rivera. Vivían en ''la casa de Altavista", hoy convertida en el Museo Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Ruth murió en 1969, víctima del cáncer. De aquellos años, el pintor recuerda que ''tenía muchos amigos. Toda la gente de México iba a visitarnos. Hasta Jacobo Zabludowsky -lo digo porque ya ves que acaba de renunciar a Televisa.

''No había semana en la que Emilio El Tigre Azcárraga no pasara por ahí, a echarse su copa. Siempre me trató como un rey. Me pidió que le hiciera 120 cuadros, para regalarlos en ese como congreso que hacía en Acapulco. A Liza Minelli, a todos ésos que vinieron, les dieron su cuadro. Ese don Emilio era chambeador, inteligente el cabrón, era a todo dar. Me quiso contratar otros dos años, pero le dije 'cero, mano, quedé agotado', Ƒte imaginas lo que es pintar de un jalón 120 cuadros? Claro, a veces me echo al año más de 300, y dibujos un montón. Lo menos que me echo son cien pinturas, además de litografías."

-ƑQué lo hace pintar?, Ƒun deber, una responsabilidad, un compromiso, una misión?, Ƒcómo define esa fuerza?

-Es impulso instintivo. Es como el cachorro que nace, busca la chichi y sin saber dónde está, la encuentra. Todos somos así, buscamos la chichita, unos encontramos la pintura, a otros les resulta que es el canto, o son toreros, comerciantes, o preguntones como tú.

''Cuando uno encuentra la chichita, reconoce el sabor. Yo dibujaba, de chamaco, a mis maestros, agarraba mi lápiz y no sabía que eso se llamaba pintura ni que iba a ser pintor. Lo que nos convierte en artistas, a todos, es saber encontrar la chichita que nos toca.''

-ƑCómo es el sabor de esa chichita que lo convierte en pintor?

-Los pintores somos aventados, más liberales e inquietos que la mayoría de los escritores, nos gusta experimentar en otros lugares, mirar otros mundos. Antes de los años cuarenta, los pintores, con sus propuestas, se adelantaron medio siglo a los escritores.

''Primero salieron Diego, Orozco, Siqueiros y luego, ya agarraditos del pantalón de ellos, Agustín Yáñez, José Gorostiza, Carlos Fuentes. Es decir, el boom de la pintura mexicana fue 50 años antes que el boom de la literatura.''