VIERNES 14 DE ABRIL DE 2000
* Festejo con Mercurio
En servicio, nuevas áreas del Hospital Infantil de México
Jaime Whaley * El diario y natural ajetreo del Hospital Infantil de México Federico Gómez se vio interrumpido el miércoles al entregárseles a los médicos, enfermeras y el resto del personal, las flamantes instalaciones de lo que es conocido ya como arca, que es el acrónimo de área de recreación y capacitación.
Para tal efecto hubo fiesta, los jóvenes del grupo Mercurio llevaron un rato de solaz y esparcimiento con sus canciones y bailes para todos los chavos que están ahí hospitalizados y para los que asisten a la consulta externa.
La nueva sección del arca quedó instalada en lo que antes fue el laboratorio de hemodinamia y consta de varias salas, entre ellas un espacio que será utilizado para cine y funciones de teatro.
Rómulo O'Farril, presidente del patronato del HIM, agradeció a Citibank, empresa que contribuyó grandemente a la conclusión de las obras, su ayuda, y Valeria Hernández habló en nombre de los pacientes que recibieron de regalo anticipado de Día del Niño una buena dotación de hamburguesas, cachuchas, palomitas, chicharrones y refrescos.
Los chavos tienen ahora a su disposición un gimnasio, conocido como el desierto. A la sala de cómputo --la más concurrida--, en la que colaboran como voluntarios alumnos del Tec de Monterrey del DF, se le conoce como el campo, y el salón de proyecciones es la selva, pues sus paredes están pintadas con paisajes tropicales salidos de la imaginación de Gabriela y Humberto, pintores profesionales. El bosque es una sala de uso múltiple en donde revolotean réplicas de las mariposas monarcas y en una pared está una foto de tamaño natural de Erick González Fritsche, explorador mexicano que hace dos años fue reconocido por un organismo internacional como el mejor deportista diabético del mundo.
En un pasillo están colocados 13 dibujos, todos ellos hechos por chavos que recibieron ahí atención. Son sus visiones de este hospital tan singular. En uno Alberto, de 12 años, le da las gracias a su hermano Edgar, por haberle donado un riñón, pero tres de las coloridas obras tienen una significación muy especial: dos son de Ruth y una de Aída. Ellas ya no están aquí, ahora, con toda seguridad, andan en ese paradisiaco lugar al que Ruth, de 8 años, pintó con un esplendoroso sol sobre el cual escribió: Cómo quisiera estar aquí, y, claro que sí, desde ahí las dos mandan su luz.