José Blanco
Prevenciones
Allá por el siglo II, el historiador griego Apiano dijo que la imprudencia suele preceder a la calamidad. No sobra recordarlo cuando, al parecer, pueden estar en puerta decisiones cercanas trascendentales sobre el futuro de la educación superior, independientemente del candidato que resulte triunfador el próximo 2 de julio.
No está de más, por ello, examinar con lupa las tesis que los candidatos han empezado a expedir, en algunos casos alegremente, sobre ese crucial nivel educativo.
El sábado pasado Francisco Labastida dijo que el próximo jueves encabezará una reunión sobre educación, ciencia y tecnología en la que, entre otras cosas, emitirá una declaración amplia sobre el momento que vive hoy día la educación superior. Habrá que estar atentos a las tesis y compromisos de orden estratégico formulados por el PRI, así como al modo como percibe el espinoso, embrollado y decisivo momento actual de ese nivel educativo.
Preocupa profundamente, dados los antecedentes históricos y las decisiones gubernamentales del pasado, su primer adelanto: "las universidades públicas deben aumentar su capacidad para recibir a más alumnos".
Ciertamente las decisiones de diversos gobiernos priístas del pasado han sido imprudentes respecto a la educación superior y, como era inevitable que ocurriera, a esas decisiones siguieron épocas de calamidades mil para este nivel educativo, de las que no logra reponerse.
Durante las primeras cuatro décadas del pasado siglo XX, el acceso a la educación superior fue un privilegio exclusivísimo de unos cuantos. Un error imprudente mayúsculo para la nación. La UNAM era entonces la reina indiscutible en el panorama de los estudios superiores. En 1945, cuando se promulga la Ley Orgánica, la institución apenas alcanzaba 17 mil alumnos. Para 1960 supera los 58 mil, lo que implica una tasa anual de aumento de 8.6 por ciento, ciertamente muy superior al incremento del ritmo de crecimiento de la población, aunque la cobertura de este nivel seguía siendo un marcado privilegio.
La sociedad clamó y reclamó por ampliar el acceso al nivel superior y el gobierno "resolvió" el problema, en medio de la agitación social del 68 y su secuela, cometiendo el más grave de sus errores: derribando los requisitos de ingreso y de promoción de los alumnos, a efecto de abrir las puertas a grandes contingentes de egresados de los niveles previos. Aún estamos pagando esa gravísima equivocación.
En el quinquenio 1970-1975, la apertura forzosa de las universidades, y la creación de nuevas instituciones, dio lugar a una increíble tasa de crecimiento de la población escolar de 18.2 por ciento anual en las instituciones públicas, complementada con una de 14.4 por ciento en las privadas. En el quinquenio siguiente (75-80), la tasa de aumento en las instituciones públicas es de un alto 8.7 por ciento. El crecimiento de los setenta abate la calidad educativa y genera el tercermundista fenómeno de la masificación. Ello no obstante, la cobertura apenas alcanza el 14 por ciento en 1980. Se cometen errores crasos, pero el privilegio continúa.
En los siguientes tres lustros se comete el gravísimo error de mantener ahora una tasa anual de aumento de la población escolar de sólo 3.5 por ciento, con lo que la cobertura del nivel superior permanece estancada en alrededor de 14 por ciento. Un enorme rezago en unos años en que un gran número de países desarrollados o en desarrollo duplican o más, su cobertura de ese nivel.
Si se revisa el embudo de la estructura del sistema educativo actual (1998), el privilegio sigue exhibiéndose con procacidad: 14.7 millones en la primaria, 5 millones en la secundaria, 2.4 en el bachillerato, 1.5 en el nivel superior. Esta estructura no sólo comporta una histórica injusticia social, sino representa también un torpe suicidio para el futuro de la nación. No sólo por los números, sino también, todos lo saben, por la baja calidad educativa general.
Las instituciones de educación superior, entre otras cosas, tienen que recuperar las normas académicas de regulación de su calidad educativa. ƑMediante cuáles decisiones piensa el candidato del PRI que las universidades públicas --algunas padeciendo de gigantismo ineficiente-- "deben aumentar su capacidad para recibir a más alumnos"? Equivocarse una vez más, no es nada difícil: Ƒse enteró usted ya de lo que dijo Fox a este respecto?