LUNES 10 DE ABRIL DE 2000
* Cientos de miles, salvajemente explotados: Ferrer
Sigue la deuda de Francia con sobrevivientes del exilio español
* La nuestra es una tragedia eclipsada por el Holocausto, opina
Blanche Petrich * Hombre de éxito en la publicidad y en la cultura, Eulalio Ferrer se debate a sus 80 años ante un reclamo existencial que lo asaltó recientemente al leer en algún diario la noticia de que el gobierno alemán ha dispuesto de un fondo de 10 mil millones de marcos para pagar compensaciones a víctimas del régimen nazi que hubieran servido en los campamentos de trabajos forzosos.
El, fugitivo de Franco a los 19 años, estuvo en uno de esos campamentos, no de la Alemania de Hitler, si no de la Francia de Vichy. Se pregunta, en consecuencia: "ƑNo tiene Francia un acto de contrición pendiente, una deuda moral con los sobrevivientes del refugio español?"
Los recuerdos de lo ocurrido seis décadas atrás, nunca del todo dormidos, han vuelto por sus fueros a la vida de Ferrer, el comunicólogo, el exiliado. Aspira ų dice a La Jornadaų a que los sobrevivientes y los descendientes de esa multitud que compartió aquellos días de esclavitud en Francia, compartan ahora su inquietud: "Alemania ha pedido perdón por el Holocausto, Ƒqué va a hacer Francia? ƑQué explicación hay por aquellos que quedaron enterrados en las playas de Argelés-sur-mer por oponer resistencia a las vejaciones a las que eran sometidos por los custodios senegaleses? ƑPor qué no se ha perdido perdón por la humillación, el maltrato y la locura? Hubo algunos que ante el horror perdieron la razón y con maletas en mano, el sombrero puesto, se despedían: 'hasta la vista, me están esperando ahí', y caminaban hacia el horizonte, mar adentro"
Agrega: "Sé que lo nuestro no es un drama de primera plana; es una tragedia eclipsada por la magnitud del Holocauso." Sin embargo, es una tragedia para la cual Ferrer reclama un lugar en la historia.
Sesenta años no son nada escuchando la emoción, el detalle y la fuerza del relato de don Eulalio. Por ejemplo, las manos congeladas de los obreros-esclavos, cavando con las uñas en la Compañía 168, a orillas del lago Loiret, en los macizos centrales de Francia. "Nos sangraban. Teníamos que curtirlas con orines para continuar la construcción de una fábrica de químicos. Nos pagaban un franco por una jornada de siete a siete, el valor de un timbre postal local. Nos alojaban en cubiles de cerdos, dos o tres hombres en cada una. Y los piojos que poblaban nuestros jergones de paja nos llagaban. Eran un tormento. Para combatirlos nos bañábamos haciendo un hoyo en la superficie de hielo del lago. No eran pocos los que morían de pulmonía, disentería. Veíamos pasar camillas con muertos cada día."
A la derrota de la República Española, según se estima, entre 500 mil y 550 mil españoles salieron huyendo en caravanas harapientas por la frontera de Irún, a través de los Pirineos. Había soldados y oficiales del ejército en retirada, pero el grueso era población civil, familias republicanas, lesionados, ancianos, centenares de miles de niños.
De estos, entre 70 mil y 90 mil hombres fueron enviados a las compañías de trabajos forzosos. Con ellos Francia fortaleció a toda máquina su industria, justo en el momento en el que entraba a escena en la segunda guerra civil. La mayor parte de estos contingentes ųlos que no sucumbieronų después encontraron la ruta del refugio en México. Se calcula que de estos, dos, quizá 3 por ciento aún sobreviven.
Pasajes de la guerra civil,
en la desmemoria
Los grandes episodios de la historia suelen tener algunos pasajes nítidamente recreados en los libros y en la memoria colectiva, pero otros capítulos quedan ocultos en la desmemoria y el silencio. Ferrer considera que ese trozo de la épica de la guerra civil española, en la que el papel de Francia inevitablemente es el del villano, permanece en el olvido. "De los más de 10 mil libros publicados sobre la materia, si acaso una docena rescata los trágicos momentos del exilio en Francia", señala. Uno de ellos, precisamente de Ferrer, es Detrás de las Alambradas, editado en 1988.
A pesar del silencio y los testimonios fragmentados, los españoles que combatieron en la Legión Extranjera del ejército francés han sido reivindicados e incluso premiados como héroes. No es para menos.
En papelitos cubiertos con su apretada letra, en tinta verde, Ferrer tiene sus anotaciones a la mano, en la mesa de su impresionante biblioteca. Dos obras sobre los legionarios españoles destacan: Los olvidados de Antonio Villalobos y Vie victis, de David Wingert. Ahí está registrada la presencia de republicanos españoles en el desembarco de Sicilia o en la entrada de la tropa estadunidense en Montecasino; las campañas de Túnez, donde cayeron 500 de los mil 500 soldados españoles. En Narvik, Noruega, pelean 800 legionarios españoles. Mueren tres cuartas partes. La cuarta parte restante se lanza contra las tropas de Rommel en Allamein. De los 5 mil del cuerpo de paracaidistas que se lanzan sobre Creta sobreviven 17. Cientos son enviados a Libia y Etiopía. Una legión de mil 500 va a sofocar una rebelión contra la colonia francesa en Vietnam. Mueren tres cuartas partes.
Cuando la división del general Leclerc marcha sobre París, integran su contingente tanques bautizados castizamente: Madrid, Quijote, Teruel, Belchite. Y es un republicano español el que entra a la plaza del ejército alemán, en la capital francesa, a desarmar al comandante Von Scholtitz.
"Fue tan heroico el desempeño de los republicanos españoles en la Legión Francesa que De Gaulle se vio obligado a cuadrarse ų1944, Burdeosų ante la bandera republicana y la ikurriña vasca".
Todo esto sin contar a los españoles que se sumaron al maquis, la guerrilla de la resistencia francesa. Tarde, pero ellos también han recibido su lugar en la historia. Aparece entre los tesoros de Ferrer un recorte: está fechado en 1984. Los entonces jefes de Estado, Felipe González y Françoise Mitterand, develan un monumento a los guerrilleros españoles de la resistencia en Prayols, en el Rhone.
ƑY a los que fuimos esclavos?
Al medio millón de exiliados, Francia los concentró en condiciones extremas y vejatorias. "Es cierto que la frontera francesa se vio desbordada. Las colas del éxodo se formaban desde Barcelona hasta Irún. ƑPero eso explica las vejaciones? ƑEra inevitable que nos alimentaran arrojándonos el pan, escaso, desde los camiones?"
Aparece entre sus manos otro recorte de un viejo Excélsior de los años treinta. Es la reproducción de un artículo de Herbert Matthews, de The New York Times. "Las lágrimas de León Blum son las lágrimas de la traición a la República Francesa". Ferrer juega con los "si hubiera" de la historia. "Si el gobierno de Blum, que tenía relaciones con la República y decía apoyarla, hubiera entregado las armas que España le quiso comprar en el 36, y que Francia legalmente podía vender, Ƒhubiéramos perdido la guerra ante Franco? Creo que no".
Después de la derrota, las alambradas
Sobre la mesa, Ferrer hojea un libro de ilustraciones de la talentosa plumilla del catalán Bertoli. Frente a esos dibujos uno tiembla de frío.
"Los peores fueron los primeros días. Sin mantas dormíamos sobre la arena helada, al pie de los Pirineos". El joven Eulalio le había regalado su abrigo al enorme poeta Antonio Machado, a quien había visto de paso, derrumbado, con su madre echada sobre su regazo, en una banca en la plaza de Banjuls.
Hay quienes dicen que las barracas de los campos franceses eran peores ųentre las categorías del horror y la miseriaų a las de los nazis. La comida era asquerosa. La convivencia, con la grandeza y la mezquindad del ser humano. Ferrer relata con frecue ncia cómo llegó a sus manos su primer tomo de El Quijote de La Mancha. Entrando al campamento vio a un hombre que cambiaba su edición por una cajetilla de cigarros. El trueque se hizo. El pequeño libro forjó el carácter y las adicciones culturales del joven refugiado.
Otro recuerdo es el de aquel violinista de la Sinfónica de Barcelona. Cada noche rondaba las barracas con su violín a cuestas y ofrecía un par de piezas en cada uno. Al terminar se retiraba siempre con la misma despedida: "Mañana a la misma hora en el Teatro Liceo. En Las Ramblas, no se les olvide".
Al cabo de algunos meses de la presencia de los fugitivos españoles en territorio francés, en pleno 1939, el gobierno francés les ofreció tres opciones: regresar a la España de Franco, alistarse en la Legión Extranjera que daba las primeras batallas en la Segunda Guerra Mundial, en la que Francia acababa de entrar o inscribirse a los campos de trabajo forzosos ųasí se llamaban, sin eufemismos.
En un periodo de cuatro o cinco meses, retornaron cerca de 150 mil fugitivos a España, no pocos directo al pelotón de fusilamiento. Otros miles, especialmente los soldados, se enrolaron a la Legión Extranjera. Al resto no le quedó otra alternativa que el trabajo esclavo. Ese fue el destino de entre 70 y 90 mil españoles.
Todavía era invierno cuando a Eulalio Ferrer, santanderino y aprendiz de periodista antes de la debacle, lo llaman a embarcarse en los atiborrados vagones para caballos de un tren, con rumbo al nuevo destino de la Compañía 168, a orillas del congelado lago Loiret, en el macizo central francés. La misión de la brigada de 250 hombres es levantar con los mínimos recursos, a mano pelada, una fábrica de productos químicos.
A mediados de año recibió correspondencia. México había ofrecido tutela a todos los refugiados de la República Española. El presidente Lázaro Cárdenas había ordenado a su embajador en Francia, Luis I. Rodríguez, que gestionara ante Vichy el salvoconducto correspondiente. El general Petain le dijo textualmente al diplomático mexicano. "Me extraña que ustedes estén dando hospitalidad a este ejército de ratas".
El padre de Ferrer había conseguido que la familia embarcara hacia México desde el puerto de Havre. En el primer intento no lo logran. El joven Eulalio había sido fichado como "desertor del ejército francés" por un intento de fuga desde el campo de trabajos. "Esa ficha es la prueba de que Francia ostentaba título de propiedad sobre nosotros."
Al segundo intento la familia Ferrer Rodríguez logra llegar a las costas de Coatzacoalcos. En su libro Páginas del exilio están todos los detalles de ese desenlace y del resto de la vida de Ferrer.
Por ahora sólo le interesa preguntar y repreguntar "Ƒes porque Francia es un país democrático que está libre de culpa?". Y aclara: "no estoy reclamando nada. Estoy poniendo el dedo sobre un problema moral".