ƑWATERLOO DE FUJIMORI?
De acuerdo con las últimas proyecciones disponibles al cierre de esta edición, Alberto Fujimori no consiguió su propósito de relegirse en primera vuelta en los comicios realizados ayer en Perú. Si tal resultado se confirma, el presidente tendrá que enfrentarse por segunda vez con el candidato opositor Alejandro Toledo, el cual contaría, para la ocasión, con el respaldo de toda la oposición.
Las tendencias señaladas resultan, por sí mismas, indicadoras de una grave derrota para el régimen que encabeza Fujimori, el cual puso en juego todos los recursos legítimos e ilegítimos y toda la capacidad del Estado para asegurar un triunfo contundente, en primera vuelta, de su candidato. Los medios de información, especialmente los electrónicos, fueron uncidos sin pudor al aparato oficial de propaganda, las oficinas gubernamentales ordenaron la falsificación de un millón de firmas de ciudadanos para inventar un nuevo partido favorable al presidente-candidato y, en los días previos a la elección, se denunció la existencia de dos millones de boletas irregulares y sin numeración, las cuales se encontraban en poder de las autoridades electorales.
La comunidad internacional -gobiernos, organismos internacionales y organizaciones sociales-- alertó sobre los preparativos más escandalosos para el fraude, pero ello no fue obstáculo para que, en la jornada de ayer, se echaran a andar los mecanismos de distorsión de la voluntad popular, como se hizo en los comicios de 1995 y en las municipales de 1998, así como en el referéndum constitucional de 1993. Lo destacable de la elección de ayer es que, a pesar del aparato defraudador, el sufragio esté obligando a Fujimori a una segunda vuelta en la cual su posición será particularmente precaria y peligrosa.
Por encima de los logros de Fujimori -sus cruentos éxitos en el combate a las guerrillas y el control de la inflación, principalmente--, un importante segmento del electorado peruano, posiblemente mayoritario, parece dispuesto a cobrarle al mandatario la destrucción de la institucionalidad democrática, así como su incapacidad o desinterés en la superación de las lacerantes desigualdades sociales y la miseria extrema que afecta a millones de peruanos. De esta forma, la mascarada de elección organizada ayer por el gobierno puede revertírsele y configurar el principio de su fin. Por el retorno de Perú a la democracia, cabe esperar que así sea.
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