José Cueli
No aparece el toro alado
Qué belleza se despliega en la prosa de María Zambrano, la tierna escritora española. "Sí, me he dejado el toro. El toro, el que está ahí desde siempre, el toro que aún en su forma concreta, el maravilloso animal que lleva sol y luna entre sus astas, sacrifican todavía, todavía los españoles, en un doble sacrificio también; el del torero que lo sacrifica, amenazando la muerte además, para formar con él, el jeroglífico toro-pájaro. Mas cuánto tarda, cuánto y cómo en ser descifrado este jeroglífico, o en ser, al menos, desprendido en cruenta ejecución."
"Cuánto tarda esta figura en ser liberada de su cerco de muerte para presentarse ante la luz, en la luz, en todo su misterio. Cuánto tarda este toro de España en hacerse con las alas de quien por un instante las tiene, dejándole libre; cuánto tarda esta transfiguración en reposarse. Y cuánto tarda el alado toro en sentir que le nacen o le podrían nacer las alas de otro modo. Así pues que ello ha de ser la más preclara razón del toreo; quedan, claro, las oscuras razones. Mas sigue siendo cierto que aquí, no aparece el toro y que quien lo ha escrito no querría dejar para siempre de escribir sin abordarlo, por objetivas razones y sentimientos personales."
Sentado en mi barrera, ajeno a lo que se representaba ahí, en la tarde dominical de corrida, leía a María Zambrano y miraba como caían, sobre el ruedo luciente por el sol primaveral los toritos de San Marcos. Triste porque la emoción que me embargaba no estaba referida a nada en concreto que tuviera forma precisa o regular o se asemejara a eso que llamamos toreo. Era por el contrario, una constelación de la pérdida de la fiesta brava.
Esa fiesta a la que concurrí casi toda mi vida se volvía movediza y circunstancial y desconocida, ahí donde creía encontrar al paso del tiempo, la querencia de una belleza incólume, el rostro permanente de lo azaroso, la verdad emotiva de la muerte, la libertad del toro.
La fiesta de los toros se derrumba con la brusquedad y la ligereza del tiempo, de lo imprevisible, de lo impensable. Caricatura de lo que fueron las corridas de toros, eso sí, viva, resulta la forma más espantosa de la realidad. Un fantasma se pasea por el redondel, mientras tres diestros, Garza, Ortega y Triana, a quienes ya les pasó su momento, tratan de detener el tiempo, o incluso regresarlo. Cuatro corridas; doce toreros, sin nada que hacer en el toreo, insistiendo en querer ser toreros. Pero, Ƒqué importancia tendría que desapareciera la fiesta brava con sus recuerdos y leyendas?
ƑCuándo será descifrado el jeroglífico; torero, pájaro, toro y sentir al alado toro que le nacen o podrían nacer las alas?