DOMINGO 9 DE ABRIL DE 2000

Ť Dicen soldados que habrá una tienda de la Sedena


Intensa actividad constructora en la selva Lacandona

Ť Amenazan desalojar a indígenas en Amador Hernández

Hermann Bellinghausen, enviado, Selva Lacandona, Chis., 8 de abril Ť El panorama desde el puente sobre el río Euseba es el de un cuartel militar con visos de tornarse definitivo. Decenas de campesinos trabajan de chalanes y albañiles en la construcción de un gran edificio con columnas de concreto y muros de tabique. Dicen los soldados que esa va a ser la tienda, un supermercado de la Sedena en el corazón de la selva. Pero es que son muchos soldados destacados aquí, las necesidades de consumo han de ser muchas.

Un trajín endemoniado de trascavos y camiones de carga verde olivo con tierra y piedras. Se preparan áreas planas en las pendientes junto al río, para las oficinas y los dormitorios.

-Ya no vamos a estar vivaqueando en el piso -comenta un sargento con gusto en el severo puesto de control que el Agrupamiento Canador del Ejército federal tiene instalado aquí, a unos veinte metros del puente sobre el río, que en estos días lleva menos agua y es nadable. Una decena de soldados pescan y se bañan en una orilla, en la de enfrente lavan varios vehículos medio metidos al río, que atraviesa estas tierras del ejido Miguel Hidalgo.

A dos curvas sobre el camino pueden divisarse en la distancia los techos de lámina del Aguascalientes de La Realidad, pues la del Euseba es la base militar más próxima al poblado zapatista.

Para construir los edificios más grandes, el agrupamiento destacado en el río Euseba tuvo que mover los tanques artillados y con cañón que tenían est realidad-chiapas-ejercito-3 acionados frente a donde ahora estará la tienda. Los colocaron un poco más atrás, con lo que además quedan mejor escondidos.

La misma actitud constructora se puede ver en el Aguascalientes del viejo Guadalupe Tepeyac, donde maquinaria y carros de volteo de una constructora privada entran y salen. Tras la loma, en el sitio donde se celebró la Convención Nacional Democrática, se construyen una unidad habitacional y un campo de prácticas.

A la entrada del mismo poblado, donde se ubican los mandos, la construcción también es intensa desde hace menos de un mes. Los campesinos de la región incluso aseguran que los soldados van a pavimentar la pista aérea, igual que en la ciudadela castrense de San Quintín.

En tanto, las casas del pueblo abandonado empiezan a ser tragadas por la vegetación y a desaparecer de la vista. Las paredes de madera de la que fue la escuela se están cayendo, ya parecen esqueleto, lleno de huecos, y pronto no podrán sostener el techo.

A pocos metros, la clínica de campo, el famoso elefante blanco que vino a sembrar aquí el gobierno salinista, casi desierto como siempre, espera madres a punto de parir o gente muriéndose.

La reserva del caso

Por el lado de la reserva de la biosfera Montes Azules la cosa también camina. En Amador Hernández los soldados han ocupado más terreno y sobre más de una decena de comunidades, en su mayoría tzeltales, pesa la amenaza de desalojo.

A los de San Francisco, comunidad relativamente nueva, los visitaron recientemente agentes de la PGR. Fueron a decirles que tienen un plazo para abandonar sus casas. Después de abril serán desalojados.

En Amador Hernández, los soldados colocaron nuevos cercos de cinta cortante y ocuparan la hamaca (puente peatonal) sobre el río Pella, lo volvieron retén y empezaron a controlar el tránsito de los campesinos entre los dos lados del río. Los indígenas quitaron esa hamaca y la fueron a poner en otro lado, lejos de los soldados.

La espada de Damocles

Las comunidades ubicadas en el último reducto de la selva más o menos virgen pertenecen a la ARIC Independiente, o a las bases de apoyo del EZLN, y en esta temporada de secas tienen sobre sus cabezas la espada de Damocles de los incendios forestales.

Al mismo tiempo, el incremento del terreno ocupado por el Ejército federal en las tierras ejidales de Amador Hernández, hacia el interior de la reserva de la biosfera, indica que el sitio podría ser una de las puertas de ingreso a los Montes Azules. Los campesinos de la región aseguran que los militares pretenden tender una carretera, oculta y controlada por ellos, a través de los Montes Azules.