La Jornada domingo 9 de abril de 2000

Bárbara Jacobs
ƑQué hacer con los sueños?

En un trozo de papel, sin encender la luz, anoté a lápiz: "A la mañana siguiente de saludarte", a modo de título, y me volví a dormir. Leía un libro sobre cómo escribir narrativa de suspenso, cuya autora, Patricia Highsmith, escribió con la intención de que funcionara para cualquier género narrativo. Uno de los capítulos se llamaría en español ''Obstáculo oculto ignorado'', porque no podría llamarse ''Nudo que sobresale de la madera'', ni "Pitón del asta del ciervo" por el contexto, a pesar de que en inglés snags equivaldría a todo esto pero en plural. En España, por snags pondrían pegas, y estaría bien.

Había quedado inquieta, incapaz de olvidar un esbozo de argumento espeluznante que sin embargo Highsmith había desechado por malo. Entré en un estado persecutorio y de ensoñación tan continuo que había cerrado el libro técnico para procurar no nutrir mi impulso de mirar por encima del hombro, apenas oyera un ruido o viera moverse una sombra. Qué agitación; la violencia no es para mi. "Me tiene usted acribillada", alcancé a articular cuando, en realidad, había querido decir "acorralada", cosa que, por otra parte, era igualmente falsa. ƑArrodillada? ƑArrinconada? ƑQué había querido decir; a quién; por qué anotar y anotar y anotar?

Es probable que a todos nos suceda lo mismo. Paso buena parte del tiempo en ensoñaciones con las que no siempre sé qué hacer. Fantasías a las que das rienda suelta a voluntad o, más bien, por las que te dejas dominar contra tu voluntad. Al tener lugar durante la vigilia y no durante el sueño, se llaman visiones más que sueños. Episodios imaginarios supuestamente infactibles e impracticables. Como aquel en el que sales a la calle y alguien te dispara y desaparece. Desangrándote, guardas una imagen muy clara de tu agresor. Oyes cuando quienes se acercan a ayudarte te preguntan si podrías identificarlo. Sabes que sí; pero, Ƒdebes? Lo conoces; se trata de... Denunciarlo, Ƒno lo induciría a rematarte? Y si sobrevives, Ƒcomo podrás volver a verlo sin desenmascararlo?

Heráclito de Efeso, 500 años antes de Cristo, observó que despiertos compartimos un mundo común, pero dormidos cada uno se entrega a un mundo propio. Y por eso Graham Greene llamó Un mundo propio a la selección de sueños que se publicó tras su muerte. Para Greene, soñar equivalía a tomar vacaciones de sí mismo. Leo la sección dedicada a escritores famosos que conoció, todos, muertos. "Parece que todo escritor al que tenga yo el placer de conocer debe morir si ha de ingresar a mi mundo secreto", advierte al recoger sus encuentros oníricos. Entre otros, con Henry James, en un viaje a oscuras por barco hacia Bogotá el 28 de abril de 1988. Tan atiborrado sobre todo de pasajeras, que apenas si consiguieron sentarse apretujados. En un momento dado, el barco hizo una escala y algunos pasajeros bajaron. Greene vio la oportunidad de bajar a su vez, pero James se negó. "Por razones científicas", adujo, de modo que siguieron navegando.

La pregunta no es por qué soñamos, dormidos o despiertos, y ni siquiera si nuestros sueños y ensoñaciones tienen algún significado o ninguno; si son "experiencias de un confuso mundo paralelo, real, pero dentro de un ámbito alternativo", como señala J.R. Lewis en La enciclopedia de los sueños; la búsqueda no está en si los sueños y las ensoñaciones guían, curan, predicen; o en si ni benefician ni dañan. No se trata de averiguar si los sueños y ensoñaciones, tampoco, permiten al soñador satisfacer impulsos sexuales o agresivos socialmente inaceptables, por más que el contenido se transforme en dichos sueños y ensoñaciones para disfrazar su verdadero significado, para no desatar las emociones que evocarían y que, dada su fuerza, nos despertarían; la pregunta no es, ni mucho menos, si los sueños y ensoñaciones materializan o no metáforas: o qué hacen o qué no hacen los sueños y ensoñaciones. No, la pregunta no es ninguna de las anteriores sino, simplemente, qué debe hacer con ellos un escritor, qué debe hacer con sus sueños y ensoñaciones, si lo distraen de sí mismo o si, por el contrario, lo llevan arrolladoramente al centro de su ser.

Sea lo que sea, la violencia no es para mí. Como no lo era para T.S. Eliot. Greene hacía de jurado en un concurso de poesía. Un tanto distraídamente, anotó en un papel: "La belleza ennoblece al crimen". De inmediato, detrás del hombro, recibió como un golpe la crítica de T.S. Eliot: "ƑA quién se le ocurre? ƑQué significa semejante cosa? ƑQué tiene de noble un crimen?".

Pero en eso desperté.