Angeles González Gamio
ƑVamos a tomar un café?
ƑQuién no ha dicho esta frase decenas de veces? Pero, Ƒde dónde viene el reconfortante brebaje?, Ƒcuándo llegó a México?, Ƒcómo se hizo tan popular? Estas y muchas preguntas más nos las contesta la adorable y talentosa historiadora Clementina Díaz y de Ovando en su libro Los cafés en México en el siglo XIX, deliciosa obra que acaba de publicar la UNAM, noble y amada institución que a pesar de todos sus problemas sigue trabajando y produciendo. El libro enriquece la colección Al siglo XIX ida y vuelta, ya de suyo suculenta, que inició hace unos años Vicente Quirarte, como director de publicaciones de la máxima casa de estudios.
Aquí nos enteramos del descubrimiento del café en la legendaria Arabia. Un devoto molaco (religioso) llamado Chadely, preocupado porque durante sus oraciones nocturnas se adormecía, se enteró por un pastor que cuando sus cabras comían el frutillo de cierto arbusto, se mantenían despiertas y brincando toda la noche. Decidió probarlo, haciendo una infusión con los granos ovoides, y šoh felicidad!, descubrió que "purificaba la sangre por medio de una dulce agitación; que disipaba la pesadez del estómago y alegraba el espíritu". Rápidamente se extendieron por todo el Oriente las casas públicas para beber y distribuir el café que fue llevado a Europa por viajeros sibaritas, misma vía por la que arribó al Nuevo Mundo. El Semanario Económico de México del 4 de enero de 1810 habla largamente de los cafés en la capital y da una serie de consejos: ..."el uso del café es muy conveniente a las personas gordas, a las que hacen vida sedentaria, a las de complexión pituitosa y es muy conveniente para disipar la embriaguez". Añade también, con mucha seriedad, que "es perjudicial a los jóvenes de constitución sanguínea, a los biliosos, a los atrabiliarios, a las personas delgadas, a las mujeres propensas a abortar, a los que padecen flores blancas y a las afectas de histéricos".
Extraordinariamente bien documentado y con una prosa amena, el libro nos habla de los principales cafés del siglo pasado: su concurrencia, temas de conversación, menú, y un sinfín de detalles que nos permiten conocer amplia y sabrosamente la cotidianidad, costumbres, mentalidad y valores de esa centuria fundamental en la historia de la ciudad de México.
Por sus páginas desfilan los cronistas, literatos, periodistas y escritores más sobresalientes de la época, cada uno de ellos dando su personal visión de esos sitios esenciales de la urbe.
Del afamado Café de Veroly, nos cuenta el imprescindible Guillermo Prieto: "Era por entonces el punto de cita de moda: militares briosos, abogados parlanchines, tahúres manirrotos, cómicos, niños finos, galanes amartelados y periodistas... en el fondo del salón se encontraba el despacho con el mostrador lleno de bizcochos y charolas para servir, con tostadas y molletes, el café y el chocolate y no escaseaban copas y botellas para servir a los marchantes pasajeros catalán y licores".
ƑNo les suena familiar? Bien podía ser la descripción del Café de Tacuba, ese sitio que nació el siglo pasado en la antigua Calzada de Tlacopam, enfrente del convento de Santa Clara, cuyas monjas seguramente les pasaron muchas de sus recetas de bizcochos, que aún elaboran en este lugar que continúa en manos de la misma familia, que lo inició como una lechería, en donde vendían pan.
La lectura de esta obra de doña Clementina nos hace ver la permanencia de usos y costumbres, ya que sin duda conservamos la afición por asistir a los cafés, que en el Centro Histórico continúan surgiendo día a día, inclusive los cafés de chinos, que nos platica el culto Vicente Quirarte, que los crearon los orientales que vinieron a trabajar en el ferrocarril en el siglo 19.
En los últimos dos años han surgido tres nuevos cafés de chinos con sus mismas especialidades de café con leche en vaso, preparado al gusto con café liquido concentrado, bisquets esponjosos, antojitos y en la mayoría ofrecen también chop suey y uno que otro platillo del Oriente. Uno de ellos se encuentra, ni más ni menos, en la elegantiosa avenida Madero. En la esquina de 5 de Mayo y Filomeno Mata abrió sucursal El Café Popular, cuyo establecimiento original se encuentra en la misma avenida, unas calles adelante; pequeño cafetín que desde siempre abre toda la noche. Y por último, el que surgió en la calle de República de Chile, con nombre oriental.
Hace un par de años hablamos de que Bisquets de Obregón había inaugurado un bonito café estilo decimonónico en la calle de Tacuba; fue tan exitoso que ya establecieron otro, con la misma decoración, en la inigualable vía de Madero, en donde se encuentra también el café de cafés: el Sanborns de los Azulejos, fértil madre que ha dado vida a más de cien hijos; simplemente en sus alrededores hay cerca de diez. En cualesquiera de estos sitios uno se puede sentar a tomar un buen cafecito, disfrutando la lectura del libro que es nuestro tema de hoy.
Correo electrónico: [email protected]