SABADO 8 DE ABRIL DE 2000
Panteoneros y zapatistas
Jorge Caballero Ť El grupo Panteón Rococó, que mezcla ritmos ska, rock steady, reggae, punk y hard core, cumple cinco años de andar por los escenarios, y lo celebra este 9 de abril con un concierto que reúne a Santa Sabina, La Lupita, Maldita Vecindad, La Castañeda y Color Humano.
La cita para el skanking será en el centro de espectáculos El Rayo (Tláhuac 125, casi esquina con Ermita Iztapalapa, cerca de la estación del Metro Atlalilco; peseros en Tasqueña, Ermita y Portales). Las hostilidades se inician a las 14:00 horas. La entrada es de 80 pesos el día del acto y 70 en la preventa, en Foro Alicia, Circo Volador, El Chopo y El Rayo.
Lo que pretenden hacer los panteoneros con esta celebración anual es armar una pachanga: ''cada año nos gusta hacer algo en grande y diferente al año anterior. En esta ocasión contamos con la ayuda de unos carnales que nos han apoyado desde siempre''.
El grupo vendió más de 7 mil copias del demo que contenía los éxitos Cúrame y Toloache pa'mi negra. Ahora con su disco debut, A la izquierda de la tierra, Panteón Rococó ya superó ligeramente esa cantidad.
En conferencia con la prensa, a la cual sólo acudieron cinco medios, los diez músicos se definieron como ''la primera generación del EZLN".
Ya en entrevista, se les preguntó cómo veían la indiferencia de los medios. Ellos respondieron: "Nunca nos hemos basado en ellos para realizar nuestro trabajo. A nosotros nos parece importante informar lo que estamos haciendo. La mayoría de los medios que se han interesado por nosotros son los independientes y nos da gusto ver a la gente que debe estar".
-El comentario más recurrente sobre su disco es que le falta punch.
-Una chica nos decía que escuchó el disco en su casa, pero que hacía falta el slam, las chelas, el desmadre... Nuestro trabajo fue un proceso inverso: las rolas se conocieron primero en vivo y después salió el disco; se nos hace muy normal. Lo que ahora no sabemos es si las nuevas rolas las tocaremos antes de grabarlas.
-ƑCuáles son los requerimientos que no les ofrecieron las disqueras, para que tomaran la decisión de hacer su propio sello?
-Básicamente la necesidad de movernos libremente. Las disqueras te limitan a tocar en algunos lados y te obligan a cosas que nosotros no queríamos hacer. Eso no es para nosotros. En algún momento lo buscamos; sin embargo, nos dimos cuenta a tiempo por el consejo de otras bandas que ya habían estado en disqueras trasnacionales, y siguiendo la ideología de la banda decidimos hacerlo así. Nuestro trabajo es autogestivo, porque la gente lo venía pidiendo. No somos un producto que de pronto salió. Le gustó a la gente y ahora vendemos el disco. Fue un proceso de cinco años durante el cual tocamos en fiestas, bares, bodegas, garages y barrios con el peor equipo... Nos dimos cuenta de que no necesitamos completamente de la industria para sacar un trabajo de calidad. Por eso lo hicimos así.
-Los que saben dicen que grupos como el suyo son sólo un pretexto para slamear y que no tocan nada.
-Somos un aparador de propuestas: algunos toman el baile, otros sólo nos escuchan, algunos se clavan en el mensaje y otros más toman todo. Sí hay muchas bandas que se han aprovechado del movimiento para hacer el tocas-tocas, y muchos carecen de la calidad necesaria como para que los consideren una banda, pero nosotros sí tenemos una propuesta mucho más conciente y coherente. Cuando nosotros tocamos en los festivales eso se convierte en una fiesta con muchos matices y no sólo tocamos para que bailen, cuando estamos melancólicos también lo hacemos.
-Ustedes son una generación de chavos que crecieron escuchando rock en español.
-Cuando estábamos en la secundaria ya existía la estación Espacio 59. En la televisión había el programa Música futura, Estrellas de los ochenta y MTV; crecimos con todo eso, pero nuestra idea no es salir en la televisión: el EZLN es nuestro ideal a seguir.
Ť TUMBANDO CAÑA
Son con son
Ernesto Márquez Ť La incesante búsqueda de nuevas sonoridades, a la cual parece abocarse todo músico que se precie de serlo, ha provocado, además de fusiones y mestizajes culturales, rencuentros interesantes. Se dice que el ritmo, el sabor de los movimientos provocados por el rasgueo de una guitarra o el golpe de percusiones, es el mismo en cualquier ínsula caribeña o zona continental afectada por la impronta afro. Eso lo quisieron comprobar los muchachos del grupo Mono Blanco, quienes invitaron a Ras Iñinga, uno de los mejores exponentes del steel drum, instrumento indispensable en el calipso, y al percusionista Jai López, originarios de Trinidad y Tobago y de la isla de Santa Cruz, respectivamente, a participar en un encuentro al que denominaron Son con Son.
Tal encuentro se efectuó la semana pasada en la sede del Instituto Veracruzano de Cultura (Ivec), ante un público entusiasta y bullicioso que aplaudió de buena gana el esfuerzo de esos artistas.
Iñinga se notaba un tanto incómodo por meter las candentes y dulces notas del instrumento metálico entre los compases de tiempo medio del son jarocho, pero la riqueza y versatilidad de ese género hicieron posible que el músico trinitario cumpliera con su función sin verse fuera de lugar. Lo mismo sucedió con el de Santa Cruz, que en pailas y tambor engarzó sus tradicionales polirritmias, proponiendo la fiesta.
Por su parte, Mono Blanco, quien ya ha participado en otros experimentos como el realizado con el grupo de hip hop Molotov, supo abrir los espacios para que los músicos caribeños se desempeñaran y además lucieran sus dotes. Dos de las piezas que ejemplifican lo posible de esta aventura fueron El chuchumbé y la archiconocida El mundo se va a acabar.
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Cuando los ocho integrantes de Mano Negra terminaron de grabar Casa babylon pensaron que eso era todo para el grupo. Habían regresado de un extenso viaje en ferrocarril por toda Sudamérica y mostraban huellas de cansancio. Manu Chao, el entonces guitarrista y principal compositor de la banda, declaraba que después de pasar meses y meses de viaje la cosa ya no sería igual. Y tenía razón. La banda, aparentemente sin límites, se había restringido a un ámbito más ideológico que musical, y eso los fue orillando a dejar el proyecto inicial por otros de más compromiso.
Antes de ser una banda, Mano Negra fue un concepto. El de un grupo de amigos y músicos que compartían la misma visión genuina de la aventura musical, abierta a todas las culturas y los estilos, que permanecía firmemente apartada de la actitud del showbiz. A contracorriente del chovinismo racista que se estaba apoderando de Europa, a ellos les interesaba el tercer mundo y su cultura. De todas formas de ahí provenían. Por sus venas corría sangre hispana, árabe, africana y, desde luego, francesa.
Del entorno familiar y social habían tomado la música y la concibieron como punk, rock y funky. El resultado fue una sustancia escénica tan explosiva como para conmover al mundo, hasta que se cansaron de rolar juntos.
Ahora Manu anda en solitario y tiene todas las razones para estar orgulloso de sí mismo: aún es un líder de opinión y un músico sorprendente, con composiciones plenas de cambios rítmicos y diversidad de matices, a los que agrega una lírica que, a pesar de su aparente simplicidad, es sumamente imaginativa. Clandestino es el nombre de su primera producción musical, y en ella continúa con sus rolas energizadas por un mosaico de géneros caribeños entre los que destacan el ska a lo The Clash, el reggae a lo Marley, y la rumba cubana a su aire.
Con este trabajo, el menudito cantante muestra cuán alejado está del sonido del pasado. Ciertamente sigue haciendo una música fronteriza al estilo Mano Negra, pero desarrollando un concepto tonal más integrado a lo que se dice en la canción. Ideas o propuestas que tienen que ver con un llamado de conciencia individual, ''que en ocasiones parece encontrarse dormida''.